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Vol. 28. Núm. 7.
Páginas 511 (octubre 2001)
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Medida de la presión arterial en la oficina de farmacia
Measurement of blood pressure in the pharmacy
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E. Martín Rioboóa, FJ. Fonseca del Pozob, M. Ripollés Ortib, A. Díaz Morenob
a Centro de Salud de Fuente Palmera.
b onsultorio de Pedro Abad. Córdoba.
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Sr. Director: Hemos leído atentamente el original publicado en su revista con el título «¿Se puede medir la presión arterial en las oficinas de farmacia?» que firman los Dres. J.A. Divisón et al1.

En primer lugar, nos parece muy interesante intentar valorar, como en otros estudios2, si las medidas de presión arterial (PA) en farmacia que se realizan rutinariamente son en verdad fiables. Es práctica habitual en nuestras consultas la recomendación de la toma de PA en la farmacia, fundamentalmente para intentar descubrir tanto el «fenómeno», como la «hipertensión arterial de bata blanca» (HTA aislada de consulta).

Esta recomendación no está exenta de riesgos al no poder aclarar si la toma de PA en cada una de las farmacias se realiza correctamente, lo que podría llevarnos al error, en el caso de que confiemos en ellas, de sobre o infradiagnosticar a nuestros enfermos.

Estamos de acuerdo con los autores en las ventajas que aporta para nuestros pacientes la toma de la PA en lugares diferentes al centro de salud (CS), que podrían eliminar la posible reacción de alerta que supone para el paciente la presencia del médico. Una posible alternativa, que ya se ha estudiado en otros trabajos, es la toma de la PA por personal de enfermería, que parece podría disminuir este fenómeno e incluso acercarnos más a la presión ambulatoria que las efectuadas por el médico3, aunque también es conocido que los resultados no son equivalentes en todos los estudios.

Respecto al estudio publicado, quisiéramos hacer las siguientes puntualizaciones:

 

­ Pensamos que, para poder realizar un estudio de concordancia en las tomas de PA, es inevitable tener en cuenta los posibles sesgos que pueden «artefactar» 2 tomas tensionales para intentar averiguar la fiabilidad entre 2 observadores, como ya citábamos en un estudio de concordancia en HTA publicado por nosotros recientemente en esta misma revista3.

­ El principal error que encontramos, como reconocen sus autores, es que la medida de PA en las farmacias no está estandarizada. Por un lado, no sabemos quién realiza esta toma tensional (preparación, titulación, conocimiento del procedimiento de las tomas tensionales, etc.), siendo muchas veces el auxiliar de farmacia quien realiza la toma, no quedando constancia en este estudio si las tomas las realizaron los farmacéuticos titulares o sus auxiliares (en cualquier caso, tampoco se conoce la preparación que tienen los farmacéuticos para realizar dichas tomas).

­ El instrumento de medida era diferente en cada farmacia. Así en unas farmacias la toma tensional se realizaba con esfigmomanómetros de mercurio (EM), sistema que sigue siendo habitual en muchas farmacias, según hemos podido comprobar en un estudio de campo que estamos realizando en nuestras zonas básicas, aún no publicado, método que se considera hoy día de elección para la medida de PA, pero si lo lleva a cabo personal adecuado y con un conocimiento objetivo sobre el procedimiento de medida. Incluso en estas condiciones ideales, que no parece ser se dieran en este estudio, la toma de PA puede adolecer de numerosos sesgos y no alcanzar la precisión adecuada3.

­ En los casos en los que se tomó la PA con aparatos automáticos de medición, éstos no estaban validados (sólo 3 de los 17 utilizados lo estaban), siendo por tanto, y en la práctica, desaconsejadas estas mediciones por todas las recomendaciones de las sociedades científicas al no poder conocer la fiabilidad de aquéllas.

­ No se identificaron otros sesgos de medición que pudieran invalidar los resultados. Siguiendo la clasificación de Rose: a) sesgo del observador: no se realizó un curso previo ni a los farmacéuticos ni a los enfermeros/as participantes para homogeneizar las tomas según las recomendaciones al respecto de las diferentes sociedades internacionales, y b) sesgo de método: por un lado no se daban unas recomendaciones previas a los pacientes para que las tomas se hicieran en condiciones ideales, ni como ya se ha comentado se tuvieron en cuenta las calibraciones ni las validaciones de los diferentes aparatos que se usaron para las mediciones. Por otro lado, tanto el tiempo transcurrido entre unas y otras tomas, que en algunas ocasiones fueron incluso de 2 horas, como el desconocimiento de las distancias a las que se encontraban las oficinas de farmacia de los CS, el tiempo de espera real de cada paciente, o las condiciones individuales en que se tomaron a los pacientes dichas mediciones (como ya reconocen los autores en su discusión), podrían haber influido en la variabilidad intrínseca de la PA y, así mismo, poder «artefactar» el estudio de comparabilidad.

