La hiperglucemia que aparece en el contexto de enfermedad crítica de forma transitoria e independientemente de la presencia de diabetes mellitus, conocida como diabetes del estrés, está despertando un progresivo interés clínico. Existen evidencias clinicoepidemiológicas que relacionan la hiperglucemia con el pronóstico de pacientes con diferentes enfermedades agudas y de pacientes ingresados en general. Estos hallazgos están provocando que el facultativo clínico abandone su profunda apatía, no sólo para diferenciar entre la diabetes y la hiperglucemia de estrés, sino incluso para plantearse diferentes cuestiones, como si la hiperglucemia de estrés tiene entidad propia o simplemente es un epifenómeno de la inflamación, o si el hecho de que no sea una diabetes indica un tratamiento hipoglucemiante, o si este tratamiento debe ser conservador o agresivo.
Se revisan los diferentes estudios epidemiológicos y el impacto sobre la supervivencia de los todavía escasos ensayos terapéuticos con insulina. Sobre la base de los conocimientos obtenidos en estos trabajos y en la experimentación básica y clínica, se abre la posibilidad de que el mejor control glucémico puede mejorar la supervivencia. Aunque los beneficios y riesgos de la insulinización intensiva no están de momento suficientemente definidos, todo parece apuntar hacia la obtención de la normoglucemia y de la insulinización. Las intervenciones terapéuticas que mejoran el control metabólico en sujetos con una situación grave son beneficiosas y con una buena relación coste-efectividad. La detección y el tratamiento de los pacientes diabéticos son inexcusables, y la hiperglucemia de estrés en un paciente crítico no debe ser ignorada.
There is growing clinical interest in the short-lived hyperglycemia that occurs in critically-ill nondiabetic patients, known as “stress diabetes”. Evidence from clinical and population-based studies indicates that the presence of this type of hyperglycemia has prognostic value both in acutely ill patients and in hospitalized patients in general. Not only are clinicians abandoning their indifference towards this syndrome and its distinction from diabetes, they are also asking themselves whether stress-induced hyperglycemia is a distinct clinical entity or simply an epiphenomenon of inflammation, whether hypoglycemic therapy is warranted although it is not a bone fide diabetes, and whether treatment of this syndrome should be conservative or aggressive.
Current population-based studies are reviewed, together with the impact on survival of the few clinical trials using insulin to date. Current knowledge from these studies and from available clinical and basic research has created the possibility that improved glycemic control may achieve higher survival rates. Although the benefits and risks of intensive insulin therapy are not clearly established, the available evidence supports attainment of normoglycemia and the use of insulin therapy. Therapeutic interventions aimed at improving metabolic control during acute illness have proven to be beneficial and cost-effective. Detection and treatment of diabetic patients is an unavoidable duty, and stress-induced hyperglycemia in critically-ill patients should not be ignored.