Tras leer la carta al director de Escudero-Acha et al. a la publicación de nuestro artículo, quisiéramos agradecer su contribución al debate tan interesante que representa el papel de enfermería y medicina en los cuidados al final de la vida en los servicios de medicina intensiva1.
En primer lugar, quisiéramos felicitar al equipo por el pase conjunto entre médicos y enfermeras. Tal y como manifiestan en su carta, los turnos de trabajo no facilitan la toma de decisiones conjunta de ambas profesiones. Este hecho se refleja en un estudio multicéntrico realizado en 2014 por el Grupo de Bioética de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (SEMICYUC), donde solo el 26,3% de las enfermeras participaban en la decisión de limitación del tratamiento de soporte vital (LTSV) en sesión clínica2.
Este porcentaje difiere considerablemente del presentado en el estudio ETHICUS, que reveló que la percepción de los médicos sobre la participación de las enfermeras en la toma de decisiones en los cuidados al final de la vida variaba entre los países del norte (95,8%) respecto a los del sur de Europa (60,7%)3. Esta diferencia se hace patente de forma similar en nuestro estudio, cuando se pregunta a ambas profesiones sobre si las decisiones de LTSV se toman de manera conjunta en su centro: medicina considera que esto es así en un 92,6%, mientras que el porcentaje de enfermería disminuye hasta el 63,5%, dejando de manifiesto que la percepción de ambas profesiones es diferente en cuanto a la participación en la toma de decisiones. Lo que plantea dificultades añadidas, tal y como apuntan Oberle y Hughes, pues finalmente es el médico «el responsable de tomar decisiones» y las enfermeras «deben vivir con esas decisiones»4.
Las enfermeras tienen un rol importante cuando se trata del cuidado del paciente, dado que pasan mucho tiempo al lado de este y de su familia, siendo en muchas ocasiones partícipes de discusiones sobre sus deseos al final de la vida. Su posición desempeña un papel fundamental e imprescindible de conexión entre el resto de profesionales sanitarios, el paciente y su entorno5. El no poder hacer a la enfermera partícipe de la toma de decisiones y ejercer su papel representando los valores y creencias del paciente puede desencadenar en muchas ocasiones distress moral o burnout6, haciendo la toma de decisiones aún más difícil si cabe7.
Diversos documentos de consenso internacional señalan que el rol de ambas profesiones, entre otros profesionales sanitarios, es imprescindible y único para garantizar unos cuidados de calidad en los cuidados al final de la vida7,8.
Es por este motivo por lo que creemos que la educación de ambas profesiones respecto a los cuidados de la vida debe ser conjunta, en un foro donde se puedan debatir todas las posiciones de manera abierta y ambas profesiones puedan aprender conjuntamente, entendiendo y asumiendo las responsabilidades de cada una. Eso fue lo que impulsó a los autores a realizar este estudio multicéntrico, que esperamos que sea el primero de muchos, en los que quede patente la evolución de los equipos interprofesionales dentro de los servicios de medicina intensiva.