­ Creemos que la posible existencia de algún sesgo en la toma de PA en las consultas de enfermería (CE) (como el redondeo a 0 o 5 o la no calibración de los EM) son errores fácilmente subsanables y, por tanto, no excluiría, como se demuestra en otros estudios, a las tomas por enfermeros/as como las más apropiadas y posiblemente de referencia5.

­ En los resultados observados, y como ya ocurrió también en nuestro estudio, el coeficiente de correlación intraclase fue bueno en todas las mediciones, lo que sugeriría una buena fiabilidad interobservador en las tomas tensionales. Según algunos autores6, este índice no sería el más apropiado para la medición de variables continuas orgánicas, por lo que su medición no tendría interés. En cambio, las gráficas de Bland y Altman, y el método de la media de las diferencias, que acercan más a la realidad práctica del caso nos dicen que, para diferencias superiores a 5 mmHg, que se considera el límite aceptable en clínica, existen discrepancias apreciables que hacen que no se puedan aceptar como fiables estas medidas.

­ Pensamos que la referencia a que las simples diferencias entre valores medios de las tomas de PA entre oficinas de farmacia y CE podrían hacer pensar en una buena concordancia no está justificada, pues lo que Fleiss ha venido en denominar «índice de concordancia simple» no es un adecuado índice estadístico, al no poder descartar el azar como causa de las posibles similitudes o diferencias entre mediciones.

Queremos resaltar que el aspecto positivo de este estudio es la proximidad de lo estudiado a la práctica clínica diaria, siendo un estudio de campo que pretende valorar en las condiciones habituales de nuestra práctica clínica qué es lo que está ocurriendo en las tomas que recomendamos a nuestros pacientes en las farmacias de nuestra zona básica, y si podríamos seguir recomendando estas prácticas con una evidencia científica.

­ Creemos, sin embargo, que la existencia de los sesgos que hemos descritos con anterioridad hacen inviable, a partir de este trabajo ninguna decisión real sobre la cuestión, como reconocen los propios autores.

­ En cualquier caso, sólo el mero hecho de conseguir la participación de un número tan elevado de farmacias en el trabajo, y su implicación en temas sanitarios de relevante importancia, como es el cuidado del enfermo hipertenso, es ya una victoria indiscutible.

 

Sería muy útil realizar un estudio de estas características en cada CS y con las farmacias que son referencia de cada zona básica, una vez superados los posibles sesgos evitables, con similares características al aquí analizado, lo que podría darnos un indicador fiable de si las tomas cercanas a nuestros pacientes pueden sustituir a la medición de la presión arterial en el domicilio (AMPA), con el posible ahorro económico que supondría para algunas familias, que en algunos casos no pueden tener acceso aún a estos aparatos de AMPA.

Estamos seguros de que la concienciación de todos los farmacéuticos en la utilidad de sus aportaciones en salud hará que algunos de los errores, claramente evitables y que de forma valiosa se han podido apreciar en este estudio, se pudieran subsanar con pequeños esfuerzos por su parte (aparatos automáticos validados, recomendaciones previas a los pacientes, metodología correcta, calibraciones periódicas de los aparatos de medición, etc.), y por supuesto para el personal de enfermería, que debe concienciarse de que su participación es esencial en este ámbito, mejorando su formación en el proceso de medición de la PA.

Por último, queremos agradecer a los componentes del grupo GEVA las numerosas aportaciones que han realizado en el campo de la HTA y de los factores de riesgo cardiovascular desde el ámbito de la atención primaria, y que esperamos sigan realizando en el futuro.

 

 

1.Divisón JA, Artigao LM, Sanchiz C, Álvarez F, Carbayo J, Carrión L et al. ¿Se puede o debe medir la presión arterial en las oficinas de farmacia? Aten Primaria 2001; 28: 4-10.

2.Montes G, Fernández JA, Prada A, Polonio R, Rodríguez D, Pérula LA. Fiabilidad de la medición de presión arterial. Paciente frente a profesional de atención primaria. Aten Primaria 2000; 25: 73-77.

3.Martínez MA, Aguirre A, Sánchez M, Nevado A, Laguna I, Torre A. Determinación de la presión arterial por médico o enfermera: relación con la presión ambulatoria y masa ventricular izquierda. Med Clin (Barc) 2000; 20: 770-775.

4.Ripollés M, Martín E, Díaz A, Aranguren B, Murcia M, Toledano A et al. Concordancia en la medición de la presión arterial entre diferentes profesionales sanitarios. ¿Son fiables los esfigmomanómetros de mercurio?. Aten Primaria 2001; 27: 234-243.

5.Martínez-López MA, García Puig J, Sancho Bueso T. ¿Quién debe tomar la presión arterial en la consulta? Hipertensión 2001; 18: 125-132.

6.Prieto L, Lamarca R, Casado A. La evaluación de la fiabilidad en las observaciones clínicas: el coeficiente de correlación intraclase. Med Clin (Barc) 1998; 110: 142-145.





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