covid
Buscar en
Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México
Toda la web
Inicio Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México Carl Lumholtz y la objetualización de la cultura indígena en la Sierra Madre O...
Información de la revista
Vol. 50.
Páginas 8-27 (julio - diciembre 2015)
Compartir
Compartir
Descargar PDF
Más opciones de artículo
Visitas
2171
Vol. 50.
Páginas 8-27 (julio - diciembre 2015)
Artículo original
Open Access
Carl Lumholtz y la objetualización de la cultura indígena en la Sierra Madre Occidental
Carl Lumholtz and the objectification of indigenous culture in the western Sierra Madre
Visitas
2171
Regina Lira Larios
Programa de Becas Posdoctorales UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Nacional Autónoma de México, México, D.F., México
Este artículo ha recibido

Under a Creative Commons license
Información del artículo
Resumen
Texto completo
Bibliografía
Descargar PDF
Estadísticas
Resumen

En este artículo se analiza el contexto en el que se realizaron las expediciones del explorador Car Lumholtz a la Sierra Madre Occidental entre 1890 y 1905, enviado por el Museo Americano de Historia Natural. Se hace en el marco de las relaciones políticas, empresariales e intelectuales entre México y EE.UU. a finales del Porfiriato y de la “era de los museos” de la historia de la antropología, procesos que convergen en el abordaje del “problema del indio” en el noroeste y occidente mexicano. Se toma como caso particular el Gran Nayar, una región histórico-cultural y laboratorio de antropología emergente de este periodo para reflexionar sobre el papel del coleccionismo etnográfico practicado bajo la asunción de la inevitable desaparición de las sociedades indígenas en su inclusión como ciudadanos mexicanos al estado-nación moderno. Con base en lo anterior, abordo este proceso como la “objetualización de la cultura indígena”, que paralelamente a la desamortización y la castellanización, se construye como colección etnográfica que es catalogada, preservada y consumida en el espacio museo.

Palabras clave:
Coleccionismo
Objetualización
Territorialización
Porfiriato
Lumholtz
Relaciones México–Estados Unidos
Abstract

The present article analyzes the context during which the expeditions of explorer Carl Lumholtz took place in the Western Sierra Madre between 1890 and 1905, supported by the American Museum of Natural History. This is done within the framework of the political, business and intellectal relations between Mexico and the US during the Porfiriato and the “Museum Era” in the history of anthropology, processes that merge in the indigenous question (“problema del indio”) in Northwestern and West Mexico. The Gran Nayar is taken as a particular example of an emerging historical-cultural region and anthropology laboratory to reflect on the role of ethnographic colectionism as practiced under the asumption of the inevitable dissapareance of indigenous societies in their incorporation as Mexican citizens within the modern Nation-State. I therefore adress the “objectification of indigenous culture”, alongside with the process of land expropiation and national education in Spanish, constructed as an ethnographic collection that is catalogued, preserved and consumed in the museum space.

Keywords:
Collectionism
Objectification
Territorialisation
Porfiriato
Lumholtz
Mexico-US relations
Texto completo

Las expediciones que dirigió el noruego Carl Sofus Lumholtz (1851-1922) al noroeste y occidente de México entre 1890 y 1905 han sido objeto de recurrentes estudios, tanto por ser un referente en nuestro conocimiento sobre los pueblos indígenas que en aquel momento habitaron esta macrorregión, como por su aportación a áreas tan diversas como la etnología, la arqueología, la zoología o la botánica. También, estas han llamado la atención por haberse desarrollado en un momento histórico con particularidades que retomaremos y cuya historiografía es una invitación para repensar críticamente las relaciones entre pueblos indígenas y elites.

Aquí lo haremos a partir del llamado «giro material» adoptado al análisis cultural resaltando la red de actores involucrados en el coleccionismo etnográfico y la producción de conocimiento antropológico durante la época de oro de las grandes expediciones científicas conocida en la historia de la antropología como la «era de los museos», que entre 1880 y 1920 confluye con una época en la que se discuten las preocupaciones fundamentales que edifican las ciencias sociales, se construyen las ideologías nacionalistas e historias patrias y se diseñan proyectos de desarrollo social y económico tanto en México como en EE. UU.1.

Estas expediciones se entienden en el contexto de la consolidación del estado-nación al formar parte de lo que Curtis Hinsley ha llamado el «proceso museo»2, por estar vinculadas con la territorialización del norte concebido como terra incognita y su inclusión en el imaginario de la nación. Basados en el contexto en el que Lumholtz realizó sus expediciones, resaltaremos 2 aspectos ligados al proceso de territorialización. Siguiendo a Lomnitz, el primero considera estas expediciones como un ejemplo característico de la nueva relación de dependencia que México establece con EE. UU. –un poder imperial no colonial– al poner en evidencia las condiciones políticas y empresariales entre ambos países entre 1880 y 1900 que hacen posible esta empresa auspiciada por los benefactores del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York (en lo subsecuente AMNH por sus siglas en inglés, American Museum of Natural History) entre los cuales figura una clase de empresarios millonarios de la costa este estadounidense con intereses fincados en el norte mexicano3. Y el segundo, simultáneo a lo anterior y en parte consecuencia de la obra de Lumholtz, el de la «desterritorialización» de la población indígena con la desamortización de bienes comunales en el caso del Gran Nayar que emerge como un nuevo laboratorio para la antropología profesional naciente y se construye como región histórico-cultural. Con ello retomaremos la reflexión sobre el coleccionismo etnográfico que bajo la línea directriz de reunir «huesos, artefactos y textos»4, y paralelamente al despojo territorial y a la castellanización impulsada por los gobiernos para afrontar el «problema del indio», margina a los pueblos de la realidad social y política, al «objetualizar» la cultura nativa como «colección» y divulgar una imagen del ser indígena colectivizado en nombre de una cultura arcaica, dotado de una nueva materialidad y temporalidad que lo vuelve no perenne y consumible. Si bien el devenir de los pueblos indígenas en México tomaría otro curso al estallar la Revolución, nuestra mirada antropológica contemporánea sobre los pueblos indígenas del noroeste, y en particular de las sociedades huicholas o wixaritari sobre los cuales enfatizaremos, ha sido marcada por el legado de Lumholtz: una obra tan fundamental como inaugural de la antropología mexicana moderna.

El American Museum of Natural History de Nueva York

En EE. UU., desde la década de 1880 una nueva dirección del proyecto científico se perfilaba hacia el resto del continente americano en busca de un carácter original y distintivo que lo diferenciara del europeo y que orientara el modelo educativo que formara al ciudadano norteamericano moderno. En este proyecto nacionalista, la elite neoinglesa y de la costa este se distinguiría como precursora de las artes y la ciencia. El modo en que se desarrollaría era objeto de discusiones entre una amplia red de actores, entre los cuales participaron científicos formados en disciplinas muy diferentes, y que interesados por lo que en aquel momento se entendía como «antropología» –para unos una rama de las ciencias naturales, para otros, una ciencia independiente con objetivos y métodos propios– se unieron en un proyecto común. La creación de los primeros museos estadounidenses, entre ellos el Museo Nacional Smithsonian de Washington, el Peabody de Harvard y el AMNH de Nueva York, desempeñaron un papel clave en la consolidación de este proyecto común al definir los objetivos generales, la forma y el sustento de la disciplina antropológica5. A diferencia de México donde la edificación de las ciencias sociales depende económicamente de las iniciativas gubernamentales, en EE. UU. se realizó al fortalecer una red de «entrepreneurs-académicos», instituciones gubernamentales, universidades y empresarios-filántropos que reconoció tanto la necesidad de la investigación científica como su aplicación práctica y hasta lucrativa que tomó forma en el museo cuyo fin era atraer las masas para asegurar su futuro económico.

