Sr. Director: Se ha publicado recientemente en la Revista el proyecto de investigación titulado «Péptido cerebral natriurético en atención primaria: valor diagnóstico en la insuficiencia cardíaca»1 por el grupo de trabajo PICAP. A propósito del tema nos gustaría hacer las siguientes reflexiones.
En atención primaria (AP) hemos centrado nuestros esfuerzos fundamentalmente en el control de los factores de riesgo de la insuficiencia cardíaca (IC), es decir, sobre los pacientes incluidos en el estadio evolutivo A» de la ACC/AHA2. Pero la disfunción sistólica (DS) del ventrículo izquierdo (VI) es un fenómeno de carácter evolutivo que conduce a un deterioro progresivo de la función contráctil y de la situación clínica del paciente.
Para llevar a cabo el proceso diagnóstico de IC en el grupo de pacientes que presentan síntomas dudosos o que se encuentran asintomáticos, pero ya con enfermedad estructural cardíaca (estadio B)2, que atendemos en nuestras consultas de AP, así como los pacientes con disnea aguda de origen incierto que se atienden en los servicios de urgencia, disponemos de la historia clínica y una exploración física exhaustivas, así como de una analítica, un electrocardiograma y una radiografía de tórax.
La ecocardiografía es la prueba de referencia en el estudio de la IC; sin embargo, el acceso que tenemos los médicos de AP a ella es variable, pero siempre subóptimo. Por otro lado, requiere una tecnología sofisticada y cara, así como un operador experimentado, con un importante consumo de tiempo. Algunos estudios ponen de manifiesto que, solamente alrededor de un 25% de los pacientes remitidos para ecocardiografía con diagnóstico clínico de IC en AP finalmente muestra DS de VI3.
En AP, si únicamente empleamos criterios clínicos, las etiquetas de IC falsamente positivas pueden llegar hasta un 50%4, y hasta el 43% de los pacientes que acuden por disnea a las urgencias hospitalarias son diagnosticados erróneamente de IC5.
La IC es la única enfermedad cardiológica cuya prevalencia e incidencia han aumentado en los últimos años y el papel que a los médicos de familia nos corresponde es amplio y trascendental para mejorar el pronóstico y disminuir los ingresos hospitalarios por reagudización.
La posibilidad, en el futuro, de disponer en AP y en los servicios de urgencias de un biomarcador como el péptido natriurético tipo B (BNP), que actualmente es la neurohormona sobre la que más interés se ha mostrado, debido a su alta sensibilidad y especificidad en DV y a su rápida determinación6 en la cabecera del enfermo, puede hacer modificar el proceso diagnóstico y el seguimiento de los pacientes con IC, sobre todo de los que presentan síntomas dudosos o con probabilidad intermedia y en los que presentan disnea de origen incierto7, además de optimizar el acceso a la ecocardiografía.
Por ello, el proyecto del grupo PICAP es sumamente interesante y esperamos los resultados del estudio. No hay que olvidar que sobre todo la historia clínica y las pruebas complementarias de las que disponemos en AP son útiles en el diagnóstico de la IC, por lo que disponer de otras pruebas diagnósticas no es motivo para obviar las ya existentes, sino que deben ser integradas como una parte más del proceso diagnóstico.