Sres. Directores: Hemos leído con sumo interés el artículo de J. Fernández de Mendiola Espino et al «Evaluación de la población diabética tipo II atendida en un equipo de atención primaria»1, publicado en su revista el pasado mes de abril, en el cual nos describen las características más relevantes de la población diabética atendida en el centro de salud donde trabajan los autores.
En dicho artículo, los autores describen una prevalencia del tabaquismo del 21,3% y de ex fumadores del 21,8%.
Esta cifra es ligeramente superior a la detectada por nosotros en un estudio realizado en Cataluña en 1993, presentado en el seno del Congreso Nacional de Platja d'Aro en 19952, y que fue del 13%.
Lo que nos ha llamado la atención no es la diferencia entre estas cifras, pues puede responder a diferencias sociogeográficas entre las poblaciones estudiadas, sino el comentario que realizan los autores en cuanto a la prevalencia de tabaquismo que han considerado «baja» teniendo en cuenta la edad media (66,6 años) y la proporción de mujeres (52,5%).
Nosotros, incluso habiendo encontrado una prevalencia inferior a los autores, en ningún momento la consideramos baja, teniendo en cuenta la conocida influencia del hábito tabáquico sobre la macroangiopatía3 y la cada vez mayor evidencia sobre la microangiopatía4,5.
Ello nos obliga a los médicos de atención primaria a considerar la lucha antitabáquica como una de las prioridades esenciales en la población general, pero aún más en la población diabética.
Pero además debemos señalar que en nuestro estudio estratificamos la presencia del hábito tabáquico según el sexo y la edad, y detectamos una prevalencia de tabaquismo entre los varones del 25,6%. Este porcentaje aumenta hasta el 40,4% entre los de edad inferior a 60 años. Cifra similar a la población no diabética.
Debemos señalar, además, que es entre este grupo de población (varones de edad no avanzada) en donde la ausencia de tabaquismo tendrá un mayor impacto a la hora de prevenir la presentación a largo plazo de las complicaciones micro y macrovasculares de la diabetes mellitus tipo 2. Por todo ello creemos que, aunque una cifra como la de los autores (21,3%) pueda parecer baja, la lectura que debemos hacer de la misma debe tener un enfoque distinto, orientado a que el médico de atención primaria tenga una actitud más decididamente antitabáquica.