Sr. Director: Hemos leído con interés las reflexiones de Miguel García1 y nos gustaría intentar aclarar algunos malentendidos sobre nuestro editorial previo2.
Por supuesto que nuestras propuestas pueden ser desacertadas (es éste el sentido de «desliz» que aceptamos), pero no de la forma que parece entender Miguel García, seguramente por la brevedad que exige el formato de editorial, pues nuestra propuesta era justamente de deshospitalización en la formación del especialista en medicina de familia y comunitaria (MFyC), en el sentido de lograr un programa y una práctica de aprendizaje en el hospital basada en las especificidades propias de la medicina de familia («con el chip de la medicina de familia» en el hospital), con la desaparición de las rotaciones temporales actuales por los servicios hospitalarios y, en vez de ello, con una única rotación por un servicio funcional de medicina de familia en el hospital que toma pacientes de otros servicios, para planificar estratégicamente una formación significativa y oportunística del residente desde la visión de la MFyC, pero contando con el médico hospitalario y aportando a éste valor añadido, para hacer factible la propuesta de reforma, que se nos antoja tan progresista que podría tropezar con barreras desde el hospital, ámbito educativo médico que se plantea seguir utilizando en la formación y que podría continuar siendo útil al aprendizaje, pero como territorio físico y mental subsidiario de la atención primaria (AP).
Quizá pueda ayudar a hacerse una idea de nuestras posturas generales sobre el hospital y la AP, y en consecuencia sus papeles en el aprendizaje específico de la MFyC, para así llegar a aclarar lo que Miguel García llama «deslices», leer un artículo nuestro muy reciente3.
Por último, nos atrevemos a reproducir el siguiente texto nada menos que de ¡1786!, de Dupont de Nemours, que asumimos en 2002, y que tal vez pueda también aclarar nuestra visión: «El lugar natural de la enfermedad es el lugar natural de la vida, la familia. El médico de hospital no ve sino enfermedades torcidas, alteradas, toda una teratología de lo patológico; el que atiende a domicilio adquiere en poco tiempo una verdadera experiencia fundada en los fenómenos naturales de todas las especies de enfermedades. La vocación de esta medicina a domicilio es necesariamente respetuosa: observar a los enfermos, ayudar a la naturaleza sin hacerle violencia y esperar confesando modestamente que faltan aún muchos conocimientos. El puesto del hospital está para atender enfermedades difíciles, complejas, «extraordinarias», a las cuales no puede hacer frente la medicina en su forma cotidiana»4.