El interés por los «pueblos primitivos» se realizaba como una labor urgente, que a consecuencia de la fiebre del oro y la implementación del sistema de reservas llevó a los jóvenes antropólogos a ser testigos de la desaparición de las «culturas nativas» como si esta fuera una consecuencia inevitable de la modernidad. Esta urgencia dominó en buena parte los métodos empleados para la recolección durante las primeras décadas de la era de los museos y planteaba el reto de documentar en formato físico y permanente culturas sin escritura, cambiantes y en desaparición; un ejemplo característico son las investigaciones impulsadas por John Wesley Powell desde el Bureau of American Ethnology6. Al respecto, Gary Gossen cita a William Wells Newell, editor del Journal of American Folklore de 1888: «No es posible recalcar demasiado que la actual necesidad de estudiar las razas primitivas no es un discusión teórica sino una investigación práctica; no se trata de comparación, sino de colección…»7. En su primer número, esta misma revista cofundada por Franz Boas decretaba:

A great change is about to take place in the condition of the Indian tribes, and what is to be done must be done quickly. For the sake of Indians, it is necessary that they should be allowed opportunities for civilization; for our sake and for the future, it is desirable that a complete history should remain of what they have been since their picturesque and wonderful life soon be absorbed and lost in the uniformity of the modern world8.

El AMNH de Nueva York es representativo de esta época, y es también un caso particular ya que, a diferencia del Museo Nacional o del Peabody, no dependía primordialmente del apoyo gubernamental sino de una elite empresarial neoyorquina que era propietaria de las colecciones, financiaba las exposiciones, además de los gastos operativos. Creado en 1869 como museo de historia natural, fue financiado por 25 miembros que componían el patronato de benefactores y que negociaron el apoyo de la ciudad de Nueva York para adquirir un terreno y construir el edificio donde actualmente se encuentra a un costado de Central Park. Bajo la dirección de su segundo presidente Morris K. Jesup, gozó de una época de oro en la que se realizaron sus más destacadas empresas de exploración y «descubrimiento» al Polo Norte, Siberia, el desierto de Gobi, las selvas del Congo, y al norte y sur de México; en especial en los estados fronterizos, la Sierra Madre Occidental y el área maya. En esta época, la División de Antropología tenía a Frederic Putnam como curador que desde su colaboración en el Peabody abogaba por un vuelco de un enfoque exclusivo en la arqueología hacia la etnología y antropología física, a Franz Boas como asistente curador del área de Etnología, y a Marshal Saville del área de arqueología, ambos incorporados por Putnam en el seno académico9.

El encomendado para realizar las primeras expediciones etnográficas al norte mexicano fue el noruego Carl Sofus Lumholtz, quien en 1889 se encontraba en Nueva York para promover su libro recién publicado Among cannibals: An account of four years’ travels in Australia and of camp life with the aborigines of Queensland, en el que recogía su primer viaje de exploración a Australia, cuyos aborígenes se difunden en las revistas como «the lowest race of homo sapiens to exist»10. En Nueva York impartió conferencias en sociedades científicas como el Explorer's Club y pláticas al público en general, donde rápidamente se destacó por su habilidad para relacionarse en los círculos sociales neoyorquinos que frecuentaban personajes como Cornelius Vanderbilt, William Whitney, Morris Jesup y William Dodge, todos ellos miembros del patronato del AMNH11.

Con sorprendente rapidez, Lumholtz organizó su siguiente aventura de exploración al norte de México. Para 1890 ya contaba con los fondos, el apoyo institucional en EE. UU. y en México, y el equipo científico para emprender una serie de expediciones a lo largo de la Sierra Madre Occidental que lo llevarían a recorrer pueblos pima, pápago, tarahumara, tubar, tepehuán del sur, mexicanero, cora, huichol, tepecano, nahua y purépecha, durante los siguientes 20 años de su vida12. Este apoyo tan remarcable ha llamado la atención de distintos autores quienes lo han atribuido a 2 situaciones: la primera, a que esta porción del territorio mexicano era una especie de terra incognita, un paraíso por conquistar para los inversionistas estadounidenses e inexplorada «científicamente» ya que apenas en 1883 los apaches habían sido sometidos por el general Cook13; la segunda, al interés genuinamente científico por entender mejor las relaciones entre los antiguos indios pueblo del Southwest y los aztecas del centro de México, siendo para entonces el Southwest la piedra angular del nuevo proyecto científico americano en la que colaboraban las grandes instituciones de investigación14.

En su prefacio a El México desconocido Lumholtz explicita que la idea de explorar estos terrenos fue concebida en Londres en 1887 donde escuchó hablar de las admirables cavernas al suroeste de EE. UU. de cuyos pueblos «de seguro» no quedaban rastro en EE. UU., ante lo cual se pregunta: «¿No podría suceder que algunos descendientes de ese pueblo existiesen todavía en la parte noroeste de México, tan poco explorada en el presente?»15.

La primera expedición fue financiada conjuntamente por el AMNH, la Sociedad Geográfica Americana de Nueva York y fuentes privadas, y al parecer en las subsecuentes expediciones solo participó el AMNH y «un amigo» que dio «la parte principal de los fondos» y deja en anonimato. Con los documentos oficiales proporcionados por el entonces Secretario de Estado James G. Blaine y el Secretario de Relaciones Exteriores Ignacio Mariscal,–a quienes dedica un especial agradecimiento en su libro–, se le confiere la libre introducción de equipaje por la aduana, privilegio de escolta y numerosas cartas de presentación para personas distinguidas del norte de México. En su visita a la ciudad de México como parte de sus preparativos de viaje fue recibido «con la mayor cortesía» por el mismísimo Presidente General Porfirio Díaz en el Palacio Nacional y miembros de su gabinete «con apreciaciones sobre la importancia y valor científico verdaderamente gratulatorias»16. Las etapas de sus viajes fueron reportadas por la prensa nacional en inglés (Mexican Herald y Two Republics) y en español, tanto de la ciudad de México como por periódicos locales. Reportando su reciente llegada a México, el periódico la Voz de México informaba:

El profesor Lumholtz viene recomendado al gobierno de México por el gobierno de los Estados Unidos del Norte, y trajo cartas para el gobernador del Estado, del Sr. Romero, nuestro ministro en Washington, y del presidente de la república, general Porfirio Diaz. (…) La expedición viene provista de todos los instrumentos necesarios para hacer sus observaciones, trayendo entre tantos aparatos, cámaras fotográficas con los últimos perfeccionamientos, y fonógrafos. El Sr. Lumholtz venía de la capital de la republica donde estuvo unos cuantos días con el objeto de ver al presidente, de quien lleva cartas de recomendación para el gobernador del Estado [de Chihuahua], para el jefe de la zona y para otras autoridades superiores de aquel Estado y del de Durango. El Sr. Gobernador Carrillo recibió al Sr. Lumholtz con las debidas consideraciones, le dio cartas para todas las autoridades de los lugares del Estado que debe recorrer, á fin de que le proporcionen guías, provisiones, los datos oficiales que haya y los auxilios que necesite17.

