Objetivo. Conocer el nivel de autopercepción de salud (AES) y de morbilidad percibida por los escolares y analizar posibles diferencias en función de las características sociodemográficas y ciertos estilos de vida.
Diseño. Estudio observacional transversal, por encuesta de salud.
Emplazamiento. Nivel comunitario.
Participantes. 548 escolares de sexto y octavo de EGB de la Zona Básica de Salud Occidente (Córdoba).
Intervenciones. Encuesta de salud autocumplimentada.
Mediciones y resultados principales. Un 43,7% de los alumnos se sienten muy sanos. Una AES mala se halla asociada de manera independiente con ser niña, mal estado de forma física y sentimiento de infelicidad. El cansancio y el nerviosismo constituyen los trastornos más frecuentemente padecidos por los escolares
Conclusiones. Aunque la AES de los escolares resulta aceptable, observamos una elevada morbilidad percibida y prevalencia de accidentes, junto con un llamativo consumo de medicamentos.
Objectives. To find what self-perception of their health (SPH) and of their morbidity by school-children; and to analyse possible differences, in function of their social and demographic characteristics and life-styles.
Desing. An observational crossover study, using a health questionnaire.
Setting. Community.
Participants. 548 6th and 8th grade (EGB) children in the Occidente Health Area, Córdoba.
Interventions. Self-filled health questionnaire.
Measurements and main results. 43,7% of students felt very healthy. Bad SPH was independently associated with being a girl, poor state of physical fitness and feeling unhappy. Tiredness and nervousness were the most frequent disorders suffered by school-children.
Conclusions. Although the SPH of the school-children was acceptable, we found high perceived morbidity and prevalence of accidents, along with a striking consumption of medication.
Introducción
Para el estudio de los problemas de salud de la población escolar se manejan indicadores de mortalidad y morbilidad, aunque tanto unos como otros son poco importantes, en cuanto a su magnitud, para este grupo de edad. Por otra parte, la medición de la morbilidad escolar plantea diversos problemas metodológicos y de ausencia de registros adecuados, lo que hace que exista una carencia de datos. Los resultados de los exámenes de salud escolar pueden ser utilizados con fines de encuesta epidemiológica, aunque la validez y fiabilidad de dichos exámenes, además de su rentabilidad, ha sido bastante cuestionada1,2.
La autopercepción del estado de salud (AES) se considera un indicador válido para la medición del nivel de salud, y, junto a la morbilidad percibida, es un fiable predictor del uso de los servicios sanitarios, habiéndose demostrado su fuerte correlación con medidas objetivas de salud y capacidad funcional3,4. También se ha visto que una AES positiva predice una mayor supervivencia, independientemente de la salud objetiva del sujeto5. Es por ello, por lo que la AES se está comenzando a emplear con cierta asiduidad en el contexto de determinadas encuestas de salud a la población6-10, ya que una sencilla pregunta puede ofrecer una valiosa información que nos permite una aproximación al estado de salud de la población de estudio, y al mismo tiempo es posible correlacionarla con variables sociodemográficas de interés.
La investigación de los fenómenos en el campo de la salud, aunque aparentemente sencillos, encierran una gran complejidad. Los comportamientos individuales y de los grupos relacionados con la salud y la enfermedad están influenciados por componentes sociales y culturales, entre los que destacan hábitos, creencias, valores, actitudes, etc. El conocimiento de estos aspectos en la comunidad constituye hoy día una prioridad para el desarrollo de medidas encaminadas a la promoción de hábitos saludables.
El objetivo de nuestro estudio fue acercarnos al conocimiento del estado de salud y a la morbilidad percibida de los escolares de sexto y octavo de Enseñanza General Básica (EGB) de una zona básica de salud (ZBS) y estudiar las diferencias de salud en función de las características sociodemográficas y de otras variables de interés. Del resultado de dicho estudio, podremos generar hipótesis, predecir desigualdades de salud y detectar población o grupos de riesgo.
Material y métodos
Se diseñó un estudio descriptivo transversal, por encuesta de salud, a todos los niños escolarizados en los niveles de sexto y octavo de EGB de los colegios ubicados en el área de cobertura de la ZBS «Barriada de Occidente», de Córdoba capital, lo que representaba un total de 585 alumnos matriculados en el curso lectivo 1992-1993.
