Sr. Director: Agradecemos el comentario del Dr. Duró y su positiva valoración de nuestro trabajo acerca de la revisión por pares1. Nos agrada, además, ser calificados de utópicos/ingenuos en la cincuentena, y con más de un cuarto de siglo de trabajo científico a la espalda.
Para ser claros, y resumiendo, no proponemos el anónimo simple (anónimo del revisor), sino que desaparezca el anónimo por completo: que autor y revisor sepan quién es quién. Que el informe del revisor tenga suficiente calidad, claridad y elegancia como para poder hacerse público sin que el firmante (ni la institución en que trabaje) se avergüence. El doble anónimo actual (el revisor desconoce quién es el autor y el autor quién el revisor) es sólo una apariencia de neutralidad científica2. Generalmente el revisor deduce quién es el autor por su conocimiento del estado del arte, por la sección de «material y métodos» y/o por la bibliografía citada; lo opuesto no es tan sencillo (el autor suele ignorar quién es el revisor). El autor es el débil, pues, como ha reconocido recientemente la revista SEMERGEN al crear la figura de la «defensora del lector y del autor», que ocupa uno de los firmantes (MPF)3.
Por otra parte, una coincidencia del 60% no dice mucho, si no se corrige el impacto del simple azar en la coincidencia (el índice kappa). Por ejemplo, en un estudio acerca de la calidad del diagnóstico de los anatomopatólogos se estudió la concordancia sobre muestras de melanomas y de lesiones benignas de piel. La concordancia fue del 62%, un poco mejor que la que conlleva el simple azar (índice kappa, 0,50)4. En el editorial de la revista que analizaba tan pobres resultados se fue más justo y más duro de lo que es el Dr. Duró respecto a la evaluación por pares, y se concluía: «En breve, el diagnóstico morfológico... es 100% subjetivo. [...] Los errores no son siempre expresión de mala práctica, pues hasta los expertos pueden cometerlos.»5 Desde luego, si para diagnosticar un melanoma, con las terribles consecuencias que acarrea, aceptamos un procedimiento subjetivo, con resultados poco mejores que el azar respecto a concordancia, bien está que la revisión por pares siga procedimiento similar. Pero si queremos que ciencia y medicina aumenten su calidad técnica y humana, hay que experimentar con nuevos métodos que mejoren los procesos. Además, quizá podamos añadir a la dificilísima tarea del revisor6 un toque cálido y, ¿por qué no?, convertir ocasionalmente la revisión en el punto inicial de una «larga amistad» (con el autor).
¿La envidia? Un problema nacional que expresa la ruindad de quienes la padecen. Una lacra que esperamos ver superada como problema social español en el curso de nuestras vidas. ¿Utópicos?, ¿ingenuos? ¡Optimistas irredentos!