Sr. Director: La lectura del editorial «La medicina de familia y la adolescencia», de Jiménez Leal1, en el que se sugiere la necesidad de aumentar competencias para el tratamiento con y de los jóvenes, nos ha hecho reflexionar sobre la cuestión y plantearnos si efectivamente los médicos de familia estamos suficientemente preparados para «abordar» a los adolescentes.
La adolescencia se caracteriza por grandes cambios (físicos, cognitivos, psicológicos y sociales) y es, indiscutiblemente, la época en que la mayoría se inicia en el consumo de drogas. De igual forma, en este período se establecen ciertos hábitos de consumo que podrían perjudicar el crecimiento, maduración y evolución del joven hacia su integración social2. En los resultados publicados en la encuesta sobre drogas a población escolar 20023, el 26% de los escolares reconoce haber tenido algún problema o consecuencia negativa debido al consumo de alcohol. A la vista de estos datos, nos preguntamos si las manifestaciones psicopatológicas (insomnio, nerviosismo, tristeza...) no estarán indicando un posible abuso de alcohol u otras sustancias.
Creemos que debemos permanecer alerta, ya que, de ser cierta la observación anterior, nos encontraríamos ante un problema mucho más frecuente de lo que se piensa y que exigiría poner en marcha actividades para la detección temprana y la resolución de estos problemas (mediante intervenciones realmente efectivas, como las estrategias de disminución de daños y riesgos4) e intensificar acciones preventivas en este colectivo.
Los médicos de familia deberíamos mejorar nuestros conocimientos, actitudes y habilidades en el abordaje de los jóvenes, ya que la actitud desconfiada de éstos hacia la autoridad de los adultos complica muchas veces la detección del abuso de sustancias. Debemos inspirar la confianza suficiente y aprovechar el acercamiento de los jóvenes a nuestras consultas para interrogarles sobre el consumo de estas sustancias cuando exista sospecha de un posible abuso (como la presencia de algún trastorno mental en estas edades, ya que el 20% de estos pacientes presenta problemas derivados de ese abuso)5. No hay que olvidar que los trastornos afectivos, los síndromes ansiosos y los trastornos de la personalidad son co-diagnósticos frecuentes de los trastornos por consumo de alcohol6, y que ese abuso puede favorecer secundariamente el desarrollo de psicosis en la adolescencia7.
El «manejo» de los adolescentes es un reto para el que no hemos adquirido habilidades suficientes, pero nos alegra que suscite cada vez un mayor interés, en aras de una atención lo más integral posible de este colectivo que representa nuestro futuro, del que también somos responsables en parte.