En septiembre de 1890 salió la primera expedición y cruzó la frontera desde Arizona hacia Nacori, Sonora, con un equipo de «hombres de ciencia y estudiantes» que incluían: geógrafo físico, arqueólogo, botánicos, zoólogo y un mineralogista, conformando un equipo de 30 personas con guías, cocineros –uno chino de nombre Ki–, muleteros, además de un centenar de «mulas, asnos y caballos», y su fiel acompañante, el perro llamado «apache»18.

La territorialización del norte incognito

La era de los museos, o el «museum process» como lo llama Hinsley, estaba asociada a procesos de expansión territorial y de apropiación de paisajes al imaginario nacional19. La narrativa de Lumholtz sobre el norte mexicano de la década de 1890 traza una especie de terra incognita, desolada y precaria, en riesgo latente de ataques apaches y con poblaciones indígenas de quienes «poco más que su nombre era conocido»20. Sin embargo, desde la década de 1880 esta región entra en un periodo de transformación acelerada que merma la distancia entre EE. UU. y México y crea las condiciones para las relaciones bilaterales. Con la inauguración del telégrafo desde 1881 y poco después del teléfono, el sofocamiento de las incursiones indias que por décadas aterrorizaron a las poblaciones fronterizas, y la inversión extranjera, miles de estadounidenses llegan para la construcción y manejo de las redes ferroviarias, la explotación de minas y la enseñanza del inglés. Este periodo de modernización enfocado en transformar el «norte precario» en un «norte industrioso» implicó un proceso de territorialización, que según lo explican Terrazas y Gurza, se caracteriza por un creciente control gubernamental en la región fronteriza que regula el movimiento de personas y de mercancías, dado simultáneamente a la consolidación de los Estados-nación tanto en México como en EE. UU. aunque en diferentes ritmos y revelando diferencias notables entre ambos países, especialmente en las concepciones sobre la tierra y el territorio21. Este también significó el desplazamiento de poblaciones yaquis, tarahumaras, tepehuanes del sur, nahuas, otomíes, entre otros, con una política gubernamental que favorecía el asentamiento de nuevos colonos, especialmente de origen europeo, y la «colonización minera»22.

A finales de la década de 1880, el teniente Frederick Schwatka había realizado viajes entre Sonora y Chihuahua donde se encontró con indios mayos, yaquis, apaches, comanches, tepehuanes del sur, y con los «tarahumari», «los primeros cliff dwellers» «de quienes el mundo jamás ha escuchado»23. En su libro In the land of cave and cliff-dwellers (publicado en 1895 por una editorial inglesa) nos deja testimonios sobre áreas que Lumholtz volvería a recorrer y ofrece un panorama de las condiciones geográficas, hidrológicas, de los recursos potenciales para la explotación y de áreas potenciales para inversión en la zona fronteriza que son explícitas, en cuya opinión «Our enormous advantage of contiguity is pressing us forward in spite of ourselves, and we ought to sweep nearly every line of commerce in Mexico from the hands of foreigners - a fact that is most emphatically true of the northern part of that rich territory»24. Todo indica que Schwatka fue el creador del mito de los «últimos cavernícolas», y aunque no es citado directamente por Lumholtz las conexiones entre ambos se ligan ya que Schwatka había sido financiado por la Sociedad Geográfica de Nueva York para realizar exploraciones en Alaska y fue acompañado por el profesor Libbey, el geógrafo físico de la Universidad de Princeton que acompañaba a Lumholtz en la primera expedición25.

El dinamismo cultural que se experimentaba en esta región es también reflejado en los relatos y notas de Lumholtz donde deja testimonio de sus encuentros frecuentes con estadounidenses e ingleses en áreas al parecer recónditas de la sierra chihuahuense, además de sus encuentros con personalidades de otras nacionalidades: su amiga francesa Madame Jeanne Roux a cargo del Liceo Franco-Mexicano en Chihuahua; el Sr. Emil Ketelsen, un prominente empresario y representante de la comunidad alemana en Chihuahua de quien recibe cartas de introducción; el estadounidense Mr. Shepherd que dirige la Batopilas Mining Company; Juan, el abogado francés, un zoólogo cubano de paso en la zona, además de los pastores mormones estadounidenses que lo orientan en sus exploraciones26. A pesar de las crisis económicas que se vivieron en los inicios de la década de 1890, el derrame económico en el norte se hace notar en la economía mexicana hacia la mitad de esta década. Con ello se inaugura un periodo de estabilidad y consolidación del régimen porfirista.

Las investigaciones más recientes sobre el Porfiriato insisten en la necesidad de redimensionar las relaciones políticas y comerciales entre México y EE. UU. considerando cada parte como un complejo de colectivos y de factores que han definido dichas relaciones a partir de coyunturas y etapas en su historia27. No obstante, las expediciones de Lumholtz resaltan las asimetrías de esta compleja relación al considerar tanto su alto costo como el apoyo institucional que dio carta blanca al coleccionismo etnográfico y arqueológico28. Para Claudio Lomnitz la expedición Lumholtz es un ejemplo característico de una «cultura de nacionalismo dependiente» emergente durante este periodo en México –y en otros países latinoamericanos–, en la que la economía nacional fue reorientada hacia un nuevo poder imperial (no colonial) cuyo capital generaba un desarrollo intensivo y nuevas modalidades de «subdesarrollo». A este periodo entre 1870 y 1890 se le designó como una «transición evolucionista” en el ámbito de las relaciones internacionales, que en palabras de Lomnitz propició «la dependencia como una forma de conciencia histórica»29.

El periodo comprende los últimos años de la presidencia de Juárez y los inicios de Díaz que se enmarca en la nueva política exterior estadounidense defendida por el Secretario de Estado James G. Blaine que da fin al anexionismo a favor de la inversión del capital en su vecino del sur para estimular el crecimiento económico e industrial que vivía su país. En palabras de Blaine, desaparece «toda posible duda acerca de la política de EE. UU. hacia su república hermana. Esa actitud es la de reconocimiento fiel e imparcial de la independencia e integridad de la nación mexicana»30. Las nuevas condiciones para diseñar el marco de las relaciones bilaterales dependían de la capacidad de negociación de cada parte, que en cada ámbito implicó compromisos y estrategias cambiantes para asegurar la integridad nacional, no exenta de tensiones y de intensos debates en los Congreso de ambos países. Sin embargo, sin recursos domésticos y como deudor insolvente en las bolsas del viejo continente y la necesidad de modernización que veía en el desarrollo ferroviario el desarrollo económico, la alianza con el vecino del norte resultaba necesaria.

Desde el periodo juarista se habían encaminado negociaciones con el plan Rosecrans que estipulaba que el pago de la deuda mexicana no se haría en efectivo sino con concesiones territoriales ferroviarias31. Esta iniciativa controversial en el Congreso mexicano no llegó a consolidarse y no fue hasta el gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada cuando se otorgarían 2 concesiones importantes: la del Ferrocarril Nacional de México que conectaría el centro del país con la frontera norte, y otra en Sonora. Aunque se otorgan en un contexto en el que se resiente la agresividad del capital estadounidense, se celebran como un avance en las relaciones diplomáticas entre ambos países. Con la toma del poder de Porfirio Díaz en 1877, que no es reconocido por el vecino del norte hasta un año después, se emprende una campaña promocional para difundir las oportunidades económicas que ofrece México. Entre 1878 y 1879 Díaz se reunió con periodistas y personajes prominentes del mundo de las finanzas y la política en EE. UU. y se reanudan las relaciones diplomáticas que inauguran una etapa de inversiones extranjeras en México que favorece a los empresarios de la costa noreste por encima de los tejanos y californianos a quienes se les considera como hostiles a la integridad nacional32.

