Me ha gustado el reciente editorial de nuestro colega el Dr. Carles Llor1 por su faceta investigadora, al igual como becado internacional que se identifica como médico de familia. Ello junto a su reciente publicación facilita y favorece la visión de calidad del médico de familia; algo muy de merecer en base a las valoraciones que los nuevos licenciados hacen de nuestra especialidad con sus predilecciones en el MIR2.
Pero desearía realizar una serie de comentarios y puntualizaciones al contenido de su editorial, que desde nuestra especialidad y tipo de ejercicio profesional se debería de tener en cuenta a la hora de una correcta valoración en el vigente uso de los antimicrobianos.
En su artículo se señala la necesidad en la mejora de la comunicación con el paciente, de lo cual disiento. Creo estamos perfectamente formados y volcados en la comunicación con nuestro paciente, pero las condiciones asistenciales en nuestra sanidad pública nacional de primaria no son las ideales, especialmente en el medio urbano, que es el más habitual. En muchas de nuestras consultas (como es mi caso) se nos citan los pacientes cada 5min de forma teórica, insertando por medio a estos todas las urgencias que lleguen al centro de tu cupo asistencial, con lo que esos 5min son menos de la mitad en buena parte de los tramos asistenciales. Algo que difiere bastante de los 9,1min que se tarda en la realidad en atender de media a un paciente en otras zonas3.
La mal denominada por la administración sanitaria andaluza como «demora cero» (asistencia en el momento a todo paciente que así lo solicite) favorece el mal uso sanitario de la primaria y relega la calidad asistencial tras la priorización del capricho y falta de programación de muchos abusadores de nuestro buen sistema sanitario4. En estas condiciones de «consulta de alta velocidad», se tarda menos en prescribir un antimicrobiano que explicar a un paciente que su proceso es banal o no candidato a este tipo de terapia. Creo es un elemento muy crucial a tener en cuenta, además que con la cronificación de estas condiciones laborales se nos llegará a olvidar como hacer una anamnesis buena si se dispusiera de tiempo algún día. A ello añadir la mala formación de los residentes por las condiciones asistenciales que a ellos también les «toca» sufrir: su tutor no tiene las condiciones precisas y su formación no será precisamente la que debería. Mal nos va, y mal nos irá en el futuro…
Me permito recordar que en base a recientes datos, uno de cada 3 médicos de familia5 superan las 1.500 pacientes en su cupo y que la media de edad y número de procesos crónicos por cada paciente es superior con el paso de los tiempos, con lo que la carga asistencial es superior por día que pasa. Si a ello le añadimos que casi la mitad de la consultas se las tipifica como «carentes de sentido»6, nos podemos hacer una idea del contexto en el que nos movemos.
Si nos circunscribimos tan solo a lo que consumo de antibióticos se refiere, y manejando los datos a los que puedo acceder como son los de mi centro y distrito sanitario, llama la atención ver como en mi centro de los 17 médicos tenemos tasas tan dispares que van desde los 10,54DHD (dosis/1.000 tarjetas/día) hasta los 25,13 según los datos que podemos obtener del seguimiento del objetivo de antibióticos del contrato programa del vigente año y con un consumo acumulado hasta julio del 2014. Si nos fijamos en las tasas de otros centros de salud de nuestra área sanitaria se va desde los 13,36DHD hasta los 29,40DHD. En base a ello se puede decir que la disparidad de datos es la característica en nuestra zona.
Pero si entramos algo más en detalle, podemos ver como en mi centro la tasa más baja corresponde precisamente al médico que menos pacientes tiene adscrito a su cupo asistencial (1.348) y la tasa mayor corresponde a un médico con un cupo de 1.530 pacientes, que está por debajo de la media de cupo medio en mi centro (1.542).
Sin entrar en estudios estadísticos más concienzudos, se podría adelantar que el cupo asistencial no parecer ser una variable muy influyente en la tasa de consumo. Se podría hablar de la gran variabilidad interindividual práctica de la actividad asistencial de los profesionales del centro, y podría ser una línea de investigación a tener en cuenta en mi centro y área sanitaria. Podrían ser variables a tener en cuenta la edad del profesional, la formación, la presión asistencial, la tasa frecuentación de su cupo asistencial, el perfil general de su paciente y la carga de enfermedad y dependencia de su cupo.