Como fuente de recogida de datos se utilizó un cuestionario compuesto por 54 preguntas, en su mayoría cerradas, sobre hábitos y estilos de vida relacionados con la salud. En su diseño se tomó como base el utilizado para el «Estudio de los hábitos de los escolares en relación con la salud», en su versión española6, con el fin de preservar al máximo la comparabilidad entre ambos estudios. El cuestionario había sido utilizado por nosotros en estudios previos11. Así mismo, y antes de comenzar el trabajo de campo, se realizó una prueba piloto a una submuestra de 15 escolares elegidos al azar pertenecientes a nuestra ZBS, y de características similares a la población diana, con lo que se pudo constatar el grado de comprensión de las preguntas, la aceptación por parte de los alumnos, así como la duración media en contestarlo, la cual se estimó en una hora, aproximadamente.
Las variables que analizamos en el presente artículo se agrupan de la siguiente forma:
Sociodemográficas (edad, sexo, curso, colegio, ocupación de los padres y lugar de residencia).
Nivel de salud: AES (se planteaba la pregunta ¿cómo crees que estás de sano?: muy sano, bastante sano, o poco o nada sano); morbilidad percibida (frecuencia de ocurrencia de 10 trastornos o dolencias: todos los días, alguna vez a la semana, alguna vez al mes, rara vez o nunca) y accidentes por los que hubiera tenido que acudir al médico.
Demanda de atención médica y consumo de medicamentos durante el último mes.
Otras variables de los estilos de vida también fueron consideradas (consumo de alcohol y tabaco, vivencia de la escuela, sentimientos de soledad y felicidad, actividad física).
El trabajo de campo se llevó a cabo entre los meses de abril a mayo de 1993. En primer lugar, se contactó con los directores de los colegios para explicarles los objetivos del estudio, solicitar su colaboración y fijar el día y la hora de la administración de la encuesta. Los cuestionarios fueron pasados por 5 miembros del equipo de investigación, los cuales habían recibido el adiestramiento oportuno y las instrucciones precisas sobre su actuación, respuestas y puntualizaciones a efectuar, a fin de homogeneizar en lo posible las condiciones de recogida de los datos. El cuestionario fue autocumplimentado por el alumno en horas lectivas y sin previo aviso (con vistas a evitar que se generara un clima de expectación o de inasistencia del escolar que pudiera producir sesgos de selección). La administración del cuestionario era precedida de una breve explicación oral y por escrito a los alumnos sobre la finalidad del estudio, insistiéndoles sobre la garantía de la confidencialidad de la información recogida.
La codificación y gestión de los datos se realizó con el programa DBASEIII Plus (Ashton-Tate Company, EE.UU.), y más tarde fueron depurados y tratados estadísticamente mediante el programa RSigma (Horus Hardware, Madrid) y SPSS/PC+ (SPSS Inc., Chicago). En primer lugar, se procedió a un análisis estadístico descriptivo. Se han calculado los intervalos de confianza del 95% (IC del 95%) de seguridad para los principales estimadores. Posteriormente, se efectuó un análisis bivariado de la asociación entre las variables sociodemográficas y otros hábitos de salud (variables independientes) y la AES (variable dependiente). Se empleó el test de la ji-cuadrado de Pearson, o el test exacto de Fisher, para la comparación de proporciones, la prueba t de Student y el análisis de la variancia para la comparación de 2 o más medias independientes. Se ha asumido un error de primera especie del 5% (p<0,05) y los contrastes empleados han sido bilaterales. Finalmente realizamos un análisis multivariado para determinar aquellas variables que se asociaban de manera independiente a la AES, controlando al mismo tiempo el posible efecto confundente de otras covariables. Para ello se empleó el análisis de regresión logística múltiple no condicional12,13. Para la modelización se utilizó la estrategia «hacia atrás» (backward stepwise), planteando pruebas parciales con el fin de eliminar una a una las variables no significativas (p<0,05). Para evaluar si el modelo era capaz de explicar el comportamiento de la muestra (capacidad predictiva), y decidir qué variables independientes debían dejarse, se ha contado con los contrastes de hipótesis individuales de los coeficientes beta (contrastes de Wald; p<0,05); además del contraste global del modelo, realizado a través del estadístico logaritmo del cociente de verosimilitudes. Para ser incluidas en cada modelo como variables independientes, éstas debieron demostrar su asociación previa mediante análisis bivariante para una p<0,05. Todas las variables, a excepción de la edad, han sido introducidas en el modelo como cualitativas dicotómicas, para así facilitar la interpretación de los parámetros (coeficientes beta y odds ratio OR con sus respectivos IC del 95%).
