España ha sido reconocido como uno de los países mejor posicionados en el mundo para conseguir el objetivo de eliminar la hepatitis C en 20301–3, según las directrices de la OMS de 20164. A ello sin duda ha contribuido de manera especial la implementación casi universal del diagnóstico en un solo paso en los Servicios de Microbiología del Sistema Nacional de Salud5, además de la incorporación de alertas en los informes emitidos6 y sin duda también iniciativas estratégicas que incluyen el diagnóstico a través del uso de DBS en entornos de poblaciones vulnerables de difícil acceso, el rescate de los pacientes recién diagnosticados y no derivados y por último la recuperación de pacientes con infección por VHC ya conocida pero perdidos en su seguimiento; aportaciones todas que en España han situado a la Microbiología Clínica como un pilar imprescindible para la eliminación del VHC.
La pandemia de la COVID-19 está suponiendo un tremendo obstáculo para conseguir este ambicioso objetivo de la OMS de eliminar la hepatitis C en 2030. En nuestro país la pandemia producida por el SARS-CoV-2ha supuesto un inmenso desafío para nuestro Sistema Nacional de Salud, especialmente al ser España uno de los países más afectados. Ante la ausencia de vacuna o tratamiento efectivo, el diagnóstico es la única manera de poder contener la pandemia, para detectar a los transmisores, proceder a su aislamiento con el fin de evitar nuevos contagios, e iniciar la búsqueda de contactos. Por ello, este desafío afecta de manera especial a los servicios de microbiología de nuestros hospitales, que están experimentando un incremento exponencial de las pruebas diagnósticas para el SARS-CoV-2.
Como consecuencia de la pandemia de la COVID-19 se empieza a manifestar el impacto negativo que en distinto grado está teniendo en la eliminación del VHC en diferentes países a consecuencia de la disponibilidad de recursos y prioridades7,8. Como microbiólogos también estamos asistiendo con preocupación a la paralización o desaceleración en mayor o menor medida y por distintos motivos de la mayoría de las iniciativas arriba señaladas y pensamos que de continuar así corremos seriamente el riesgo de retroceder en la consecución de la eliminación de la hepatitis C.
Se hace por tanto necesario intentar en lo posible no abandonar estas líneas de actuación que han resultado tan exitosas, pero siempre dentro del realismo más posibilista y esperando que los efectos económicos negativos de la pandemia no influyan a nivel institucional en el claro beneficio de la eliminación de la hepatitis C. Los microbiólogos clínicos somos los grandes «esclavos» de esta pandemia. Nuestra «nueva normalidad» nos ha permitido «retomar» la actividad de nuestros servicios, añadiendo la enorme carga asistencial derivada de la pandemia. Como profesionales debemos diseñar estrategias para, en el caso de la eliminación de la hepatitis C, y también en muchos otros campos en los que la microbiología clínica es fundamental, permitan minimizar el impacto de la pandemia de la COVID-19. Aunque es una tarea difícil debemos luchar por conseguir los recursos necesarios para poder seguir adelante.
Por último, a pesar del impacto negativo también se presentan destellos de oportunidad, la pandemia ha puesto en primer plano el uso de pruebas masivas, el rastreo de contactos, etc. y en este sentido es importante considerar de cara a un futuro sin coronavirus algunas nuevas posibilidades para la eliminación de la hepatitis como las estrategias de agrupación de muestras (pooling) para el cribado poblacional, así como la puesta en valor de los protocolos de cribado activo de la infección9.
En conclusión, y tal como deja ver la Asociación Europea para el Estudio del Hígado en su último documento10 continuaremos trabajando hacia el objetivo propuesto por la OMS de eliminar la hepatitis C para 2030, pero adaptando en cada momento a la pandemia por la COVID-19 nuestra importante participación en el diagnóstico de la cascada del tratamiento clave en la eliminación del VHC.