Sí Monsi, tenías dos maneras de acercarte cuando sonaba el timbre del teléfono en casa y eras tú. El uno era un tono de urgencia que implicaba la necesidad apremiante de comentar algún acontecimiento político, para lo que cualquier tipo de cortesía te parecía una pérdida de tiempo y, sin saludar y casi sin respirar, me ordenabas: “Pásame a Bolívar”, y yo cumplía tu mandato sin chistar. Lo que seguía era escuchar las carcajadas de Bolívar frente a las barbaridades que se te ocurrían y que Bolívar alentaba con una ironía cortante como bisturí de cirujano. El uno potenciaba en el otro el sarcasmo y la mordacidad o la ironía funcionaban como una manera juguetona de exorcizar la depresión que la funesta realidad provocaba en ambos. Si el cisen grababa sus conversaciones, con ese despliegue de inteligencia, con esa información sin límites y con esas frases prodigiosas, que solo se les ocurrían al calor de la conversación, deben haberse quedado estupefactos. Si así fue, habría que pedirle al señor Imaz que las recuperara en un volumen que, estoy segura, nos haría mirar la realidad de otra manera. Pero eso, seguramente, es mucho pedir, ¿no crees? ¿Qué no dirían Bolívar y tú ahora que regresó el pri? ¿Qué no dirían de los mil y un horrores que se suceden día a día en el país? ¿Será que por eso se fueron, porque la veían venir, porque la realidad del país se había vuelto tan descarnada que ya ni la ironía exorcizaba la depresión? No lo sé, pero la pregunta me atormenta.
La otra manera de acercarte era cuando llamabas y querías hablar conmigo. En un tono bajitito, con una vocecita como de ultratumba, que sonaba entre aburrida y tímida, lanzabas la pregunta intimidante: y ¿qué hay? Era intimidante porque como buen misógino feminista, o machista barroco, yo tenía que adivinar cuál era el tema del que tú querías hablar. Era fácil cuando yo sabía que había tal o cual diferencia entre tú y Marta porque, más que hablar con ella, me hablabas a mí para que yo actuara como abogado del diablo. No lo era cuando de otro orden de cosas se trataba.
Sigamos pues la conversación. Monsi, te cuento “qué hay”, Marta, como siempre te preparó una fiesta de cumpleaños y, como siempre nos reunió a todas y todos tus amigos para festejarte. En esta ocasión el regalo eres tú mismo, tus decires y reflexiones en Misógino feminista, libro que de alguna manera me tocó vivir paso a paso en esos domingos irrecuperables en Vips por la noche, en el Péndulo o en el André a medio día, y en la última época en casa de Lilia y Chema, en donde Lilia nos recibía con apapachos y con esa generosidad suya que nos hacía sentir a cada uno de nosotros el ser más importante sobre la Tierra. Las carcajadas y el ingenio eran una continuación de las conversaciones telefónicas que sostenías con cada uno durante la semana. En ese contexto, Marta se las ingeniaba para pedirte el artículo del siguiente número o la participación en algún foro del que saliera otra reflexión sobre los temas que obsesionaban a ambos, y que Marta, en su militancia sin tregua, aprovechaba para publicar en debate feminista, revista de la que estabas orgulloso y apoyabas disque a regañadientes, como lo muestra este libro que nos regalas hoy.
¿Qué cómo lo veo al pasar del tiempo?
Me parece que las reflexiones no solo se sostienen, sino que se han convertido en una suerte de faro de luz que ilumina cada uno de los temas que tratas con tu muy singular visión de las cosas, con una información envidiable y con el inimitable estilo monsivaisiano cuyo motor es informar al texto de una necesidad de justicia implacable.
¿Que qué más hay de nuevo? ¿Ya te incomodó que hable de ti? No seas mentiroso, te encanta. Bueno, bueno, cambio de tema y te digo que no sé qué paso en rectoría ni en qué términos se va a dar el diálogo. Sé que hay muchas hipótesis y ninguna me convence. Me duelen los chavos. ¡No te burles! Oye, lo que sí te puedo contar es que Marta Lamas está tramando pedirte un artículo sobre Patti Smith para el próximo número de debate. Si, ya sé que tienes todos sus discos y que te sabes todas sus canciones de memoria, monster Keaton. No, no sabía lo de Allen Ginsberg. No sabía que Allen Ginsberg le dijo a Pati Smith al morir su hermano: “libérate del espíritu del fallecido y continúa celebrando tu vida”. Uff, qué fuerte, Carlos.
¿Vas a contar eso en el artículo para debate? ¿Ya me vas a colgar? Solo una cosita antes de que cuelgues; me encantó releer el artículo sobre la Sontag y es buenisísimo el de Rosario Castellanos. Sí, sí, nos llamamos, yo le digo. Ciao, ciao.