La clase social se basó en la ocupación del cabeza de familia; para ello se utilizó la clasificación propuesta por Domingo y Marcos14, que es una adaptación de la clasificación británica utilizada por el Registrar General. Como quiera que pudimos comprobar que había pocos casos de las categorías I, II y III (empleados de nivel superior, medio y cualificado no manual), efectuamos una agrupación de éstas en una sola (clase social I), así como de la IV, la cual estaba originalmente subdividida en dos (IVa y IVb), pasando a quedar finalmente 4 categorías (desde la I la clase social más alta a la IV clase social más baja, en donde se encuadran primordialmente los desempleados). Para la valoración del tipo de hábitat, se pasó a recodificar la variable «lugar de residencia», considerando aquél desde el punto de vista geográfico (urbano frente a rural) y socioeconómico (alto-medio-bajo): a) urbano-medio; b) urbano-bajo, y c) rural.
Resultados
Contestaron al cuestionario 548 alumnos, lo que supone una tasa de respuesta del 97,8%. Las faltas de respuesta fueron debidas a la inasistencia a clase del alumno el día en que se pasó la encuesta, fundamentalmente por enfermedad; ningún alumno se negó a participar. Tres cuestionarios fueron invalidados por presentar omisiones o errores importantes en las contestaciones a las preguntas.
Los escolares presentaban una media de edad±desviación estándar (DE) de 12,4±1,3 años (límites, 10-15 años), de los que un 53,0% eran niños (media de edad±DE, 12,5±1,3) y el 47,0%, niñas (media de edad±DE, 12,3±1,2). Un 56,3% eran alumnos de sexto curso de EGB (promedio de edad±DE, 11,6±1,0) y el 43,7%, de octavo de EGB (promedio de edad±DE, 13,4±0,8). La distribución de nuestra población según el tipo de hábitat queda como sigue: urbano-medio (39,3%), rural-medio (44,8%) y urbano/bajo (15,9%). En relación a la ocupación del padre, en el ámbito urbano-medio (67,0%) y rural (71,8%), se observa un predominio de trabajadores cualificados o semicualificados (clase social II), mientras que en el medio urbano-bajo hay un elevado porcentaje de padres sin empleo (39,1%, clase social IV).
AES
Un 43,7% (IC del 95%, 39,4-47,9) de los alumnos encuestados se sienten muy sanos, el 50,0% bastante sanos y el 6,3% poco o nada sanos. Como puede observarse en la figura 1, un mayor porcentaje de niñas que de niños mostraron peor AES (3,1% frente a 10,0%, respectivamente) ji-cuadrado, 15,08; p<0,001. Un 48,3% de los alumnos de sexto de EGB declaran sentirse muy sanos frente al 37,4% de los escolares de octavo de EGB ji-cuadrado, 6,89; p=0,031. No se ha hallado relación entre la edad, la clase social o el tipo de hábitat y la AES. Otras variables de los estilos de vida en las que se ha estudiado su relación con la AES, mediante análisis bivariante, se resumen en la tabla 1. El modelo multivariante que mejor se ajustó para la AES, controlando por la edad, incluye las variables sexo (peor estado de salud en las niñas), estado de forma física y sentimiento de felicidad (tabla 2).
Morbilidad percibida
El estar cansado (20,9%, todos/casi todos los días), estar nervioso (20,0%) y estar enfadado (12,7%) fueron los trastornos más frecuentes manifestados por los escolares. En la figura 2 se muestra la prevalencia de trastornos y dolencias percibidos por los escolares, según el sexo. Aunque se observa una mayor prevalencia de trastornos en las niñas que en los niños, sólo se hallaron diferencias estadísticamente significativas en el caso del dolor de cabeza ji-cuadrado, 12,70; p<0,001, dolor de estómago o tripas ji-cuadrado, 12,70; p<0,001 y estar cansado ji-cuadrado, 8,51; p=0,003. El nerviosismo es un trastorno más frecuente entre los alumnos cuyo hábitat de residencia es el urbano-medio (72,5% manifestaron sentirlo con una periodicidad al menos mensual), que en el rural (68,3%) o urbano-bajo (52,9%) ji-cuadrado, 10,71; p=0,004. También se apreciaron diferencias según la clase social en la frecuencia de dolor de estómago o barriga (más frecuente entre los de la clase social I, con un 79,6%) ji-cuadrado, 8,44; p=0,037, y de mareos (más frecuentes entre los de la clase social III, con un 75,5%) ji-cuadrado, 10,44; p=0,015.