Las relaciones económicas y personales que se tejen entre este grupo selecto de capitanes bostonianos y neoyorquinos y Díaz y sus ministros, dan fuerza a su mandato y contribuyen a su permanencia. La acumulación de poderes en la figura presidencial se logró en buena medida gracias a las redes clientelares que se favorecían de la prosperidad económica. Como consecuencia, la cohesión política se aseguraba desde el centro y los componentes regionales nunca tuvieron el mismo peso. Los hombres fuertes del norte lograron tanto ascender políticamente, como extender sus áreas de acción desde la agricultura, la ganadería y la minería hacia el comercio, la industria y los bancos hacia el final del régimen. De los que iniciaron su carrera como caudillos, algunos fueron retirados de forma «obligada» de la vida política, como sucedió en el caso de la familia Terrazas aliados con los Creel de Chihuahua que amasan una de las grandes fortunas de la época, tras haber ganado el derecho a enriquecerse por medio de favores, contratos, puestos y concesiones33.

Esta elite regional se consolidó no solo por su lealtad al gobierno de Díaz, sino gracias a sus nexos con la elite estadounidense con cuyos miembros se colaboró en la modernización de la frontera y el norte mexicano, y entre los que figuran capitanes financieros de la costa noreste que conformaron una clase corporativa dominante recientemente consolidada que para entonces ejercía importante autoridad económica en su país. De esta surgió el programa de «filantropía responsable» que apoyaba universidades, observatorios, librerías, hospitales, conservatorios y expediciones científicas como la de Lumholtz34. Algunos de ellos formaban parte del distinguido patronato de benefactores del AMNH de Nueva York: el presidente del Museo, Morris K. Jesup, invertía en el ferrocarril El Paso-Guaymas que se convertiría en la ruta de comercio más corta entre los mercados de la costa este de EE. UU. y la costa sur del Pacífico; y el tesorero del Museo J.P. Morgan invertía en transportes (ferroviarios y navales) y comunicaciones (telégrafo, teléfono) además de la venta de valores de bonos gubernamentales mexicanos. Otros miembros del patronato como Cornelius Vanderbilt era accionista del Ferrocarril Nacional Mexicano y de las aseguradoras asentadas en México desde la década de 1870; William Whitney compartía con la familia Guggenheim acciones en el mayor complejo de minas, fundidoras y ferrocarriles mineros del país; y William Dodge combinaba sus recursos financieros, de seguros y de armas con un sentido de misión cristiana común entre los involucrados en la expansión estadounidense y vendía servicios financieros, de seguros y de comunicaciones en México, además de la firma minera de la familia. A través de sus redes corporativas, los negociones de este grupo selecto se extendían a otras ramas: las salinas, la pesquería, el azúcar, las madereras que desde 1884 se extendían por la Sierra Madre desde Chihuahua hasta Zacatecas y Jalisco35.

En la posición de Alan Knight, Díaz guardó un equilibrio entre la inversión estadounidense y la europea aplicando un «nacionalismo defensivo», logrando una estabilidad institucional y un crecimiento económico que permitió al Estado-gobierno fortalecerse y con el desarrollo ferroviario, «integrar» el territorio nacional en un periodo donde aún se resentía la vulnerabilidad de su integridad36. Si bien con la inversión y expansión ferrocarrilera, los mercados internos se enlazaron con el mercado mundial provocando una revolución al sistema económico y social del país, la inversión atendió el desarrollo de las rutas norte-sur por encima de las este-oeste, dejando una gran parte del país al margen del desarrollo. Esta marginación se agudizó en las regiones indígenas y campesinas a las que se hacía responsables de un doble aislamiento, geográfico y cultural, que frenaba el acceso pleno a la modernización. Por otro lado, a pesar de las campañas publicitarias que mejoraban la imagen de México para asegurar el futuro de las transacciones de ambas partes, el lenguaje que describe el manejo de las relaciones internacionales no esconde el tipo de ideas con la que los estadounidenses formulaban sus objetivos en México, mezclando «ideas de progreso con teorías de la inferioridad racial mexicana»37. Las concepciones de unos y otros se dejan ver en testimonios de la época. Por ejemplo, Nahun Capen, un empresario, editor y frenólogo de Boston escribía a William Starke Rosecrans en 1870:

[En] vista del verdadero carácter del pueblo mexicano, será necesario alistar a gran cantidad de personas de la raza superior. Para salvar a esa nación se precisa de un sólido fundamento de carácter, y lo que no se pueda encontrar allá, será necesario llevarlo. […] Si se exponen a grandes riesgos, exigirán grandes ganancias; y si éstas [sólo] se les prometen, no será posible promover o fortalecer fácilmente a la nación que se desea desarrollar o ayudar.38

Por otro lado, el periodista mexicano Catarino Garza emigrado al sur de Texas en 1877, defendía a la «raza mexicana» en sus propios términos:

Los mexicanos nos consideramos más puros de sangre que los estadounidenses, ya que en nuestro país sólo hay mezcla de españoles e indígenas, y ellos [los estadounidenses] en general son descendientes de aventureros irlandeses, mendigos polacos, suizos, prusianos, rusos, y sobre todo de africanos mugrientos.39

Lumholtz comunica en una lectura pública que reúne a la Royal Geographical Society y el Institute of British Geographers en Nueva York:

The Indian of Mexico is treated well by those in power, and he is considered a citizen. The influence upon the Mexican nation of the tribes that had risen to a certain stage of civilisation at the time of the conquest has been great and beneficial. Pure-bred Indians have become prominent as governors, generals, and clergymen. Honest, lion-hearted Benito Juarez, who guided the republic through its most severe crisis, was a pure-bred Zapotec Indian; and I hardly need to remind you that the present head of the Mexican Republic, President Porfirio Diaz, who has a certain amount of Mixtec blood in his veins, is not only a great man in his country, but one of the great men of our time.40

Desterritorialización e invención del Gran Nayar

En el marco de la consolidación de los estados-nación del siglo xix, el coleccionismo de museos se ejercía como una necesidad urgente que debía anticiparse a la homogeneización de las diferencias culturales. Sin embargo, el coleccionismo etnográfico en México no aparece tan significativo como el arqueológico, ya que en el discurso nacionalista las culturas indígenas resultaban vestigios «deteriorados» del pasado y debían documentarse con relación al pasado prehispánico glorioso, origen auténtico de lo mexicano41. En palabras de Leopoldo Bartres «El país ha abierto sus puertas a la civilización europea y angloamericana, haciendo que los indios cambiaran la choza primitiva por la casa de madera, y el vistoso traje compuesto de quexquemil huipil, ceñidor y refajo, por la enagua y el saco de indiana y de percal. Pero antes de que las costumbres se pierdan para siempre, deberían quedar cuando menos anotadas en los archivos históricos»42.

Para el indígena mexicano del siglo xix, y como lo señala Federico Navarrete, de su incorporación a la categoría única y universal de ciudadano dependía su reproducción, no como indígenas sino como personas, ya que de «la cercanía o lejanía con ese ideal supuestamente universal que se hacía equivalente, en última instancia a la idea misma de ‘humanidad’»43. Las condiciones de su reproducción como mexicanos-personas significaba para los no-indígenas la eliminación de todo aquello considerado como causa de su aislamiento, que era causa de su «degeneración» o «decadencia».

