Introducción. La medicalización de la vida cotidiana se lleva a cabo a través de dos vías: por medio de la prescripción médica y a través de la automedicación. La prescripción médica es responsabilidad de los trabajadores de la salud y de las instituciones prestadoras de servicios de atención médica, que deben capacitar al personal para desarrollar la prescripción con criterios de racionalidad y eficacia1,2.
La automedicación representa un problema más complejo, ya que entran en juego aspectos atribuibles a la población, como la educación médica, la cultura, los usos y costumbres, que de alguna manera están influidos por el gran aparato de comercialización con que cuentan las empresas productoras de medicamentos3.
Objetivo. Conocer el consumo familiar de medicamentos y la automedicación en los hogares en la población de 25 a 35 años.
Diseño. Estudio descriptivo transversal.
Emplazamiento. Área básica de salud urbana, con una población asignada de 1.720 pacientes.
Participantes. Muestra obtenida por muestreo aleatorio sistemático (1/4), con una seguridad del 90% y una precisión del 10%.
Mediciones. Se concertó una entrevista domiciliaria en la que se registró la medicación disponible en aquel momento (nombre comercial, caducidad, presentación, medicación iniciada y autorización). Se excluyó a los pacientes con enfermedades crónicas. El análisis estadístico se realizó con el test de la *2.
Resultados. Se visitaron 58 grupos familiares. El número de integrantes de las familias fue: el 5,2% tenía un único miembro, el 39,7% dos, el 32,8% tres y el 22,4% más de tres. Se contabilizaron un total de 811 cajas de medicamentos, de las que 457 eran automedicaciones y 354 por prescripción médica. La media de fármacos en el domicilio por familia era de 17,93 ± 8,33, y la de automedicamentos de 10,14 ± 5,70; las medicaciones iniciadas fueron de 16,05 ± 7,47.
La medicación almacenada en los domicilios fue la siguiente: un 93,1% analgésicos, un 87,9% antiinflamatorios, un 77,6% antigripales, un 60,3% antibióticos, un 48,3% antiinflamatorios tópicos, un 46,6% antiácidos, un 44,8% preparados bucales, un 41,4% corticoides tópicos, un 36,2% antihistamínicos, un 32,8% ansiolíticos, un 31% antibióticos tópicos, un 27,6% antidiarreicos, un 25,9% antieméticos, un 17,2% colirios y un 15,5% preparados para el estreñimiento. Por grupos de antibióticos fue: un 42,4% amoxicilina, un 34,8% amoxicilina y ácido clavulánico, un 13,8% macrólidos y un 9% quinolonas. Por formas de presentación, la medicación fue: un 63,6% formas orales sólidas y un 36,4% formas orales líquidas.
La automedicación se produjo de la siguiente manera: antibiótico (33/66) en el 50%, antiinflamatorios orales (68/152) en el 44,7%, analgésicos (83/152) en el 54,6%, antiemético (7/19) en el 36,8%, antiácidos (27/43) en el 62,7%, antidiarreicos (11/16) en el 68,7%, antigripales (68/113) en el 60,1%; ansiolíticos (10/32) en el 31,2%, estreñimiento (7/10) en el 70%, antihistamínicos (18/37) en el 48,6%, proceso bucal (36/38) en el 94,4%, antibiótico tópico (20/25) en el 80%, corticoides tópicos (30/54) en el 55,5%, antiinflamatorios tópicos (32/39) en el 82% y colirio (7/15) en el 46,6%. No se observaron diferencias estadísticamente significativas en el consumo de los medicamentos según el número de miembros de la unidad familiar.
Conclusiones. El almacenamiento de los medicamentos en los hogares es muy elevado y la automedicación es una práctica muy extendida. Se considera positivo fomentar la participación de los ciudadanos en todo lo relacionado con la salud, pero si no se ofrece el consejo terapéutico adecuado puede llegar a ser perjudicial para el paciente. La automedicación es una realidad que debe aceptarse4. La información y la educación sanitaria han de ayudar a que se haga de forma responsable.