Hemos leído con interés el artículo de Zurita Saavedra et al.1 sobre su experiencia en el manejo del traumatismo esplénico en un hospital de nivel II. Felicitamos a los autores por su experiencia y compromiso con la atención al paciente traumatizado esplénico. Sin embargo, nos gustaría añadir algunas consideraciones basadas en nuestra experiencia.
Al igual que los autores, consideramos que el tratamiento no operatorio (TNO) del traumatismo esplénico contuso constituye a día de hoy el tratamiento de elección salvo inestabilidad hemodinámica o presencia de otras lesiones que justifique la cirugía, llegando a obtenerse tasas de éxito con el tratamiento conservador de hasta el 90%2.
Uno de los aspectos que nos parecen controvertidos del artículo de Zurita Saavedra et al. se trata del manejo quirúrgico directo de aquellos pacientes con traumatismo esplénico grado IV (Asociación Americana de Cirugía de Trauma AAST3) independientemente del estatus hemodinámico. Así, en 2017 the World Society of Emergency Surgery (WSES)4 publica sus recomendaciones sobre el manejo de los pacientes con traumatismo esplénico estableciendo la estabilidad hemodinámica como aspecto clave del TNO de los pacientes con traumatismo esplénico grado IV-V e introduciendo la angioembolización (AE) como la técnica inicial más adecuada en estos pacientes.
Pese a la ausencia de estudios randomizados que lo sustenten (en el año 2017 se comenzó a realizar un estudio prospectivo aleatorizado multicéntrico «SinE qua NOM trial» que tuvo que ser cancelado debido a un reclutamiento demasiado lento5), existe evidencia suficiente basada en estudios retrospectivos y metaanálisis que apoyan esta indicación con buenos resultados6.
En base a ello, y dado a la proximidad del centro de referencia a tan solo 300 m, creemos que aquellos pacientes con traumatismo esplénico grado IV-V y estabilidad hemodinámica debieran ser referidos para la AE a dicho centro, pues es conocida que la tasa de éxito al TNO en estos pacientes es mayor cuando se realiza la AE4. También alentamos a los autores a la realización de un estudio «propensity score» de los resultados de ambas técnicas.
Por otro lado, es de nuestra atención también el elevado número de cirugía conservadora de bazo realizadas. Si bien, echamos de menos un análisis de los resultados de las mismas, resulta un tanto contradictorio con la tendencia en la literatura en la que este abordaje se ha ido reduciendo con el tiempo dado el aumento del TNO y los malos resultados iniciales de esta técnica, aunque con poca evidencia al respecto7. Esta cirugía es compleja, y nos parece muy interesante su volumen acumulado el cual también consideramos una materia a publicar por sí sola.
Finalmente, desconocemos si exceso de celo o la ausencia de embolización, así como la alta tasa de cirugía conservadora pudiera justificar la alta estancia referida por los autores.
En resumen, creemos que, respecto al traumatismo esplénico contuso, la estrategia general de manejo que debe prevalecer sería que la estabilidad hemodinámica nos permite la realización de un TNO incluso en pacientes con lesiones grado IV-V acompañado de la AE, y que, a falta de nuevos estudios, la cirugía conservadora del bazo en este contexto debe ser realizada solo en manos expertas o bajo protocolos de ensayos clínicos.