La obesidad y el exceso de tejido adiposo se han relacionado con la enfermedad cardiovascular1,2. Numerosos estudios demuestran que la grasa visceral está relacionada con el desarrollo de la enfermedad aterosclerótica a través de mecanismos indirectos de origen metabólico, inflamatorio, oxidativo, y factores de riesgo relacionados con la obesidad, como la hipertensión, la dislipemia, la diabetes y el síndrome metabólico3,4.
La grasa epicárdica es un tipo de tejido adiposo visceral ectópico situado alrededor del corazón y a lo largo de las ramas coronarias principales. Esta grasa es metabólicamente activa y produce numerosos factores inflamatorios que pueden afectar a la función cardíaca y a la circulación coronaria5. Diversos estudios utilizando ecocardiografía, tomografía computarizada o resonancia magnética nuclear para medir la grasa epicárdica han demostrado una asociación de la cantidad de ésta con la disminución de la perfusión coronaria, lo que podría sugerir una correlación con el desarrollo de aterosclerosis coronaria6. En estudios prospectivos se ha demostrado la asociación entre la grasa pericárdica y la aparición de episodios cardiovasculares, lo que respalda el concepto de que la grasa pericárdica parece estar involucrada en la génesis y la progresión de la enfermedad coronaria aterosclerótica6. A pesar de la existencia de estas evidencias, no se ha conseguido demostrar de manera evidente una correlación directa la entre grasa epicárdica y la aparición de accidentes aterotrombóticos.
La asociación entre la grasa pericárdica y la enfermedad coronaria se ha atribuido principalmente a mecanismos paracrinos del tejido adiposo pericárdico sobre las arterias coronarias. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el aumento de la grasa pericárdica se enmarca dentro de un contexto de aumento de grasa visceral, responsable principal de una mala regulación metabólica general asociada 7. Se ha demostrado que la grasa epicárdica tiene una estrecha correlación con el índice de masa corporal, el perímetro de la cintura, la grasa visceral, la resistencia a la insulina y la presencia de síndrome metabólico7. Es decir, una situación de alteración metabólica generalizada podría contribuir de manera importante al desarrollo de accidentes trombóticos. Es evidente que la grasa pericárdica tiene un componente deletéreo para la aterosclerosis coronaria, pero puede tratarse simplemente de un parafenómeno que indique la presencia de otros factores de riesgo cardiovascular relacionados con la obesidad. Por tanto, la grasa visceral total puede ser un factor de confusión para demostrar la asociación entre la grasa pericárdica y el desarrollo de episodios coronarios de origen trombótico.
El estudio de Basurto Acevedo y cols8, se basa en diversas evidencias que indican que los pacientes con enfermedad coronaria presentan una disminución de la actividad fibrinolítica y un aumento del grosor del tejido adiposo epicárdico6,7. El objetivo del estudio fue determinar la relación entre la grasa epicárdica y la actividad fibrinolítica midiendo la concentración PAI-1 en mujeres de 45 a 60 años de edad. Los resultados del estudio demuestran una correlación de las concentraciones séricas de PAI-1 con el grosor del tejido adiposo epicárdico medido por ecocardiografía transtorácica. El análisis de regresión multivariado indicó que la grasa epicárdica predice en forma independiente el valor de PAI-1. Además, el grosor del paquete de grasa epicárdica se correlacionó con las concentraciones de glucosa y triglicéridos, así como con la resistencia a la insulina, el índice de masa corporal, el contenido de tejido adiposo visceral y la grasa corporal total. Esto apoya el concepto de que la grasa pericárdica está relacionada con la grasa visceral y múltiples alteraciones metabólicas que pueden favorecer la aparición de accidentes trombóticos.
En resumen, los resultados del estudio de Basurto Acevedo y cols8 y otros respaldan la idea de que la obesidad y la acumulación de tejido adiposo epicárdico constituyen un importante factor de riesgo para el desarrollo de enfermedad cardiovascular y sus complicaciones. El mejor conocimiento de la biología, la etiología y el riesgo asociado de la grasa pericárdica contribuirán a comprender mejor la compleja asociación entre la obesidad y la enfermedad cardiovascular. Los estudios genéticos pueden ayudar a esclarecer los mecanismos, el papel fisiopatológico y las causas de la acumulación de grasa epicárdica, de hecho, algunos de estos estudios demuestran un locus específico para la grasa ectópica, no relacionado con la grasa visceral9. Estudios específicos en los que se aborden simultáneamente diferentes formas y aspectos de la adiposidad cardiaca, permitirán esclarecer el papel independiente o sinérgico de la grasa epicárdica y la visceral.