Al indio se le hacía responsable de un doble aislamiento: el geográfico y el lingüístico. El primero se creía sería inevitablemente superado con la modernización del país (que como vimos fue limitada a ciertas regiones), ya que uno de los paradigmas de la época sostenía que la cultura indígena sobrevivía debido a su aislamiento. El segundo se convirtió en uno de los pilares de la investigación que se realizaba en México desde las décadas de los 60 y 70 por figuras como F. Pimentel y M. Orozco y Berra, cuyo fin, y con el paso de los años, fue eliminar las barreras ocasionadas por el plurilingüismo y el impulso de un proyecto educativo a nivel nacional44. Estos primeros mapas lingüísticos, así como las estadísticas y los estudios antropológicos eran impulsados por el ideal positivista de una sociedad bien organizada y administrada que consolidara el estado fuerte y la nación moderna45.

El tercer factor al que se adjudicaba la precariedad del modo de vida indígena era la propiedad colectiva, cuya desamortización se puso en curso en todo el país como parte del proceso de territorialización que no solo buscaba controlar las fronteras internacionales, sino las internas. En su recorrido hacia el sur de la Sierra Madre Occidental, Lumholtz fue testigo de las tensiones que los pueblos que conformarían la región histórico-cultural del Gran Nayar vivían respecto a la pérdida acelerada de sus territorios. En su paso por el poblado tepehuán del sur, Lajas, anota:

En una reunión que tuve con ellos llevado de mi deseo de agradarles, díjeles que el gobierno mexicano tenía mucho interés en saber si se desarrollaban en población ó estaban próximos à acabar, à lo que el más ladino repuso riendo: «Por supuesto que quieren saber cuando podrán acabar con nosotros!».46

Y en su paso con los coras de Santa Teresa, al despedirse el alcalde le dijo:

Me rogó que no me olvidase de los coras cuando viese à la primera autoridad de Tepic, y que consiguiera del Gobierno mexicano que los dejasen conservar sus antiguas costumbres que habían sabido les querían prohibir. Tal temor carecía de fundamento. También me suplicó que empleara mi influencia para impedir que en las cercanías se establezcan blancos ansiosos de apoderarse de las grandes selvas.47

Para los pueblos huicholes que habían gozado de una sorprendente estabilidad en cuanto a la posesión de sus terrenos –no exentos de invasiones– el siglo xix es un parteaguas en la distribución de la tierra que ve la emergencia de una nueva clase social: la de los pequeños y medianos propietarios, que se distingue de los indígenas en que poseían sus terrenos comunales y de los grandes terratenientes de la época colonial48. El desarrollo y consolidación de esta clase emergente de agricultores y ganaderos favorecida por la ideología liberal se realizó por las condiciones dadas por las leyes de Reforma para extender sus terrenos hacia las zonas tradicionalmente indígenas de los cañones y los valles intermontanos. La reacción de las poblaciones indígenas ante tales invasiones propició su participación en el movimiento dirigido por Manuel Lozada. Este movimiento que por 15 años mantuvo a las poblaciones indígenas serranas al margen del proceso de desamortización, al ser sofocado, implicó la pérdida territorial en forma desmesurada. Es decir que al mismo tiempo que el movimiento lozadeño postergó la desamortización de las tierras altas, los sectores de la población ranchera que apoyaron las fuerzas del gobierno buscaron su recompensa, acelerando el proceso de apropiación de las tierras indígenas. Para principios del siglo xx, el sistema comunal se encontraba gravemente fracturado49.

Esta ansiedad por acaparar nuevos terrenos generó confrontaciones violentas entre indígenas y mestizos y entre los mismos grupos indígenas. Según documentación revisada por Mario A. Aldana en el Archivo Histórico de Jalisco, en Mezquitic, Nostic y Tenzompa –los 2 últimos huicholes– los «vaqueros zacatecanos» capturaban a trabajadores indígenas y los llevaban presos, acusados de bandidos y donde les retenían sus animales y aperos y les imponían fuertes multas. Los dueños de las haciendas de San Juan Capistrano y San Antonio de Padua, acompañados de «soldados y vaqueros» robaban el ganado, exigiendo un peso por cada cabeza recuperada50. También se dio el caso en que jefes tepecanos del municipio de Totatiche mandaba azotar a miembros de otras comunidades a fin de obtener que la otra parte limitara sus aspiraciones territoriales51.

Algunos pueblos huicholes reconocidos por el antiguo régimen habían quedado divididos entre los cantones de Tepic (separado en 1884 de Jalisco) y Colotlán, a pesar de las quejas emitidas por parte de huicholes de Guadalupe Ocotán que quedaron separados de su cabecera tradicional y con problemas que siguen sin resolverse hasta la actualidad. Las autoridades a nivel municipal que aprovecharon la nueva organización política para ejercer su dominio sobre los pueblos bajo su circunscripción denunciaban el aislamiento como causa de la precariedad del modo de vida indígena sosteniendo «que el medio más eficaz para la civilización de estos pueblos de indígenas es el contacto con la gente blanca»52, o que los nuevos modelos educativos recién implementados en algunos pueblos eran la alternativa «a fin de que se civilicen estos pobres hijos aldianos que siempre han vivido en la oscuridad de la ciencia»53. Si bien el presidente Díaz había intercedido ante el jefe político del Octavo Cantón de Colotlán al que pertenecían la mayoría de los asentamientos huicholes para que a representantes de Santa Catarina se «les reciba, los escuche y los atienda en el negocio de que le hablarán, auxiliándoles eficazmente y con buena voluntad»54, la implementación de las leyes de desamortización y de las acciones para su «incorporación» ya estaba en curso. Sea porque las compañías deslindadoras denuncian los terrenos indígenas como baldíos, por falta del pago de contribuciones que acredite la posesión de sus terrenos como particulares, o por la pérdida de los antiguos títulos virreinales, para los años anteriores al estallido de la Revolución, una buena parte de los terrenos huicholes habían sido rematados a los vecinos mestizos. La comunidad de Santa Catarina fue prácticamente despojada rematando una fracción de sus terrenos para liquidar el adeudo generado por falta de pago de contribuciones:

… con respecto a un cobro qué nos ase de ofisina de rrentas de Mizquitic aganos la Merse de perdonárnosla porque Nosotros estamos muy pobres y aquí nos disen que nos ban a quitar el terreno, y nosotros qué asemos si no es quejarnos con su Mersed que es nuestro padre que rreconosemo y es quie podrá promediar todo esto y es cuando le digo llo gobernador de La Catarina (,) Francisco Gabriel no se firmar.55

A lo cual, el director general de Rentas de Jalisco contesta:

(…) eximir a la comunidad de Santa Catarina del pago de las contribuciones que adeuda y de los que su predio cause en lo futuro, esa gracia contribuirá a que los indígenas, que carecen de exigencias sociales, sigan en la indolencia en que siempre han vivido.56

En 1901, representantes huicholes de la comunidad de San Andrés Cohamiata escriben a autoridades del estado de Jalisco:

Esto nos ha despedazado mas nuestro corazón y podido desde que estamos poseendo las dichas propiedades no hemos molestado ni perturbado à la Nación ni individuo algunos, hemos vivido pacificos, nosotros no somos como los Yaquis que à cada paso tienen acongojada a su Madre Patria. ¿Porqué, Señor, se intenta dividirnos de nuestra amada tierra?57

Con la destrucción de la propiedad colectiva, la apertura de estos terrenos traería nuevas amenazas. Por ejemplo los huicholes de Tuxpan levantan quejas contra unos «americanos» que medían sus terrenos para su deslinde58, y en la comunidad de San Sebastián, una compañía «norteamericana» ya explotaba un mineral dentro de su territorio por intermedio del obispo de Guadalajara59.

