El sindicalismo en España, en su historia reciente, tiene una trayectoria aún corta y limitada. Tal vez ello pueda justificar la poca experiencia en la negociación laboral, la escasa afiliación a sindicatos de los trabajadores, los bajos niveles de participación en las elecciones sindicales, junto al insuficiente reconocimiento social y profesional de los sindicatos y sus representantes.
Hasta el advenimiento de la democracia, todo lo que rodeaba el mundo sindical o estaba sumido en la más profunda clandestinidad o se hallaba totalmente identificado con el sindicalismo vertical del anterior régimen. A partir de ese momento, protagonizan la vida sindical del país los dos grandes sindicatos españoles: Comisiones Obreras (CCOO) y la Unión General de Trabajadores (UGT).
En el sector sanitario, y por lo que se refiere a los médicos, el sindicalismo tuvo su germen a comienzos del siglo xx, con la importante actividad del Sindicat de Metges de Catalunya, fundado en 1919, que fue condenado a la clandestinidad en 1939. A partir de 1975, al legalizarse las actividades sindicales, empiezan a constituirse sindicatos médicos profesionales en todo el Estado, con varias tentativas fallidas iniciales que ocasionaron un gran desprestigio y desconcierto entre los profesionales. En 1978 se constituye la CESM, como organismo que intenta aglutinar a todos los sindicatos médicos del Estado, con una estructura autonómica y confederal muy similar a la adoptada por semFYC.
En la actualidad existen graves problemas de representatividad de los médicos, al existir todo un entramado de organizaciones profesionales que, paradójicamente, produce entre los profesionales una sensación de desvalimiento y desprotección. El ansia de monopolizar la representatividad ante las autoridades sanitarias y la falta de definición de las funciones de colegios de médicos, sindicatos y sociedades científicas, no ayuda precisamente a incrementar el compromiso de los profesionales.
Aunque existen problemas comunes que, deseablemente, deberían ser resueltos de forma coordinada, sería conveniente ceñir el papel de los colegios de médicos a la imagen social de la profesión, los dilemas éticos y deontológicos, la regulación del ejercicio privado de la profesión, el control de la publicidad, la vigilancia del intrusismo profesional y, posiblemente, una función de asesoría (legal, científica, fiscal, etc.) de sus colegiados. De igual forma, es preciso comprender y aceptar definitivamente que el ordenamiento jurídico establece de modo claro que corresponde a los sindicatos la función de defensa y promoción de los intereses económicos y laborales de los trabajadores, junto a la capacidad de negociación colectiva laboral reconocida en el artículo 7 de nuestra Constitución.
Las diferentes opciones
Con relación al sindicalismo médico, el condicionante fundamental de su práctica se debe a representar al colectivo de más alta cualificación y responsabilidad profesional, pero en situación de permanente minoría entre el conjunto de trabajadores del sector sanitario. Esta situación de desventaja puede ser abordada con diferentes opciones:
La constitución de sindicatos corporativos como única fórmula para conseguir representatividad y capacidad de negociación, opción no exclusiva de los médicos y adoptada hoy día por numerosos colectivos sanitarios.
La incorporación a sindicatos de clase para conseguir un peso propio dentro del mismo, pese a la situación de relativa minoría.
La modificación del status legal de la negociación colectiva, otorgando a los colegios de médicos la representatividad del conjunto de la profesión a efectos de la defensa de sus intereses económicos, sociales y laborales. Esta última opción presenta obstáculos legales actualmente insuperables.
La creación de un nuevo organismo, del tipo de orden médica, muy frecuente en la Unión Europea, que incorporase las actividades de colegios y sindicatos, y que siendo mayoritario en su afiliación, no necesitaría tener que demostrar cada 4 años su nivel de representación, otorgándole el Estado el reconocimiento de la plena negociación colectiva y laboral. Aunque esta solución sería contestada fuertemente por los grandes sindicatos de clase españoles, la normativa europea permite esta opción, y «sólo» quedaría conseguir poner de acuerdo a la mayoría de los médicos para dar el paso.
