En primer lugar queremos agradecer el interés que ha despertado nuestro manuscrito titulado «Valores normativos de instrumentos de valoración funcional en ancianos españoles: estudio FRADEA» en su revista. Resulta gratificante para los geriatras el comprobar que los médicos de atención primaria se preocupan por los aspectos funcionales de los ancianos y que comparten la certeza de que la mejor manera de evaluar la salud en los mayores es en términos de función. La valoración sistemática de la función, la fragilidad y la discapacidad debiera ser un imperativo en la atención sanitaria a los ancianos, tanto en el ámbito de la atención primaria como en la especializada1.
La intención con la que planteamos nuestro estudio no fue establecer los valores normativos de todos los tests funcionales existentes en la literatura médica, posiblemente ni siquiera seleccionamos los mejores o más completos desde el punto de vista métrico, sino que escogimos los más empleados en la práctica clínica habitual, puesto que objetivamos un importante vacío en dicho campo en España. Por ello, diferentes pruebas, como el Senior Fitness Test o la Functional Independence Measure (FIM), entre otras, no fueron incluidas.
A pesar de la variabilidad intra e interobservador intrínseca a la mayoría de los tests funcionales existentes, existe una enorme experiencia en la aplicación de aquellos que seleccionamos. El Índice de Barthel y el de Lawton son las 2 escalas de discapacidad más usadas en todo el mundo en ancianos, y a estas añadimos el Late Life Function and Disability Instrument2 por estar validado en español y aportar menor efecto techo y suelo que las escalas previas. Entre las pruebas de función física, destaca por su extendido uso la velocidad de marcha, que ha demostrado ser un potentísimo predictor de mortalidad y eventos adversos en mayores en series tan amplias como la publicada por Studenski en 2011 con 34.485 ancianos3. El Timed Up and Go, con metodología de administración bien descrita, y el equilibrio unipodal, que en nuestro caso realizamos con ojos abiertos, han sido también ampliamente usadas en mayores. Así mismo, seleccionamos por su creciente empleo en ensayos clínicos como principal variable de resultado funcional la Short Physical Performance Battery4, instrumento sencillo de aplicar y sensible al cambio. Por último, decidimos aplicar 2 pruebas de fuerza, la prensora, que aplicamos con codo extendido, y la flexora de codo. La primera está incluida en el fenotipo de fragilidad de Fried, de ahí su relevancia, y además se ha empleado para describir el síndrome de sarcopenia, cada vez con mayor relevancia como predictor de eventos adversos en ancianos5.
Todos los instrumentos evaluados han demostrado tener buenas características en ancianos, son sencillos de emplear tanto en atención primaria como en especializada, y por ello fueron escogidos para ser incluidos en el estudio FRADEA. De entre todas estas herramientas, la velocidad de marcha es probablemente la más sencilla de emplear en ancianos, es rápida, accesible, no precisa gran entrenamiento para su aplicación ni material sofisticado, y ha demostrado muy buena validez predictiva de eventos adversos. También es un componente del fenotipo de fragilidad y se ha asociado con sarcopenia, de ahí su interés creciente. Estamos convencidos de que, en un futuro muy próximo, la determinación de la velocidad de marcha en ancianos en atención primaria será una prueba tan rutinaria como la toma de la presión arterial o de la glucemia capilar, y que su cribado sistemático permitirá detectar ancianos en riesgo de deterioro funcional y discapacidad, sobre los que implementar medidas preventivas o derivar a geriatría.