El mismo Lumholtz fue objeto de acusaciones por parte de los mestizos mexicanos de quienes formula opiniones recurrentemente negativas: a ellos les adjudica la perversión del indio gentil a quien considera naturalmente noble y religioso. Se le acusa de ser sacerdote protestante, o «americano», ambas situaciones plausibles que reflejan los temores de la época. En su paso por tierra tepehuán, en Lajas: «Los mexicanos ignorantes que apenas saben quien sea el presidente de su país, me han imputado más de una vez que llevaba en mi expedición intenciones de adueñarme de algunas tierras, atribuyéndome designios de conquistar à México para los americanos, con mis tres ó cuatro mexicanos é indios y una docena de mulas de carga»60. Y en su paso por tierras coras de Nayarit, los mestizos le hacía una doble acusación:

Dos comerciantes de la localidad, que me habían visto en Santa Teresa hablaron al padre de la presencia de un misterioso gringo, provisto de muchos cajones y mulas de carga que daba à los coras ‘preciosas alhajas’ para comprarles sus almas, y asistía a sus danzas. El padre, sin conocerme siquiera, sacó por consecuencia que era yo un misionero protestante de viaje, y un día después de la misa, exitó à sus fieles contra el maligno protestante que andaba corrompiéndoles el corazón y perturbando aquel valle donde siempre había reinado la paz. (…) Á falta de otra cosa, inventaron todo género de extraños cargos respecto de mí: que andaba examinando las tierras para Porfirio Díaz, que quería vender el territorio de los coras à los americanos, que recurría únicamente à los indios porque eran más confiados y fáciles de descarriar, pues mi propósito era hacerlos masones.61

Finalmente, la entrega de Lumholtz a lo desconocido es admirable, y la ingenuidad con la que lo hace le sirvió posiblemente de su mejor aliado. El compromiso con el que asume su papel histórico hace justa la observación del periodista Charles de Kay del New York Times al decir:

Mr. Lumholtz calls his book «Unknown Mexico», a title that may give rise to error. The land itself can hardly be called unknown where the whites have been passing to and fro for several centuries, but in the special domain of tribal religion, in the field of magic and ritual practice, there he has found the hitherto unknown.62

Una vez de regreso al mundo conocido, ante la Royal Geographical Society Lumholtz concluía su presentación:

As regards the fate of the tribes of the Sierra Madre del Norte, it can ultimately be but one–their absorption into the great nation to which they belong. The vast forests and mineral wealth of those regions cannot always remain the property of my dusky friends: the weaker must succomb to the stronger, and the Indians will ultimately all become Mexicans.63

Simultáneamente al despojo territorial del que fue testigo, su obra fue central en la invención de las regiones históricas y culturales del noroeste mexicano, que como el Gran Nayar se incorporaban a la historia nacional y universal descubiertas por la antropología. Sus paisajes descritos con elocuencia poética, los recursos naturales distintivos así como las costumbres «desconocidas» de sus habitantes fueron integrados al imaginario nacional bajo formato material, coleccionable y exhibible en los términos dictados por la modernidad. Ni Lumholtz, ni sus contemporáneos hubiesen imaginado que a más 100 años de su último viaje a México, los huicholes o wixaritari a quienes dedica mayor atención en su obra y cuyo territorio estuvo prácticamente desmantelado, serían un grupo en expansión demográfica y territorial y uno de los pueblos indígenas mexicanos más destacados en la defensa territorial, combatiendo exitosamente intereses multimillonarios de corporaciones multinacionales mineras.

Hacia la objetualización y divulgación de la cultura indígena

Carl Lumholtz tuvo una remarcable habilidad para conseguir recursos y difundir sus aventuras como explorador empleando herramientas tecnológicas novedosas como la fotografía, el fonógrafo y el cinematógrafo en sus presentaciones públicas. En sus entrevistas empleaba frecuentemente imágenes poderosas y atractivas tales como los «caníbales australianos» o los «últimos cavernícolas» que tuvieron mucho eco en la prensa donde se repitieron una y otra vez. Estas categorías, junto con otras tales como primitivo, progreso, ciencia, raza o cultura, eran producto de las distinciones introducidas por la ciencia social, que como empresa modernista establecía las distinciones entre lo moderno y lo tradicional, según lo ha planteado Tenorio64. El creador del mito de los últimos cavernícolas, el teniente Schwatka no parecía tener pretensiones científicas en su relato y si sus comparaciones fueron juzgadas de «imprudentes», él mismo se adelantó como un auténtico visionario a la llegada de Lumholtz:

Whatever may be the relation between the dead and departed northern cliff dwellers and their southern representatives, it seems to me that it would well pay some scientists to devote a few years to their thorough study, as Catlin did so well among the Sioux, Cushing with the Zuni, and many others I could mention.65

Los sitios arqueológicos que Schwatka describe como el «Toltec babylon»66 habían sido recorridos por el suizo Adolph Bandelier desde 1884, y en la misma década, Edward Palmer, enviado por Spencer Baird del Smithsonian y por el Bureau of American Ethnology, recorría la zona tarahumara elaborando un registro etnobotánico que pretendía además estudiar «an interesting tribe inhabiting caves and dwellings of the most primitive kind»67, en referencia al mito divulgado por Schwatka. Estos personajes contribuyeron, como Lumholtz, a hacer del rarámuri el prototipo del indio primitivo que justificó el hacer de esta zona una región estratégica para implementar formas de despojo ligadas a la minería y lo forestal y poner a prueba programas gubernamentales y políticas etnocidas, por ejemplo, a través de iniciativas como la «Ley de Mejoramiento de la Raza Tarahumara» propuesta por Enrique Creel en 1906 como gobernador del estado68. El hombre primitivo, marginal y reacio a todo proceso civilizatorio, se relegaba a un estatus de inhumanidad que justificaba que fuera convertido en objeto de políticas de aniquilación69. En un capítulo de El México desconocido que llama «Civilización perniciosa», Lumholtz produce en términos literarios la perspectiva tarahumara sobre la modernización impulsada por los ferrocarriles:

La civilización, tal como les llega à los tarahumares, ningún beneficio les presta. Sacude rudamente las columnas del templo de su religión. El Ferrocarril Central Mexicano aplasta los cactos sagrados, cuya ira redunda para los pobres tarahumares en años de escasez y desgracias. En tanto que ellos de privan del placer de fumar durante el día para no ofender al sol con el humo, arrójanlo en espesas nubes día con día, los hornos y máquinas de los blancos, dejando à los indios fuera de la vista de Tata Dios que no puede cuidarlos. En la locomotora misma, ven la representación del Diablo con larga lengua y crecida barba.70

