Sr. Director: Tras la atenta lectura de la carta titulada: «En busca de la confianza perdida en los indicadores de calidad», cuyos autores son Barrera E et al, me gustaría enumerar una serie de reflexiones al hilo de su contenido.
Estoy de acuerdo totalmente con los autores de esta carta en la necesidad de disponer de indicadores «positivos» e indicadores «predictivos», los cuales deberían intentar conocer el porcentaje de pacientes que no son tratados correctamente de sus enfermedades, acorde a las guías terapéuticas disponibles y a las conclusiones de la medicina basada en al evidencia, o qué proporción de tratamientos administrados son asociaciones de medicamentos que podrían producir reacciones adversas graves con compromiso vital para el paciente. Poner en marcha medidas de este tipo exigiría un esfuerzo inicial y destinar recursos, pero la recompensa sería tremenda, ya que los pacientes estarían mucho mejor tratados y controlados.
De cualquier manera, el nuevo paradigma que se debe adoptar en torno a los indicadores de calidad de la prescripción farmacéutica es asumir que éstos no deberían ser herramientas para controlar lo que prescribe el médico, ni son instrumentos cuyo fin último tenga que ser el control del gasto en medicamentos. Este tipo de indicadores deberían ser elementos que ayudasen al clínico a lograr una prescripción farmacéutica de calidad, que maximice el binomio beneficio/riesgo en la práctica médica, minimice los posibles efectos adversos y respete la conveniencia y la comodidad del paciente y, todo ello, con el menor consumo de recursos posible.
Habrá casos en los que, a través de una prescripción farmacéutica de calidad, se pueda reducir el gasto sanitario global (a pesar de que se incremente el gasto farmacéutico, se ahorrarán recursos en otros capítulos), mientras que en otras situaciones, sin embargo, el hecho de administrar el medicamento más indicado para tratar la enfermedad significará un incremento del gasto sanitario, pero se tendrá bien controlados a los pacientes y con una mayor expectativa de vida.
Estoy plenamente convencidos, lo mismo que Barrera et al, de que los indicadores de calidad de la prescripción de medicamentos tendrían que ser revisados en nuestro país, tanto en su esencia como en su finalidad, buscando que puedan ayudar a mejorar los resultados en salud de los pacientes. A medio-largo plazo, todo el Sistema Nacional de Salud se beneficiará, ya que se logrará una mayor calidad asistencial y se disminuirá la morbimortalidad de muchos ciudadanos.
Por otra parte, de acuerdo con los autores de esta carta en que sería necesaria una participación más activa en la instauración y el seguimiento de las políticas de medicamentos en nuestro país por parte de estamentos técnicos poco implicados hasta este momento (clínicos, sociedades científicas, colegios de médicos, organización médico colegial, etc.), lo que ayudaría tremendamente a que se implantasen indicadores de calidad de la prescripción farmacéutica más lógicos, coherentes y con la finalidad de incrementar el nivel de salud de los ciudadanos de nuestro país, tanto los sanos como los enfermos.