He leído con gran interés el artículo que publicaron los doctores Tuells, Caballero y Nolasco1 en el último número de EIMC sobre las percepciones que expresó un colectivo de los trabajadores sanitarios de la provincia de Alicante en enero de 2010 respecto de la alerta pandémica de gripe declarada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) 8meses antes. Desearía añadir 2reflexiones a la discusión de los datos recogidos entre los médicos, asumiendo que se trataba del grupo mejor informado.
La primera es que un colectivo que siguió otras recomendaciones preventivas (93% de los encuestados) y que se mostraba claramente favorable a las vacunas en general (85,8%) albergase mayoritariamente dudas en cuanto a la seguridad (57,7%) y la eficacia (70,4%) de esa vacuna en concreto, y no la utilizase para sí mismo (67,4%) ni la recomendase a otros (55,6%). Como miembro del subcomité que asesoró a las autoridades sanitarias españolas en todo lo referente a la vacunación durante la alerta, sé muy bien que esas dudas no estaban justificadas científicamente, pero también que respondieron con mucha probabilidad a causas que pueden identificarse. En lo que concierne a la eficacia, hubo de influir mucho que la OMS recomendase vivamente la vacunación universal de niños y adultos jóvenes con el objetivo de controlar la circulación del virus pandémico, una pretensión que no avalaban los datos disponibles sobre la eficacia de las vacunas antigripales en cuanto a prevenir la transmisión de esos agentes2. Sobre la seguridad, que no se dispusiese aún de datos específicos sobre esa cuestión en los niños ni en las mujeres embarazadas, para esa vacuna ni para ninguna otra vacuna antigripal, en el escenario propuesto, ya que jamás se había planteado antes vacunar masivamente frente a la gripe a esos segmentos de la población. Se trataba de una cuestión muy técnica cuya importancia práctica parecía escasa, ya que la vacuna apenas difería en su formulación general de las habituales, pero se utilizó eficazmente por los grupos contrarios a las vacunas para generar las dudas que una mayoría de ese colectivo de médicos de Alicante manifestó entonces. La autoridad sanitaria resolvió no aplicar la vacunación universal de niños y adultos jóvenes, pero la decisión de vacunar a las embarazadas sanas generó cierto desconcierto entre las pacientes y entre los médicos a la hora de hacerlo en cada caso individual.
La segunda reflexión concierne a los datos sobre la mala valoración de la calidad de la información recibida, que el 74,8% de los encuestados valoró como «regular, mala o muy mala». Ya que manifestaron mayoritariamente haberla extraído de revistas científicas (75,2%), de congresos y reuniones científicas (62,4%) y de las propias autoridades sanitarias (29,1%), esos datos dejan muy poco margen para responsabilizar de ello a los medios de comunicación, y sugieren que algo funcionó bastante mal en las propias fuentes originales de la información.
En ese sentido, la OMS manifestaba el 11 de mayo de 2009 en su página web3 que «la tendencia del virus H1N1 a causar infecciones más severas y letales en las personas con patologías de base es motivo de una preocupación especial». Como esto es propio de cualquier virus gripal, se interpretaba que el virus pandémico la mostraba en una medida excepcionalmente alta. Poco después, un destacado diario español4 recogía unas declaraciones del doctor Keiji Fukuda acerca de la «especial agresividad del virus pandémico». En contraste, una publicación científica de junio de 2009 asignaba a ese virus un índice de letalidad del 0,4% en México5, habitual en la gripe estacional y 10 veces menor que la oficiosamente estimada allí en abril. En otra procedente de Nueva Zelanda y aparecida en julio de ese año se asignaron unas ratios de letalidad del 7-60/100.000 y del 0,4-60/100.000 a los virus estacionales y al virus pandémico, respectivamente, lo que no establecía diferencias entre ellos6. Estos llamativos contrastes fueron frecuentes, y no puede sorprender que causasen la sensación manifestada por los encuestados, cuya propia experiencia profesional les llevaba a considerar que la gripe pandémica no era en absoluto más grave que la estacional (86,5%).
Como ya he expresado en otras ocasiones7–9, pienso que esos indeseables desajustes nacieron del hecho de provocar una seria alarma social, a la postre no justificada, tras declarar ante los ciudadanos una alerta sanitaria global sobre unas bases científicas poco sólidas, y que ello fue posible solo tras modificar los criterios que habían regido hasta entonces las actuaciones de la OMS en el terreno del control de la gripe. El nuevo documento que el organismo internacional ha publicado recientemente deja al criterio de comités de expertos convocados ad hoc lo esencial de las decisiones que llevarán o no a declarar una alerta pandémica de gripe en el futuro10. Cabe solo desear que, llegado el caso, sus miembros tomen suficientemente en cuenta los desajustes generados hace 4años, y también esas consecuencias negativas que el trabajo realizado por la Cátedra de Vacunología de la Universidad de Alicante ha puesto tan claramente de manifiesto desde las páginas de esta revista.