La persistencia de imágenes como la del cavernícola o la del hombre primitivo son parte de las matrices ideológicas que han definido históricamente nuestras relaciones con el otro indígena. Curtis Hinsley menciona que el Southwest se fue construyendo como región a partir de la década de 1880, cuando esta cobró importancia para el desarrollo industrial y cultural de la nación, recuperada de los pueblos indios zuni y hopi quienes fueron: «imaginados como profundamente religiosos y naturalmente artísticos, ‘en contacto’ con la naturaleza y los más altos impulsos estéticos»71. En la opinión de Hinsley, tanto arqueólogos como antropólogos contribuyeron al complejo imaginario del Suroeste, que de manera concomitante compensaba el «sentido de pérdida de profundidad religiosa o de experiencias estéticas significativas» de una población «desencantada» y cansada del norte civilizado72 Estas imágenes han circulado profusamente en la literatura, el cine y la publicidad del comercio internacional del turismo. A 20 años de los recorridos de Bandelier, Palmer, Schwatka y Lumholtz por Chihuahua, en la prensa mexicana las «grutas-habitaciones de Casas Grandes» son promovidas por el comercio turístico en la revista estadounidense Travel:

México, quizás más que ningún otro país de la América, ofrece al viajero numerosas curiosidades de interés histórico, arqueológico y general, pero pocas de ellas cautivan tanto la imaginación como las antiguas ruinas de las grutas habitaciones de Casas Grandes, Estado de Chihuahua, a 150 millas al suroeste de El Paso, Texas. Son aquellas misteriosas ruinas los vestigios, elocuentes en su mutismo, de una civilización que pereció mucho antes de la llegada de los españoles. De ellas se ocupa Mr. A. Hooton Blackistone en un artículo publicado recientemente en la revista Travel, de Nueva York.73

El turismo organizado que reemplaza la figura del viajero por la del turista es promovido por las compañías ferroviarias que crean hoteles y difunden materiales promocionales que combinan en una misma imagen yuxtaposiciones tales como el exotismo prehispánico con el ferrocarril, ícono de modernidad y progreso, que crean un México atractivo y fascinante para el público norteamericano ávido de romanticismo74.

Con la publicación de sus resultados de investigación en revistas académicas y de circulación amplia, la obra de Lumholtz fue reseñada en EE. UU., Francia, Inglaterra, Alemania y Noruega75. Entre sus reseñas, los huicholes figuran como el grupo que más llamó la atención de los lectores y es al arte simbólico y decorativo huichol al que Lumholtz dedica sus estudios de corte académico76. Sobre ellos, Lumholtz construye otra imagen poderosa: la de los huicholes como naturalmente artistas y chamanes la cual ha marcado la etnología sobre este grupo, y de la cual líderes huicholes contemporáneos han sabido apropiarse de manera creativa y con destreza política (capital simbólico vs. legitimidad política).

Según Lumholtz, cuando Frank Hamilton Cushing –a quien tiene en alta estima– revisó los materiales huicholes en el Museo en Nueva York, exclamó: «This is like seeing a new species of man»77. En los años 30, el antropólogo de la Universidad de Chicago, Robert M. Zingg, formalizó su reputación como «tribu de artistas» –título de su libro78– y tras varias generaciones de antropólogos estadounidenses que dedican estudios al arte y el chamanismo, especialmente en los años 60 y 70, esta concepción siguen replicándose en estudios más recientes. Por ejemplo, en los años 80 el jalisciense Ramón Mata Torres y sus seguidores mantenían esta concepción: «La naturaleza y la tradición viva y activa han creado en el huichol una tendencia innata, congénita, casi instintiva, hacia el adorno»79. Esta concepción del arte como algo nato en el hombre primitivo ha propiciado la tendencia a negar la individualidad de los artistas y sostener que la creación artística es el producto de una cultura. En sus notas de campo, en sus diarios, o en breves pasajes de sus artículo, Lumholtz menciona algunos de los creadores de los materiales etnográficos recolectados (Francisco de la Cueva el creador de flechas, Guadalupe de la Cruz de Taimarita el que pinta los teparis, un tal Felipe de Santa Catarina que copia los ídolos de Te’akata, o el nombre de los cantadores que registra en el fonógrafo), pero las etiquetas del Museo no los incluye.

Este aparente anonimato invita a pensar sobre el papel de los actores locales, de su agencia intencional y no-intencional, en la conformación de la colección y la determinación de la naturaleza del museo etnográfico del pasado que prevalece hasta nuestros días80. Lo que sabemos desde el punto de vista de los recolectores es que el coleccionismo de este periodo se realizaba con celeridad y carecía de una metodología consensuada. Fue de hecho detonador de discusiones que definirían a la nueva antropología en cuanto a los métodos de recolección de materiales etnográficos y el trabajo de campo. Según Eek, Lumholtz llevaba consigo el manual británico Notes and queries on anthropology, elaborado por las instituciones científicas victorianas que orientaron la investigación antropológica británica desde Tylor hasta Malinowski y que bajo el rubro de «Cultura material» enumeraba las distintas categorías de artefactos coleccionables en el campo que se definen como «datos factuales» o «materiales de campo objetivos» –que Malinowski criticaría fervorosamente –obtenidos mediante «métodos científicos» y que abarcaba prácticamente todo81. Lumholtz ejecuta disciplinadamente las instrucciones dictadas por el Museo: «obtener muestras de grupos típicos de todas las antiguas tribus; y, por tanto, era conveniente que recopilara ejemplos de trajes de los indios, de tejidos, adornos, y tomar las dimensiones necesarias para la fabricación de modelos. Todo debería aplicarse a ambos sexos»82. En su toma de fotografías, también tuvo que cumplir con las instrucciones del Museo, y a pesar de que se han distinguido periodos de experimentación fotográfica durante sus primeros viajes, destacan las fotografías convencionales (antropométricas, poses, retratos, actividades artesanales) acordes a los fines museísticos83. Según sus informes reunió: 1,900 objetos etnográficos de 9 grupos indígenas (pima, tarahumara, tubar, huichol, tepehuán del sur, tepecano, cora, tarasco, nahua), 2,500 negativos en nitrato, 70 canciones grabadas en cilindros de cera entre los tarahumara y los huicholes, además de material lingüístico (léxico de la lengua tubar extinto), más de 200 huesos y ejemplares de cabello, cerámica de Ixtlán del Río y figuras de terracota de una tumba de tiro, un chac mol de Michoacán, una colección de 55 mamíferos, de 1,000 aves, y colección botánica de 27 especies (entre ellas el Pinus lumholtzii)84.

A pesar de que Franz Boas era asistente curador de la División de Antropología del Museo, su relación con Lumholtz no es especialmente visible ni en sus escritos ni en la documentación, donde prevalece la correspondencia con el presidente, Morris K. Jesup, y con el curador, Frederic Putnam, a quien Hinsley llama «la voz científica en la jungla comercial»85. Como Putnam, Franz Boas dedicó toda su vida a la profesionalización de la antropología pero este último se abocó a combatir tanto las ideas evolucionistas y las teorías raciales como a destituir la figura del antropólogo amateur, como lo era Lumholtz. Fue también un ferviente promotor del coleccionismo, aunque con la experiencia acumulada en el trabajo de campo, él mismo empezó a cuestionar las limitaciones impuestas por el estudio de los objetos (tangibles, gráficos o verbales) y las deficiencias metodológicas en su recolección. Él insistía en la importancia de la historia, de la creatividad y de la innovación en los estudios sobre el arte primitivo y criticó vehementemente el método biologista para la recolección y exposición de materiales etnográficos en el que se privilegiaba el aspecto externo de las cosas sobre el cual se basaban analogías hipotéticas tomando como premisa el origen común de las cosas. Para Boas, todo es «individualidad» y el artefacto debía abordarse en su relación histórica y su contexto para entender sus posibles significados y funciones, y con relación al todo, lo cual sustentaba un coleccionismo si no exhaustivo, por lo menos representativo de los artefactos de un mismo grupo86. Esto lo distancia de Lumholtz quien fácilmente incurre en analogías, por ejemplo en su aproximación al simbolismo huichol que aborda como un sistema de clasificación.

