el consumo de la TV en los adolescentes es excesivo e indiscriminado.
Introducción
La televisión (TV) es un extraordinario instrumento de información y de transmisión cultural. En los diferentes canales televisivos se emiten documentales sobre naturaleza y ciencia, reportajes sobre la vida y costumbres, política, historia y geografía de otros pueblos, cine, teatro, deportes, programas de diversión y entretenimiento (concursos, dibujos animados, musicales), etc.; es decir, se trata de una oferta lo suficientemente plural para que su uso pudiera ser una fuente de educación y de conocimientos que favorecieran la adquisición de hábitos de vida saludables.
No obstante, los programas televisivos, incluyendo la programación infantil, están saturados de contenidos violentos (golpes, amenazas, muertes, etc.), y existe una relación causal entre la violencia en los medios de comunicación y la conducta agresiva de algunos jóvenes. También son frecuentes las imágenes e insinuaciones de tipo sexual, así como las referencias al tabaco, alcohol y drogas ilegales, tanto en los programas como en los anuncios. Además, la publicidad que acompaña y se intercala en los programas infantiles tiende a transformar los programas en escaparates publicitarios con el objetivo de estimular el deseo y la necesidad de consumir1-3. Por tanto, convendría evitar un consumo abusivo de la TV, sobre todo en niños y adolescentes, particularmente vulnerables a los mensajes audiovisuales; no sólo por los contenidos intrínsecos de los programas y mensajes, sino porque dedicar mucho tiempo a la TV también supone, en gran medida, dejar de hacer muchas otras cosas (lectura, trabajo escolar, deportes, juegos, aficiones, convivencia familiar, etc.) imprescindibles para el desarrollo integral de la persona4-6.
Dado el fácil acceso actual de los jóvenes a todos los medios audiovisuales, especialmente a la TV, y teniendo en cuenta sus potenciales efectos, estaría justificada una preocupación social por los hábitos televisivos de nuestros jóvenes. El objetivo del presente trabajo consiste en conocer y analizar los hábitos televisivos de los adolescentes, entre 10 y 14 años de edad, de nuestra área asistencial con vistas a elaborar programas educativos específicos.
Material y métodos
El marco muestral considerado lo formaban los 811 adolescentes entre 10 y 14 años (410 varones y 401 mujeres) de la Zona Básica de Salud de Estella. Para calcular el tamaño de la muestra se han tomado la hipótesis más desfavorable (0,50), un intervalo de confianza del 95% y una precisión del 0,05, siendo el tamaño óptimo de 261 casos.
Se obtuvo una muestra total de 280 casos, 148 varones (52,9%) y 132 mujeres (47,1%), mediante un muestreo sistemático y estratificado. Durante el curso escolar 2000-2001 a uno de cada tres adolescentes de entre 10 y 14 años que acudieron a los exámenes de salud correspondientes a su edad, dentro del marco de un programa institucionalizado de Atención a la Población Infantil y Adolescente7, se le proporcionó un cuestionario escrito que contenía 7 preguntas sobre hábitos televisivos (tablas 1-3). Los cuestionarios fueron completados, de forma anónima, por los propios adolescentes con la ayuda de uno de sus padres. Se han adoptado las normas de la Academia Americana de Pediatría sobre el consumo de TV como referencias de normalidad; en ellas se recomienda, por ejemplo, que el tiempo dedicado a ver la TV se limite a 1-2 h diarias4.
Los resultados se expresan como medias y desviaciones estándar (DE) y como porcentajes e intervalos de confianza del 95%. El análisis estadístico (prueba de la t de Student y comparación de proporciones) se realizó mediante el programa informático SIGMA-PLUS (Hardware, 97).
Resultados
En la tabla 1 se exponen las respuestas correspondientes a las 4 primeras preguntas.
En la tabla 2 se exponen las respuestas correspondientes a las preguntas 5 y 6. El 98,1% de los jóvenes encuestados refería ver la TV todos los días de la semana (de lunes a domingo). El tiempo medio dedicado a ver la TV era, desde el lunes al viernes, de 1,98 ± 0,7 h (119 min diarios); siendo este tiempo significativamente inferior (p < 0,05) al de los sábados y domingos, que era de 3,1 ± 0,9 h (186 min diarios). El tiempo medio semanal dedicado a ver la TV era de 16,0 ± 4,0 h, sin que existieran diferencias significativas entre ambos sexos. Además, el 76,4% (varones: 77,0%; mujeres: 75,8%; NS) también veía la TV en alguna de las ingestas diarias, sobre todo en la cena.
