Parábola: El concepto de médico en la historia es el de un generalista. La idea de especialista pertenece a los últimos cien años. Así pues, fueron los médicos generales (médicos de familia, decimos hoy) quienes crearon la universidad en lo que a estudios de medicina se refiere. Como colectivo, tenemos el sentimiento de que ya estuvimos allí, ayudamos a crearla, pero hoy nos encontramos fuera de ella. ¿Qué ha pasado, quién nos apartó del centro de la sabiduría, por qué dejamos que lo hiciera?
Obviamente, este planteamiento es excesivamente simplificador, pero no por ello menos cierto. Está claro que los médicos de familia españoles no hemos tenido conciencia de grupo ni hemos estado organizados hasta que en la década pasada nos encontramos de nuevo en pie de igualdad con el resto de nuestros colegas. Por ello no pudimos oponer resistencia a ser excluidos. De igual manera que creamos la universidad, fuimos pariendo las primeras especialidades médicas. Nos fuimos desgajando en ramas sucesivas y nos quedamos como tronco común del árbol de la medicina. Curiosamente, la sabiduría resultó estar en las hojas, y el tronco queda alejado de las mismas. A lo largo de este siglo las ramas se han ido dividiendo hasta límites insospechados, todas ellas con hojas desde el momento mismo de su nacimiento. Pero el tronco se mantuvo siempre en su papel, es decir, soporte de la pesada carga, contemplando impávido el surgimiento de cada nueva rama, resignado a carecer de hojas propias. Para dejar atrás esta parábola planteémonos un dilema: ¿permitimos que el tronco acceda hasta la copa del árbol y tenga sus propias hojas o, por el contrario, reclamamos que la sabiduría deje de ser exclusiva de las hojas?
Los datos: La medicina familiar, como especialidad concebida para el campo de la atención primaria, acogerá al 50% de los licenciados que se están formando en las facultades de medicina. El 95% de los actos asistenciales que el sistema sanitario presta a la población se llevan a cabo en este campo. Esto se traduce en más de 30.000 médicos trabajando en atención primaria, en más de 700.000 millones de pesetas en gasto farmacéutico anual, en más de 250 millones de actos médicos cada año. Pero sorprendentemente la medicina familiar no está presente en nuestra universidad. Resulta imposible encontrar un área de conocimientos con mayor historia o con un campo de trabajo mejor definido, pero aún no hemos logrado ser reconocidos como tal área. La cantidad y calidad de la investigación nacional e internacional efectuada por médicos de familia se ha disparado exponencialmente en los últimos 15 años, pero a menudo es desconocida en el mundo hospitalario que domina al universitario.
El hecho de que en España tengamos este problema no quiere decir que la situación sea igual en nuestro entorno. En realidad, el grado de incorporación de la medicina familiar a la universidad es un auténtico indicador del desarrollo social de cada país.
En Europa, cuanto más avanzada está una nación, más tiempo hace de esa incorporación. Hay prestigiosas universidades europeas que cuentan con cátedras o departamentos de medicina familiar desde hace más de 25 años. Es en los países meridionales donde esa incorporación se halla más atrasada, reflejando así que sus universidades padecen el mismo retraso respecto a la Europa rica que tienen sus carreteras, su tasa de desempleo o su desarrollo científico.
La universidad española suele contemplar a la norteamericana con desconsuelo; pues bien, si miramos hacia Estados Unidos basta decir que cuentan con más de 150 departamentos universitarios de medicina familiar. No es, pues, casualidad que sea allí donde más investigación han hecho y hacen los médicos de familia. En dicho país la práctica clínica ha estado más centrada en el hospital que en ningún otro lugar, hasta que decidieron incorporar la medicina familiar a la universidad y no parece haberles ido muy mal, porque la licenciatura está dando un giro espectacular a sus contenidos en busca de licenciados más favorables a ejercer en la atención primaria.
Los contenidos: Pienso que en función de los datos expuestos queda claro que es tal la importancia social de la medicina familiar y comunitaria, que una universidad dinámica con capacidad de respuesta para su sociedad tendría que haberla integrado casi sin averiguar cuáles son sus contenidos. Pero ni esperamos tal agilidad ni nos hace falta magnanimidad en este aspecto. Los contenidos están claros: la forma en que verdaderamente ocurren los problemas de salud en la comunidad sólo puede abordarse desde la atención primaria. El hospital no conoce la prevalencia real de las enfermedades, ni la severidad de las mismas puesto que sus pacientes son casos muy seleccionados. La prevención primaria y gran parte de la secundaria y terciaria han de llevarse a cabo por parte de los médicos de familia. El manejo de los grupos de pacientes con factores de riesgo para diversas enfermedades, los problemas de los pacientes crónicos, la promoción de la salud en la comunidad, el papel de la familia en los problemas de salud, las manifestaciones psicosomáticas, etc.
Un paso adelante: Pero no hay motivo para ser pesimistas. La realidad es que en los 10 años que llevamos tocando a la puerta de la universidad han comenzado a oírse voces que nos contestan y nos permiten sospechar que la casa está habitada. Es más, esta sospecha se ha visto confirmada en algún caso donde incluso han llegado a abrir la puerta para ver quién llamaba. Merece especial mención la Universidad de Sevilla, que fue pionera en tener profesores asociados de atención primaria en 1987 y ha vuelto a serlo una década después al contar con una asignatura obligatoria denominada medicina familiar y comunitaria. Para sus rectores, nuestro aplauso. Al igual que para otras universidades que van entreabriendo sus puertas, como Alicante, con el primer profesor titular de medicina familiar y comunitaria, la Autónoma de Madrid con una unidad interdepartamental de atención primaria, o la casi veintena de universidades con profesores asociados en los centros de salud. No está mal, pero no es suficiente. Se acaba el siglo y los sistemas sanitarios remozan sus estructuras en toda Europa; la universidad española no puede seguir desperdiciando el inmenso caudal de recursos y conocimientos que supone la medicina familiar y comunitaria.
Es preciso dar otra vuelta de tuerca que definitivamente nos abra la puerta, si no queremos correr el riesgo de repetir lo que escribió el revolucionario: «Un paso adelante... dos atrás.»
Respondiendo ahora a la pregunta con que finalizaba la parábola, la respuesta es obvia: la sabiduría no puede residir sólo en las hojas del árbol ni en el tronco necesita tener hojas. Tan necesaria es la clorofila que llega por las hojas como la savia que sube por el tronco. Así que ya lo sabes, árbol, si no quieres que tu soporte se desmorone: sabiduría para todos en el año 2000.