Hemos leído con gran interés el artículo firmado por Herrera-Fernández et al.1 publicado en la prestigiosa revista que usted dirige, y dado que hemos tenido la oportunidad de tratar a 2 pacientes con seudoaneurismas pancreáticos, con formas de presentación y resolución diametralmente opuestas2, nos dirigimos a usted a fin de consignar nuestra experiencia y realizar una serie de apreciaciones.
En nuestra serie se dieron las 2 formas de comienzo más frecuentes: la primera como shock hipovolémico por rotura vascular (arteria esplénica), pudiendo llegar a ser diagnosticado mediante arteriografía mesentérica (fig. 1), y la segunda como dolor abdominal intenso, recurrente, y en ocasiones lacerante, descubierto mediante estudio con angio-tomografía axial computada (angio-TAC).
Estamos de acuerdo con los autores en que esta entidad debe ser sospechada ante la presencia de un paciente con antecedentes de pancreatitis alcohólica y con dolor abdominal severo y repetitivo, y que el angio-TAC es el diagnóstico de elección.
Si bien se consideraba que el tratamiento usual era quirúrgico, hoy en día, y siempre que sea posible, la terapéutica de elección es la realización de embolización endovascular del aneurisma mediante acceso angiográfico, como bien apuntan los colegas, siendo efectiva hasta en el 80% de las ocasiones, dejando la cirugía para cuando esta no pueda ser llevada a cabo por inestabilidad hemodinámica del paciente o ante fallo de la técnica3.
Apuntar, por último, que han sido descritas la punción directa y embolización del aneurisma mediante laparotomía4, así como la realización de punción percutánea e inyección de trombina intraaneurismática5.