Sres. Directores: En relación con la publicación en su revista del artículo «Impacto de un Programa de Uso Racional del Medicamento (PURM) sobre la prescripción farmacéutica en un área de salud»1, los autores consideramos pertinente ampliar la información original con los datos correspondientes a la influencia del Programa sobre la prescripción de los pediatras de esta misma área.
Se analiza la prescripción de todos los pediatras (n=21) del Área Sanitaria de Ciudad Real-INSALUD mediante un estudio de idénticos objetivos y metodología al referido1. Se contemplan los mismos aspectos cuantitativos y, únicamente, los referidos al consumo de fármacos de utilidad terapéutica baja (UTB)2 como cualitativos.
El gasto por habitante y mes en pediatría fue, en 1994, de 398±219 ptas., y en 1995 de 436±255 ptas., resultando un incremento del 8,7% (diferencia estadísticamente no significativa). Tras aplicar la corrección del 4% para el año 1995, se obtiene un valor de 418±245 ptas. con un incremento real del 5%.
En el número de recetas por habitante y mes no se observan diferencias estadísticamente significativas (1994, 0,54±0,27 recetas, frente a 1995, 0,56±0,28). El gasto por receta tampoco se modifica significativamente entre los 2 años (1994, 759±242 ptas., frente a 1995, 820±315 ptas.).
Comparando el gasto por habitante y mes entre los 3 subgrupos de edad de los pediatras prescriptores, el mayor consumo corresponde al grupo de menos de 36 años (n=5): 552±306 ptas., seguido por el de 36-50 (n=10) con 381±223 ptas. y por el de más de 50 (n=6) con 363±138 ptas.; las diferencias resultan significativas (p<0,01) entre los grupos menos de 36 con 36-50 años y menos de 36 con más de 50.
No se observan variaciones estadísticamente significativas entre propietarios (n=10): 411±226 ptas. e interinos (n=11): 421±249 ptas., ni entre pediatras con formación MIR (n=16): 396±213 ptas. y médicos generales adscritos a plazas de pediatría (n=5): 481±296 ptas.
Respecto a la antigüedad en la plaza, el gasto se incrementa paralelamente a la misma: 220±60 ptas. para menos de un año (n=1), 371±191 ptas. para 1-3 años (n=6) y 450±254 para más de 3 años (n=14); las diferencias resultan significativas entre el primer grupo y cada uno de los otros dos (p<0,001).
En lo referente a la relación entre localización del centro de trabajo (urbano, semiurbano o rural) y gasto, en nuestra área únicamente hay pediatras en centros urbanos y semiurbanos encontrando un gasto de 374±189 ptas. para los primeros y de 553±316 para los semiurbanos (p<0,01).
Se ha hallado correlación positiva entre el gasto por habitante y mes y el número de recetas prescritas (r=0,81). En contraposición a Vega et al3, no hemos observado correlación estadísticamente significativa entre gasto por habitante/mes y presión-frecuentación asistencial.
Desde el punto de vista cualitativo no se han detectado diferencias estadísticamente significativas en la utilización de fármacos de utilidad terapéutica baja, expresada en número de envases por 100 habitantes, entre los 2 años a estudio (1994: 23±9,4 frente a 1995: 22,3±8,4). Tampoco hallamos significación en las prescripciones cualitativas en función de las variables formación, situación administrativa y ruralidad. Los resultados desglosados de estas variables se recogen en la tabla 1.
Por el contrario, sí se observan diferencias estadísticamente significativas entre el consumo de fármacos de utilidad terapéutica baja en los prescriptores de menos de 36 años y los de más de 50 (18,6±6,8 frente a 23,4±8,2; p<0,05), en los de menos de 36 años y 36-50 años (18,6±6,8 frente a 24,2±9,7; p<0,01) y entre los que ocupan su plaza 1-3 años y más de 3 años (19,9±7,7 frente a 23,7±9,1; p<0,05).
El perfil de los pediatras corresponde al de un profesional con formación MIR que trabaja en un centro urbano en situación de interinidad y que coincide en edad y antigüedad en la plaza con los médicos generales.
A diferencia de lo ocurrido para medicina general, no se han observado variaciones significativas entre 1994 y 1995 en el número de recetas, ni en el gasto/habitante, ni en la prescripción de fármacos de utilidad terapéutica baja. Entendemos que este hecho refuerza la hipótesis apuntada en el estudio inicial sobre la influencia del número de recetas prescritas y de la utilización de fármacos de utilidad terapéutica baja sobre el gasto. También se refuerza la idea de que calidad y gasto son elementos posiblemente independientes que requieren intervenciones diferenciadas.