La participación del médico de familia
En las pasadas elecciones sindicales de 1998, se ha confirmado de nuevo el mapa sindical sanitario español, y si un fenómeno ha destacado especialmente, éste ha sido el de la aparición de nuevas formaciones sindicales menores que han capitalizado el desencanto y restado un importante número de representantes a los sindicatos mayoritarios, aunque ninguna de ellas individualmente haya conseguido representación suficiente para sentarse en las mesas de negociación.
Tradicionalmente el médico de familia trabajó de forma atomizada y aislada; no ha existido una tradición de asociacionismo, salvo en el caso de los médicos titulares APD, a través de la Organización Médica Colegial (OMC) y de la SEMER (Sociedad Española de Medicina Rural). Por su parte, los médicos de familia vía MIR sí lograron aglutinarse en torno a la semFYC, pero para superar un camino muy dificultoso:
La obtención del reconocimiento social y profesional ante sus colegas, las autoridades sanitarias y la sociedad.
La reivindicación del desarrollo y consolidación de la atención primaria.
La consolidación, supervivencia y continuidad de la especialidad de medicina de familia y comunitaria.
La normalización de la práctica de la medicina de familia
Puesto que ningún sindicato asumió inicialmente estos planteamientos, y surgieron graves conflictos entre el colectivo de médicos de atención primaria (competitividad en el mercado de trabajo, homologación de titulación, integración de colectivos), la semFYC se constituyó como elemento de referencia prácticamente único para temas profesionales, académicos y laborales. Lo que inicialmente fue considerado como beneficioso o inevitable por algunos, en la actualidad puede ser utilizado por los empleadores (principalmente la Administración) para dividir y debilitar las fuerzas del colectivo médico.
Todavía hoy arrastramos las consecuencias de esta situación: la participación de los médicos de familia en los sindicatos es muy escasa; persiste la imagen negativa del sindicalismo médico; se desconoce generalmente la función, utilidad, recursos y reconocimiento legal que poseen los sindicatos representativos, y se confunden las funciones propias que han de asumir sociedades, sindicatos y colegios.
Propuestas para un futuro mejor
En estos momentos ya pocos dudan de la necesidad de fomentar la participación de los médicos de familia en los sindicatos. Participación que se ha de traducir en afiliación y compromiso con los órganos de representación de aquéllos. Compromiso que servirá para modificar los liderazgos históricos y poco democráticos que aún presentan muchas fuerzas sindicales. Menos apego al cargo y más democracia de forma progresiva darán respuesta a los intereses de sus afiliados.
La situación de partida para el médico de familia no es buena: un porcentaje de afiliación inferior al 20%, un colectivo de médicos de atención primaria que es minoritario (un tercio de la profesión, frente a los dos tercios de especialistas hospitalarios) y un campo tradicionalmente poco implicado en la lucha sindical.
Un grave asunto que viene a complicar más las cosas es la calificación y encuadre que tienen los médicos residentes (MIR) a la hora de votar y tener representación. Su catalogación como trabajadores con contrato laboral, y por lo tanto representados por los comités de empresa, hace que su importantísimo número potencial de votos se traduzca mayoritariamente en la práctica en ninguna participación. Dado que los intereses del residente están ciertamente centrados en su formación y en la búsqueda del futuro empleo, que su contrato finaliza casi siempre antes de que se agote su mandato y que en dichos comités de empresa apenas son oídos por el resto de los trabajadores (la mayoría de los grupos D y E), el resultado final es que la presencia de MIR en los comités de empresa es puramente testimonial, cuando dichos órganos de representación podrían ser dominados por ellos de principio a fin, con una estrategia adecuada de participación.