Prevalencia de accidentes
Los golpes en la cabeza (21,3%), seguido de las fracturas de hueso (20,7%), constituyeron los accidentes que precisaron de asistencia médica más frecuentemente padecidos por los alumnos durante el curso escolar. La figura 3 muestra la prevalencia de accidentes según el lugar donde éstos se produjeron. La edad guardó relación con la frecuencia de golpes en la cabeza (media de edad para los que presentaron algún golpe, 12,2±1,1; media de edad para los que manifestaron no haberse dado golpes en la cabeza, 12,5±1,3; t=2,07; p=0,038), heridas (media para los que presentaron alguna herida, 12,1±1,0; media para los que no, 12,4±1,3; t=2,17; p=0,032) y mordeduras de animales (media para los que las presentaron, 12,2±1,0; media de edad para los que no, 12,4±1,3; t=2,07; p=0,038). También se han hallado diferencias estadísticamente significativas según el género para los golpes en la cabeza (24,7% de los niños, frente al 16,5 de las niñas) ji-cuadrado, 5,10; p=0,023 y heridas (15,7% de los niños frente a 7,8% de las niñas) ji-cuadro, 7,63; p=0,005. Por curso, se encontraron diferencias en la producción de golpes en la cabeza (26,5% entre los niños de sexto frente a un 13,9% de los de octavo de EGB). Los golpes en la cabeza (8,7%), quemaduras (7,8%) y mordeduras de animales (11,7%) se ocasionan principalmente en la casa, mientras que las fracturas de hueso (9,9%) son más habituales en la calle ji-cuadrado, 11,9; p<0,001.
Demanda de atención médica y consumo de fármacos
En la figura 4 se observa el porcentaje de escolares que acudieron durante el último mes en demanda de asistencia sanitaria, y quién le asistió. El médico del seguro fue el profesional elegido preferentemente (62,9%). Los alumnos de sexto de EGB, con un 48,6%, acudieron con mayor frecuencia al médico que los de octavo (35,5%) ji-cuadrado, 8,77; p=0,003. Así mismo, los niños que declararon presentar trastornos como dolores de cabeza ji-cuadrado, 10,02; p=0,018, o de estómago-barriga ji-cuadrado, 8,08; p=0,044, y los que manifestaron estar nerviosos, fueron los que más precisaron atención médica ji-cuadrado, 0,48; p=0,014.
En la figura 5 se puede apreciar la frecuencia de consumo de fármacos durante el último mes, según el problema de salud para los que fueron usados. Los medicamentos para el dolor de cabeza (40,1%) y para el resfriado (37,7%) destacan por su frecuencia de uso. No se hallaron diferencias entre el consumo de fármacos y las variables sociodemográficas de nuestro estudio.
Discusión
El papel que la AES tiene como predictor de la salud global del individuo ha sido objeto de varios trabajos prospectivos, cuyo primer antecedente se encuentra en el estudio de Manhattan, publicado en 197615, el cual se ha seguido de otros posteriores que han ahondado en el tema4,5. Todas estas investigaciones ponen de manifiesto la asociación existente entre una buena AES, un envejecimiento saludable y una mayor supervivencia. Esto ha tenido implicaciones teóricas y prácticas. Desde el punto de vista teórico, estos hallazgos representan evidencias empíricas consistentes de la influencia psicosocial en la génesis y desarrollo de la enfermedad, que deberían repercutir en un mayor estudio de la misma. Prácticamente, este indicador podría resultar de gran utilidad para su uso rutinario, tanto desde un punto epidemiológico (planificación sanitaria, diagnóstico de salud de la comunidad), como individual, en las consultas de medicina general, por su carácter predictor y su fiabilidad para clasificar y caracterizar a la población de riesgo8.
