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Vol. 42. Núm. 4.
Páginas 145 (octubre - diciembre 2015)
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Una de las características de la enseñanza de la medicina en los tiempos actuales es la progresiva desaparición de la figura del “maestro”.

Hace algunos meses comentábamos la importancia que siempre ha tenido para la formación de los jóvenes profesionales de la medicina la adquisición de conocimientos junto a quienes desarrollan la función médica en toda su extensión: conocimientos científicos y técnicos junto a humanismo, para que sea realidad la conocida aseveración de que no hay que tratar enfermedades sino enfermos, en una visión humanista e integral del ser enfermo.

La preparación del médico para ejercitar su compleja función mejora si interactúa con los mejores y, en especial, si entre los mejores hay un buen “maestro”.

Se diría que hoy en día, salvo excepciones, el maestro ha pasado de ser ejemplo, conductor y guía, a actuar simplemente como transmisor de conocimientos, lo cual da sostenibilidad lógica a la tendencia actual a la supresión de la figura del “maestro” sustituida por el empleo de diversos medios tecnológicos de transmisión de conocimientos, sin duda altamente eficaces; en ocasiones, los citados medios pueden incluso superar la actividad del profesor en la citada función transmisora. Pero no se debe olvidar que, como dice F. Sabater, “el profesor no solo, ni quizá principalmente, enseña con sus nuevos conocimientos científicos, sino con el arte persuasivo de su ascendente sobre quienes le atienden: debe ser capaz de seducir sin hipnotizar. Sin una cierta personalidad el maestro deja de serlo y se convierte en desganado gramófono”.

El “maestro” se caracteriza también por su capacidad de empatizar con sus discípulos y de inculcar en ellos el estímulo de la curiosidad y el sentido crítico, lo cual nunca será posible con simples o sofisticados medios tecnológicos.

La medicina, por mucho que sea el progreso, nunca podrá dejar de ser humanística y, como antes decíamos, el verdadero maestro será siempre imprescindible.

Esperemos que la indiscutible vocación dela inmensa mayoría de los jóvenes profesionales encuentre de nuevo la figura del “maestro” que ha de contribuir a reafirmar esa vocación.

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