En la tabla 3 se recogen las respuestas correspondientes a la pregunta 7.
Discusión
En la totalidad de los hogares de los jóvenes encuestados había, al menos, un aparato de televisión, y en su gran mayoría (71,4%) dos o más. Además, uno de cada cinco de estos jóvenes disponía de un televisor en su habitación. Es decir, la TV parece formar parte de todos los hogares, se convive de forma natural con ella, y lo extraño sería lo contrario5,8-11. Esta gran accesibilidad a la TV explicaría que la mayoría de estos adolescentes haya comenzado a ver la TV antes de los 3 años, y que actualmente lo consideren una actividad cotidiana a la que dedican gran parte de su tiempo de ocio9-12. Además, muchos de estos adolescentes ven la TV antes de salir de casa por las mañanas, mientras desayunan; al llegar del colegio, mientras comen o meriendan, y sobre todo mientras cenan, lo que contribuye a que el tiempo diario dedicado a ver la TV exceda ampliamente de las recomendaciones establecidas en la actualidad4. Convendría, por tanto, que todas aquellas personas (padres, pediatras, enfermeras, maestros, poderes públicos, etc.) implicadas en la educación de los chicos reflexionaran sobre estos hábitos televisivos, ya que el uso indiscriminado de la TV aumenta la pasividad intelectual, limita la creatividad, disminuye su tiempo libre para realizar otras actividades, condiciona un mayor consumo de alimentos y una menor actividad física y, por tanto, facilita el desarrollo de obesidad3,6,13.
Entre los jóvenes encuestados, los varones preferían especialmente los programas deportivos, y las mujeres, las series y los programas musicales; no obstante, las películas y los dibujos animados también tenían bastante audencia, casi por igual en ambos sexos. Los documentales, informativos y los anuncios eran los contenidos televisivos que menos les gustaba ver. La programación que ven los adolescentes debería ser selectiva y, desde luego, controlada, y sería conveniente que estos jóvenes vieran siempre la TV acompañados por un adulto que pudiera hacer comentarios o censurar contenidos, e incluso aprovechar los mensajes de algunos programas para debatir sobre temas de preocupación social o actualidad. Se trata de aprender con la televisión, viéndola de una forma activa y crítica. Sin embargo, apenas un 38,6% de los jóvenes encuestados refería ver habitualmente la TV acompañado de un adulto; es decir, parece que existe una cierta permisividad familiar en relación con la TV, utilizándose como «niñera» y/o sustituta de la compañía paterna9,10,14. Convendría, por tanto, que los padres tomaran conciencia de la influencia que la televisión puede tener en la educación de sus hijos y, en consecuencia, procuraran evitar que sus hijos pasaran las horas muertas «pegados» al televisor fomentando entretenimientos alternativos.
En resumen, existe una actitud muy permisiva respecto a la TV en nuestros hogares, a nuestros hijos se les facilita su acceso desde edades muy tempranas e incluso a muchos de ellos se les colocan aparatos de televisor en sus propias habitaciones, apenas existe control por parte de los padres o tutores de los mensajes y contenidos de la programación televisiva y, en consecuencia, el consumo de la TV de nuestros adolescentes es excesivo y, peor aún, indiscriminado. Los pediatras deberían estar interesados e informados de los hábitos televisivos de su área asistencial, anotando en las historias de sus pacientes las horas que dedican a la TV, los programas que ven, si tienen TV en su habitación, si la ven acompañados de un adulto, etc., y especialmente si presentan problemas de conducta o fracaso escolar3,4,9,10,12, para así poder elaborar programas de intervención educativa recomendando a los padres que limiten el tiempo dedicado por sus hijos a ver la TV (1-2 h diarias), que no tengan TV en sus habitaciones, que controlen los programas que ven sus hijos y que procuren verlos con ellos y comentar sus contenidos y, por último, que impulsen la diversificación del tiempo de ocio de sus hijos, estimulando hábitos de lectura, actividad física, aficiones, etc. Ésta sería la mejor manera de conseguir que la TV fuera ese instrumento de formación, educación y ocio que todos desearíamos.
Correspondencia: T. Durá Travé. Avda. Pío XII, 10, 8.º C. 31008 Pamplona (Navarra). España.