He leído con interés el caso recientemente publicado titulado Achromobacter xylosoxidans como agente colonizador de bronquiectasias1 y quisiera hacer algunas consideraciones al respecto. Creo el principal interés del caso reside en el hallazgo de un microorganismo infrecuentemente asociado con patología humana, por lo que me llama la atención la escasez e imprecisión de los datos referentes al diagnóstico microbiológico aportados. Los autores afirman que la bacteria se aisló «en el cultivo puro de los 3 esputos y del broncoaspirado», sin precisar los medios de cultivo empleados, el tiempo ni la atmósfera de incubación. Nada se dice tampoco de los métodos empleados en la identificación, asunto este de gran importancia habida cuenta de las dificultades prácticas para la identificación de los bacilos gramnegativos no fermentadores inusuales con los métodos generalmente al uso en los laboratorios clínicos, por lo que no es infrecuente tener que recurrir a técnicas de identificación genotípicas para alcanzar una identificación precisa y segura. Además, al tratarse de un paciente con bronquiectasias, con exacerbaciones previas que requirieron varios ciclos de antibioterapia, según relatan los autores, es probable que se tratara de una cepa de morfotipo mucoide (dato que tampoco se comenta en el trabajo), lo que suele añadir mayores dificultades a la identificación.
En el trabajo se dice que el antibiograma se realizó mediante «el método disco-placa sobre medio de Mueller-Hinton enriquecido al 5% con sangre de carnero según las normas del CLSI», aunque no se aporta ninguna cita referente a estas normas. Según las normas actuales del mencionado organismo, el medio a utilizar para el antibiograma de bacilos gramnegativos no fermentadores es el Mueller-Hinton sin ningún enriquecimento adicional, que es el medio generalmente usado para los bacilos gramnegativos en general2.
También resulta llamativo el hecho de que habiéndose realizado el antibiograma por el método disco-placa, los autores describan el perfil de sensibilidad de la cepa en valores de CMI, si bien de forma imprecisa puesto que indican que la cepa era resistente a «cefalosporinas (CMI de 16mcg/ml), aminoglucósidos (CMI de 8mcg/ml) y quinolonas (CMI de 8mcg/ml)», de forma genérica, sin precisar antibióticos concretos, a pesar de que es bien conocido que la actividad de los distintos agentes en estos grupos puede ser muy diferente, especialmente entre las cefalosporinas.
Más aún, quizás por error o por desconocimiento del trabajo que se cita, los autores afirman que la interpretación de la sensibilidad del microorganismo se hizo «siguiendo las recomendaciones existentes a nivel nacional para bacilos gramnegativos no fermentadores», citando como referencia el trabajo de Cantón et al, publicado en esta misma revista3. Dicho artículo ofrece recomendaciones para la selección de los antibióticos a usar en los estudios de sensibilidad mediante sistemas automáticos y semiautomáticos, sin que en él se mencione nada acerca de los datos de interpretación.
Quizás el hecho sorprendente de que no aparezca ningún microbiólogo entre los firmantes del artículo explique la imprecisión de los datos aportados y cómo han podido pasarse por alto aspectos tan relevantes para llegar a un correcto diagnóstico microbiológico.