La medicina y la biología evolutiva constituyen campos científicos inmensos que abarcan multitud de enfoques para diversos problemas. La medicina evolutiva no es una nueva especialidad, un nuevo método o una disciplina que critique la medicina clásica. Es una forma de buscar lugares de encuentro en los que el punto de vista evolutivo brinde nuevas formas de pensar y de ver la enfermedad en su contexto. Incluso existen autores, como Randolph Nesse, que promueven que la medicina evolutiva sea enseñada en las facultades de medicina como una disciplina más1.
Se agradece al Dr. Soriguer su profundo interés por este tema. Como bien dice, está muy arraigada la idea de que los organismos son como máquinas cuyo diseño ha sido optimizado por «un equipo de ingenieros de la naturaleza». Los organismos son, en cambio, un conjunto de compromisos moldeados por la selección natural para maximizar la reproducción, no la salud. La lucha por sobrevivir no es una visión épica del destino humano. Es un hecho real en el que un organismo compite con otros organismos para su supervivencia, ya sea con otros de la misma especie o con los microorganismos de su medio ambiente. El organismo exitoso es el que sobrevive en esta competición, muchas veces eligiendo una estrategia de colaboración con sus congéneres (el grupo) o con otros organismos (simbiosis). Pero el resultado es que el organismo o el grupo luchan con el entorno, y que solo unos cuantos sobreviven. La selección natural está llena de compensaciones inevitables y de limitaciones.
El Dr. Soriguer enfatiza el papel de los estresores sociales, psicológicos, ambientales y culturales. Dado que la evolución biológica es mucho más lenta que el cambio cultural, surgen enfermedades por la falta de adaptación de los organismos al medio ambiente moderno. La idea de que las enfermedades hereditarias comunes son causadas por unos pocos genes defectuosos suele ser incorrecta. El punto de vista evolutivo sugiere que muchas variantes genéticas interactúan con los entornos y con otros genes durante el desarrollo. Por otro lado, los agentes patógenos evolucionan mucho más rápido que los organismos complejos, así que la infección es inevitable. El resultado de todas estas interacciones influye en los fenotipos de la enfermedad y ayuda a explicar por qué la enfermedad es tan frecuente y difícil de prevenir1.
Incluso los mecanismos que generan y modulan la evolución están siendo sujetos a una profunda revisión. Un artículo reciente en Nature sugiere que la evolución necesita ser re-escrita y que los cambios filogenéticos basados en la genética clásica podrían experimentar una profunda revisión si se tiene en cuenta el papel de unas moléculas minúsculas denominadas microARN2. Por ejemplo, los perfiles de microARN observados durante el desarrollo neuronal, así como de sus genes diana, muestran las tasas de cambio evolutivo más rápidas, y estos cambios son específicos de humanos en comparación con otros primates3.
Muchos de estos conceptos no se han desarrollado en el artículo publicado. Cabe decir que el artículo constituye un texto resumen de la actividad científica desarrollada por el investigador para su valoración por parte del tribunal del premio «José Luis Rodríguez de Miñón» de la Sociedad Española de Diabetes. Parece ser que este hecho no ha quedado reflejado a la hora de la publicación del artículo. Como tal texto resumen, no se valoró incluir el concepto de alostasis y tantos otros porque no formaban parte de la actividad investigadora previa. Por supuesto que el concepto de alostasis, de conseguir la estabilidad a través del cambio en interacción con el entorno, es importante. Aun así, tanto la homeostasis como la alostasis solo esquematizan una parte de la fisiología.
Así como Ptolomeo propugnaba que la Tierra se hallaba en el centro, y el Sol y los planetas giraban a su alrededor, el estudio de la fisiología y de la fisiopatología humanas siempre ha sido antropocentrista y analítico, descomponiendo el problema en cada una de sus partes, dando pie a las especialidades médicas. La medicina oriental ha sido clásicamente más integradora y sistémica, como lo pueda ser actualmente la medicina interna y la endocrinología. No obstante, cabe una revolución copernicana. La fisiología humana gira alrededor de un sol exterior, está en constante intercambio con seres vivos (microbioma) y otros elementos (virioma). El estudio de estas interacciones apasionantes pueden vislumbrar nuevas vías para conocer el papel que la lucha evolutiva ha tenido en el mantenimiento de la salud/aparición de la enfermedad (tanto desde el punto de vista global como desde el punto de vista metabólico) y cambiar de forma radical la comprensión de lo que somos.