En los inicios de su carrera, Boas estaba genuinamente interesado en la popularización y divulgación de la ciencia, reflexionando seriamente en los métodos de exhibición de los artefactos etnográficos que cuestionaran las presuposiciones de los visitantes sobre la superioridad de la cultura europea87. A pesar de que aprendió el aspecto «entrepreneur» de la academia, al mediar los intereses científicos con los de sus benefactores, dejó su posición en el Museo en 1905 negándose a una difusión banal y simplista de la cultura y dedicándose plenamente a la investigación y profesionalización de la antropología.

Al cabo de este periodo, se dio fin a la «era de los museos» y surge una nueva generación de antropólogos formados en los métodos de investigación y objetos teóricos de una antropología académica. Los recursos económicos públicos y privados se reorientaron a otras áreas como la arqueología y la antropología física que parecían ofrecer mayores perspectivas respecto del comportamiento y la diversidad humana, marcando una ruptura con el «trabajo de museos de corte tradicional»88. A pesar de este distanciamiento, la escuela norteamericana consolidada definió una antropología cultural que desde sus inicios se ha ocupado de la cultura material y las expresiones artísticas de manera notable.

Carl Lumholtz continuó su camino de exploración. Desde que las primeras notas y publicaciones sobre sus expediciones a la Sierra Madre Occidental empezaron a circular, se desencadenó una ola de nuevos visitantes, de publicaciones y de investigaciones que junto con la red de empresarios, políticos e intelectuales ya citados, construyeron el Gran Nayar como región histórico-cultural y como laboratorio de antropología: el Museo de Trocadéro de París envió a León Diguet en 1898, el antropólogo físico Al¿s Hrdlicka acompañó a Lumholtz en 1898 y regresó por su lado en 1906, y Konrad Preuss fue enviado por el Museo Etnológico de Berlín en 190589. Motivado por la investigación de Lumholtz, el historiador jalisciense Alberto Santoscoy publicó su Colección de documentos de Nayarit (1899) con materiales coloniales que aportan nuevos datos para la historiografía del Gran Nayar y forjan su identidad regional. Las relaciones «científicas» entre México y EE. UU. se intensifican y dan resultados consistentes en áreas como la antropología física, la arqueología y la etnología, con la fundación de la Escuela Internacional de Arqueología y Etnología en 1911 con el apoyo de universidades y los gobiernos estadounidense, francés y alemán (Boas, 1915). A consecuencia de estas alianzas florece una nueva generación de investigadores entre los cuales están Manuel Gamio, Isabel Ramírez Castañeda y John Alden Mason. Estos últimos discutirían sus trabajos en el Congreso de Americanistas de 1912 en Londres donde además participan Franz Boas, Eduard Seler, Konrad T. Preuss y Al¿s Hrdlicka, especialistas en el norte y occidente de México90. Para entonces, Lumholtz hacía 2 años que había regresado de su última expedición a México entre los pápago de Sonora financiado enteramente por empresarios estadounidenses, y planeaba su siguiente aventura hacia Nueva Guinea que tuvo que ser pospuesta con la irrupción de la guerra. De ahí pasó a la India, luego a Borneo, y su viaje a Nueva Guinea nunca pudo realizarse. La tuberculosis le trajo la muerte en 1922, a sus 71 años, un año después de publicar My life of exploration.

Conclusiones

Si bien Lumholtz cumplió con los requerimientos del AMNH al traer una vasta colección de objetos (entre ellos, «huesos, artefactos y textos») que sirvieran para fines de exposición, hemos reconsiderado el análisis de estos objetos etnográficos no como hechos que nos informen sobre los grupos estudiados sino como indicadores de los mundos intelectuales, políticos y económicos en los que fueron construidos como objetos etnográficos parte de una «colección» y constituyen un grupo de «expertos». Los actores que los recontextualizan y ordenan como colección ejercen un acto de autoridad sobre los artefactos y los creadores que metonímicamente hacen de la colección la cultura en sí, como lo ha señalado Hinsley91. En este sentido, el acto de coleccionar, entendido en el seno de las relaciones expuestas, es un acto de autoridad en sí que pone en segundo plano el problema de las funciones y de los significados de los objetos coleccionados que en algunos casos no son ni siquiera documentados o indagados92. Con ello entendemos que el «problema del indio» fue abordado propiciando su desterritorialización y su castellanización, y anticipando su desaparición, fue transferido a un formato material no perenne y consumible, proceso en el que participaron empresarios, políticos y científicos. Con ello entendemos la objetualización de la cultura indígena en su doble acepción: como objeto de conocimiento y como objeto de cosificación. Como objeto etnográfico, fue reinventado, atribuyéndole una nueva materialidad (muestras de pelo, restos óseos, artefactos, fotografía y medidas antropométricas) y una temporalidad inmanente (en un «presente etnográfico» desligado de todo flujo histórico)93. Esta imagen positiva que se hace presente gracias al uso de la tecnología (fotografía y fonógrafo) y a los recursos museográficos, se congela en el espacio-museo: espacio separado de la vida cotidiana que inculca la diferencia cultural y las distinciones de clase como si se tratara de una diferencia de naturalezas94 que lleva a reflexionar sobre su papel como medio disciplinario en la formación de nuestras percepciones y experiencias sobre la otredad95. El afán de preservar, coleccionar, catalogar y ordenar, tan notables en este periodo de la historia de la antropología, da pautas para repensar sobre el papel de las colecciones etnográficas como agentes creados socialmente para enmascarar la realidad indígena fragmentada de una época y la definición de lo indígena que produce. De esta continua reflexión depende la viabilidad de la práctica antropológica y museística en el contexto contemporáneo.

Fuentes

De Kay Charles, «Carl Lumholtz's interesting book on the remoter sierras», New York Times, Secc. Saturday Review, 10 enero 1903.

«Dr. Carl Lumholtz», Two Republics, vol. 31, n.o 8, ciudad de México, 23 julio 1890, p.4.

«Las grutas-habitaciones de Casas Grandes, México», La Patria, año XXXVII, n.o 11,303, ciudad de México, 13 enero 1913, p.2.

Two Republics, vol. 30, n.o 110, ciudad de México, 22 mayo 1890, p.2.

«Una expedición interesante», Voz de México, ciudad de México, tomo XXI, n.o 189, 20 agosto 1890, p.2.

Agradecimientos

Extiendo un agradecimiento al Dr. Federico Navarrete por sus valiosas observaciones y a los dictaminadores anónimos por sus atinadas críticas y sugerencias que dieron profundidad y precisión a mi texto. También a Laila Williamson de las Colecciones Etnográficas de América del Norte y a Kristen Mable del Archivo Histórico de la División de Antropología, del Museo Americano de Historia Natural, por haberme facilitado documentación referente a las colecciones huicholas y a las expediciones de Lumholtz a México.

Referencias
[Aldana, 1991]
Aldana, M. A. (1991). El despojo agrario (al finalizar el siglo xix). En: J.M. Muriá (Comp.), Lecturas históricas del norte de Jalisco (pp.303-307.). Guadalajara: Gobierno del Estado de Jalisco.
[Bennett et al., 2014]
T. Bennett, B. Dibley, R. Harrison.
Introduction: Anthropology collecting and colonial governmentalities.
History and Anthropology, 25 (2014), pp. 137-149
[Boas, 1896]
F. