Desde el inicio de la alerta por SARS-CoV-2 se han notificado en España 213.435 casos de COVID-19 diagnosticados por PCR1. Se estima una prevalencia mundial muy alta, siendo imperativa una evaluación adecuada, así como el desarrollo de una apropiada estrategia de manejo2.
Estudios realizados en otros países han mostrado que el 27,5% de los pacientes hospitalizados presentaban riesgo de desnutrición y el 52,7% algún grado de desnutrición3.
La COVID-19 se asocia con resultados negativos en pacientes mayores, con presencia de comorbilidades, sujetos inmunocomprometidos y personas desnutridas en general4.
Teniendo en cuenta que el estado nutricional es un factor relevante que influye en la evolución de los pacientes con COVID-194, su preservación y tratamiento en los casos de desnutrición desempeña un papel importante, tanto en el curso clínico como en la reducción de complicaciones y en la evolución de los pacientes que han sufrido o sufrirán COVID-19 en el futuro. Así, tanto la intervención nutricional como la terapia farmacológica deben ser consideradas parte integral del enfoque para los pacientes afectos por SARS-CoV-2 en la atención médica en general.
La mayoría de los métodos de cribado clínicos (MUST, NRS-2002, MNA, VSG, OST) suele incluir datos subjetivos y objetivos (peso, talla, cambios en el peso, cambios en la ingesta y comorbilidades). En los últimos años se han desarrollado y validado en España 2 métodos automatizados conocidos como CONUT e INFORNUT5.
El CONUT está basado en datos analíticos que incluye albúmina, colesterol total y linfocitos totales e identifica de forma sencilla y rápida pacientes en riesgo nutricional, especialmente de interés en los pacientes con COVID-19.
En la figura 1 detallamos la evolución del riesgo de desnutrición de un paciente con diagnóstico de COVID-19, analizando mediante el método CONUT los días 1, 3, 5 y 12 de su ingreso, pudiendo ver la buena evolución de la enfermedad con una disminución progresiva del riesgo de desnutrición, de 9 a 1, siendo dado de alta sin riesgo de malnutrición.
Considerando el número total de afectados registrados, un alto porcentaje de pacientes con COVID-19 han sido valorados y seguidos en la fase inicial por atención primaria, a lo que se sumará el seguimiento de los pacientes hospitalizados dados de alta. Dada la sobrecarga de actividad por la COVID-19 en atención primaria, es tiempo de adecuar la organización y valorar la modificación de los protocolos de las enfermedades crónicas para mejorar la eficacia de la atención. A este respecto, disponer de métodos automatizados como el CONUT nos permite identificar las posibilidades de intervención y abordaje nutricional en la población afectada de COVID-19 de una forma más rápida y coste-efectiva que con el empleo de otros test habitualmente utilizados (MNA o MUST), como ya reflejábamos en un artículo anterior6. Si además consideramos que nos permite reducir el contacto con pacientes infectados por COVID-19, al no necesitar la presencia del paciente, es fundamental seleccionar métodos eficientes que nos permitan una correcta selección de los pacientes que precisen pautas de alimentación, así como la indicación del empleo de suplementos nutricionales por el riesgo de malnutrición en un entorno laboral difícil.
El método CONUT nos permite, sin necesidad de tener al paciente en consulta, conocer su riesgo nutricional o la presencia de desnutrición, así como hacer un seguimiento personal ajustando sus necesidades nutricionales de manera más eficiente a la evolución de la enfermedad, al poder objetivar la evolución del riesgo nutricional, como podemos ver en el caso presentado.