El retraso del diagnóstico de la infección por el VIH supone una pérdida de oportunidades de mejora tanto desde el punto de vista de la salud individual como desde una perspectiva de salud pública1.
En el primer caso, el inicio tardío del tratamiento repercutirá negativamente en el grado de recuperación inmunológica alcanzado por los pacientes, lo que aumentará su morbimortalidad.
En el segundo, el riesgo de transmitir el virus será mayor cuanto más tiempo permanezca el paciente sin conocer su infección al no reducir comportamientos de riesgo y mantener, sin tratamiento, una carga viral (CV) probablemente elevada.
Por ello, la reducción del tiempo que pasa entre la infección y el diagnóstico del VIH es una prioridad de todos los programas de prevención del VIH/sida.
Sin embargo, el porcentaje de diagnóstico tardío (DT) (menos de 350 CD4 células/μl en el momento del diagnóstico) en el conjunto del Estado español en el año 2011 fue del 46,5%, y el de enfermedad avanzada (menos de 200 CD4 células/μl), del 29,1%2.
Realizar un diagnóstico precoz reduce el número de transmisiones debido a que el diagnóstico produce cambios en los comportamientos sexuales de los pacientes, así como a que disminuye la CV comunitaria al ser más probable que los pacientes con tratamiento tengan la CV indetectable.
Dependiendo del grado de supresión de la CV y del número de parejas sexuales que tengan las personas con VIH no diagnosticadas, la transmisión por parte de quienes desconocen su infección es entre 3 y 7 veces mayor que la de quienes sí la conocen3.
Esto hace que, asumiendo las hipótesis más conservadoras, el 25% de los pacientes con VIH que desconocen su infección sean el origen del 54% de las nuevas infecciones.
A pesar de estas evidencias, la evolución del DT en España se mantiene estable en unos porcentajes muy elevados cercanos al 50% (50,2% en 2009, 45,4% en 2010 y 46,5% en 2011)4.
Por sus características de accesibilidad, gratuidad en la atención y la adherencia de las poblaciones más afectadas por el VIH, los centros específicos de diagnóstico de VIH y otras ITS son elementos clave para disminuir el DT, como lo demuestra el hecho de que, entre 2003 y 2010, el DT en estos centros fue del 27,6% y la enfermedad avanzada del 9,8%5. Otro aspecto muy relevante es la posibilidad que tienen estos centros de obtener información de poblaciones con alto riesgo de infección y de difícil acceso, como las transexuales (tabla 1).
Comparación del retraso en los diagnósticos realizados en año 2011 en la Comunidad Valenciana, el Estado español y el Centro de Información y Prevención del Sida (CIPS) de Valencia
Comunidad Valenciana | Estado español | CIPS Valencia | |
Diagnóstico tardío (< 350 CD4 células/μl) | 55% | 46,5% | 28,7% |
Diagnóstico tardío en hombres | 53% | 44,3% | 28,9% |
Diagnóstico tardío en mujeres | 63% | 57,7% | 25% |
Diagnóstico tardío en transexuales | ND | ND | 33,3% |
Diagnóstico tardío en heterosexuales | 67% | 60% | 25,8% |
Diagnóstico tardío en HSH | 43% | 38% | 25,3% |
Diagnóstico tardío en UDI | ND | 54% | 16,7% |
Diagnóstico tardío en extranjeros | ND | 51,1% | 48,7% |
Diagnóstico en fase de enfermedad avanzada (<200 CD4 célolas/μl)) | 37,3% | 29,1% | 10,2% |
ND: no disponible; HSH: hombres que tienen relaciones sexuales con hombres; UDI: usuario de drogas inyectadas.
Así, si comparamos los datos del retraso en el diagnóstico del Centro de Información y Prevención del Sida de Valencia correspondientes al año 2011 con los datos del conjunto de la Comunidad Valenciana y con los del conjunto del Estado español observamos unas diferencias muy importantes4-6.
Esta diferencia tan importante a favor de los centros específicos de VIH/ITS en cuanto al menor DT, junto al elevado número de diagnósticos que realizan, muestra, a nuestro juicio, la efectividad de los mismos.
Efectividad que aumentaría si las Administraciones de las que dependen estos centros prestasen más atención a sus resultados y potenciasen su actividad.
En conclusión, por su gran accesibilidad y la experiencia de los profesionales, los centros específicos cumplen un papel esencial en la atención de las personas más vulnerables a la infección por el VIH. Por ello, creemos que su actividad debería potenciarse dentro de las políticas de control de la infección. Además, estos centros generan información fundamental para la vigilancia epidemiológica de segunda generación, y ofrecen recursos idóneos para actividades de formación y promoción de la salud.
A Alberto Amador Iscla, Subdirección General de Epidemiología y Vigilancia de la Salud, Dirección General de Salud Pública, Conselleria de Sanidad.