A pesar de los trastornos y malestares que, como después veremos, afirman presentar un considerable número de escolares, la mayoría de nuestra población percibe su salud como buena, y sólo un 6,3% de nuestros alumnos se considera poco o nada sano. Estos resultados son los mejores de los publicados hasta el momento en nuestro país, dado que en los anteriores trabajos la mala AES osciló entre el 7%6 Estudio Nacional y el 11%16 Estudio Andaluz e igualmente contrastan con los hallados en 1988 en nuestra zona rural, donde un 17% de los escolares afirmaron no sentirse muy sanos11. Gascón17, en un estudio similar realizado en 1993, encuentra hasta un 25% de escolares de la provincia de Córdoba (excluida la capital) con un estado de salud insatisfactorio. Puesto que tanto la metodología utilizada como los grupos de edad eran los mismos en estos estudios, las diferencias observadas podrían atribuirse a las distintas características sociodemográficas de las poblaciones comparadas o a variaciones estacionales o temporales. Por otra parte, casi todos los trabajos revisados ponen en evidencia diferencias por género, que se hacen cada vez más acusadas conforme aumenta la edad6,7,9,16,17,19. Se sabe que si bien es cierto que las mujeres viven más, también lo es que se sienten peor de salud que los varones19, y este fenómeno parece producirse incluso desde edades tempranas de la vida. Aunque no hemos hallado asociación directa, apreciada en otros estudios6,7,9,16,18,19, entre la AES y la edad, con los cursos sí que se hacen patentes estas diferencias, lo que nos inclina a pensar que el nivel de salud empeora, aunque ligeramente, conforme los niños son más mayores. Estas variaciones por cursos también han sido señaladas en otras investigaciones6,16. Por otro lado, a pesar de que en distintos trabajos se ha puesto de manifiesto que la clase social está fuertemente asociada a la AES, ello no se comprueba en nuestro estudio, quizá debido a que la población es más homogénea respecto a esta variable que la de otras áreas geográficas, y si el efecto existe no se puede observar en la muestra.
Hay una serie de características que están presentes en mayor medida en aquellos niños con peor AES. Así, éstos muestran una menor actividad física y una peor autovaloración de su estado de forma física. El sentimiento de infelicidad y de soledad es más habitual entre estos escolares. También presentan más frecuentemente trastornos, como cansancio y mareos, y dolores abdominales (estómago, barriga). Observamos, al mismo tiempo, una mayor ingesta declarada de medicamentos para el dolor de estómago. El análisis multivariante pone de manifiesto que los factores asociados de forma independiente a una peor AES son el sexo (niñas), mal estado de forma física e infelicidad. Algunas de estas evidencias halladas en nuestro trabajo se apoyan en anteriores investigaciones6,16. Así, en el Estudio Andaluz sobre Hábitos de los Escolares en Relación con la Salud16, se encuentra una asociación entre una peor AES y una menor práctica del deporte. Por otro lado, en el Estudio Nacional6 se pone de relieve que los escolares que sufren más frecuentemente trastornos como dolor de espalda, de cabeza, abdominales y de muelas, así como dificultades para dormir o mareos, son los menos sanos. Los autores de este mismo estudio, haciendo uso de técnicas multivariantes (análisis de correspondencias múltiple), han hallado una relación entre una baja AES y la existencia de hábitos de consumo insanos, trastornos psicosomáticos y rechazo de la escuela6.
En cuanto al grado de morbilidad percibida por nuestros escolares, en general nuestros resultados están en consonancia con los hallados en otros lugares de nuestro entorno6,16,17,20. El malestar más común entre los niños de estas edades es el cansancio (2 de cada 10 afirman tenerlo todos los días), seguido de trastornos de la irritabilidad (nerviosismo y «estar enfadado»). El nerviosismo es un padecimiento que lo sufren más asiduamente los niños de la zona urbana-media. Se aprecia una tendencia en todos los trastornos estudiados (a excepción de los dolores de piernas) a que los padezcan más las niñas que los niños, sobre todo en lo que respecta al dolor de cabeza y de estómago o tripas, lo que corrobora los resultados de otros estudios6,16,17,20. Esta mayor frecuencia de molestias abdominales entre las niñas podrían ser debidas, al menos en parte, a dolores premenstruales que ya pueden experimentar a estas edades20.