Y no olvidemos que el problema que se nos viene encima del enorme número de médicos españoles en paro, por una desastrosa política de admisión de estudiantes de medicina y de oferta de plazas, condiciona para no menos de 20 años que los empleadores (públicos o privados) intentarán hacer valer el hecho de que el kilo de médico estará cada vez más barato en España, con las inevitables repercusiones laborales y económicas por todos intuidas. El estudio de la pirámide de edad de los médicos españoles, por sí mismo, nos debe hacer reflexionar profundamente, si queremos mejorar y mantener el status actual del médico de familia.
Desde algunos grupos de opinión se ha apostado por la constitución de un sindicato de médicos de familia o de médicos de atención primaria. Si bien esta referencia pudiera tener indudables ventajas en cuanto a cohesión y consistencia de su actividad, no parece que pudiera lograr superar otros graves inconvenientes, como el fragmentar aún más la representatividad de los médicos de familia, compensar la inexperiencia y desconocimiento del mundo de la negociación sindical o las dificultades añadidas al proceso de normalización de los médicos de atención primaria.
Apostar por la integración en los sindicatos representativos actuales, según la ideología y valores de cada uno, significaría sumar esfuerzos con el resto de la profesión, incrementar la influencia de los médicos de familia en estas instituciones (que ha de ser proporcional a su número) y en definitiva aumentar la fuerza en la negociación colectiva aunque, a largo plazo, se deberían intentar estrategias mucho más ambiciosas para el médico de familia.
Conclusiones
En consecuencia, no es atrevido sugerir que desde la semFYC y sus sociedades federadas debe hacerse un esfuerzo por fomentar la integración de los médicos de familia en los sindicatos, acercándonos a niveles de afiliación similares a los de la propia sociedad científica.
Para ello, se deben potenciar las relaciones institucionales basadas en el respeto, el intercambio de información y el prestigio mutuo. Se debe fomentar la afiliación progresiva a sindicatos, evitando amenazas de «golpes de mano», casi siempre infructuosas, y aprovechando las facilidades dadas a los residentes y médicos desempleados, futuro real de cualquier sindicato que quiera ser algún día protagonista de su destino. Se debe fomentar la participación en las elecciones sindicales y en los órganos de representación, sin olvidar el trascendental papel de los MIR en los comités de empresa. Se debe recomendar paciencia en los cambios de orientación sindical. Y, finalmente, se deben evitar los exclusivismos en la representación sindical.
Son muchos los temas de interés común semFYC/sindicatos que pueden afectar al futuro desarrollo de la atención primaria y que se enriquecerían si se hiciera una aportación positiva desde ambas instancias: las nuevas formas de gestión clínica, el estatuto marco, la carrera profesional, la regulación de las condiciones laborales, la culminación de las transferencias sanitarias a aquellas comunidades autónomas que aún no las han recibido, la normalización de los procedimientos de acceso al puesto de trabajo, la responsabilidad civil profesional, los límites de población adscrita/médico de familia, la regulación del número de médicos que acceden anualmente al pregrado y posgrado, etc.
Igualmente, pueden ser importantes para las fuerzas sindicales los informes técnicos que periódicamente elabora semFYC (carrera profesional, perfil profesional del médico de familia, incapacidad temporal, docencia, etc.), la gran oportunidad de sus congresos que les pueden brindar una oportuna plataforma para hacerse conocer y lograr mayor participación de los socios, y la función de asesoría para cualquier tema relacionado con docencia, investigación y formación continuada.
Hemos de superar los recelos mutuos entre sindicatos y médicos de familia, al entender que éstos traducen a veces estereotipos ya muy superados o intereses ligados a personas concretas. Asumiendo cada entidad las funciones propias que le otorga la legalidad vigente, desde el respeto a la pluralidad de intereses de cada una de ellas, la apuesta de semFYC por el compromiso y avance profesional de la medicina de familia tendrá su fruto en la sociedad vertebrada y democrática que todos deseamos.