Los accidentes han adquirido una especial relevancia en las últimas décadas. Actualmente constituyen la primera causa de muerte en niños desde el primer año de vida hasta los 14 años en los países industrializados21-23. Los accidentes generan, además, una morbilidad que puede tener importantes repercusiones en las secuelas e invalidez infantil y en el absentismo escolar. La mayoría de los factores que influyen en la aparición de accidentes están relacionados con los estilos y modos de vida de la población, favorecidos igualmente por las condiciones del entorno donde se producen21. Según algunos autores22,24, las caídas en general, y sobre todo las ocasionadas durante la realización de deportes de colisión, como el fútbol o el baloncesto, constituyen la primera causa de lesiones en los jóvenes de 12-17 años. En nuestro estudio, los accidentes más frecuentes fueron los que originaron golpes en la cabeza y fracturas de hueso. Estas lesiones podrían tener su origen en la práctica de juegos o deportes en el lugar habitual de encuentro con los amigos, que suele ser la calle. En la práctica de deporte es conveniente que los niños utilicen el equipo adecuado en calidad, talla y estado de conservación, y además éste debería ser practicado en lugares apropiados para ello. Estos resultados son coincidentes con los aportados por otros autores21,25.
Como era de esperar, las quemaduras y mordeduras de animales tienen su principal origen en la casa. La gran mayoría de las quemaduras de los niños son producidas por líquidos que se derraman encima de ellos24. A menudo, las quemaduras tienen un trasfondo sociológico, del que depende el nivel tecnológico de la comunidad de la que forma parte el individuo. En los lugares en que se utilizan sistemas de calefacción rudimentarios, las quemaduras constituyen un accidente más común y grave que en aquellos en que es habitual la calefacción central. Nosotros hemos encontrado una mayor prevalencia de este tipo de accidentes entre los niños del hábitat marginal, donde aun hoy en día es relativamente habitual la utilización del «bracero de picón» como sistema de calefacción.
Al igual que en otros estudios6,21, los accidentes aumentan con la edad de nuestros escolares. Por otro lado, también se observa una mayor incidencia de golpes en la cabeza y de heridas en los niños que en las niñas. Esto puede ser debido al tipo de juegos que desarrollan, mucho más violentos y de acción en el caso de los primeros.
Por otra parte, un considerable número de alumnos (4 de cada 10) manifestaron haber acudido a los servicios de salud en los 30 días anteriores a la entrevista. El médico más visitado fue el del «seguro» (médico de cabecera), aunque casi 2 de cada 10 escolares afirmaron haber acudido al hospital. Hemos de tener en cuenta que la mayoría de los problemas de salud pueden ser resueltos desde el nivel de atención primaria. Cabe subrayar que el alto grado de inadecuación de las consultas producidas por la población infantil en los servicios de urgencia hospitalarios de nuestro país es un hecho que hemos podido constatar26.
El abuso o el uso indiscriminado de medicamentos se ha convertido en una conducta tan habitual entre la población que, en cierto modo, se puede considerar como un rasgo propio de nuestra cultura. Su utilización es un indicador sanitario que nos puede ayudar a caracterizar el sistema sanitario y el perfil de salud de la población. El uso de medicamentos entre los escolares no ha sido estudiado suficientemente hasta el momento en nuestro país, sobre todo utilizando como fuente de datos al propio consumidor. Por lo que se desprende de nuestro estudio, este consumo se puede catalogar como desmesurado, en consonancia con lo hallado en otros trabajos6,17,18,20. Existe una creciente preocupación por parte de las autoridades sanitarias por racionalizar la utilización de medicamentos, ya que aparte del enorme gasto económico que están generando, no siempre es la mejor solución del problema médico observado27,28. Por otro lado, no se debe de olvidar los efectos secundarios y la iatrogenia originada como consecuencia de su uso inadecuado, sobre todo entre la población más vulnerable, entre los cuales se incluyen los niños. Así, generalmente se cree tanto por parte de los padres como de los propios profesionales que ciertas medicaciones de uso frecuente (por ejemplo, aquellas indicadas contra procesos de carácter banal, como el resfriado) son seguras e inocuas, a pesar de que no se han practicado estudios controlados en niños que permitan formular conclusiones similares a las que se ha llegado en los adultos en relación a su eficacia y seguridad29.
En resumen, y para concluir, diremos que aunque en líneas generales nuestros escolares presentan una buena AES, hallamos una elevada prevalencia de dolencias, trastornos percibidos y accidentes, así como un considerable consumo de fármacos. El sexo establece las principales diferencias en el nivel de salud, dado que las niñas tienen una concepción más negativa de su salud, aunque los niños presentan más riesgos de accidentes.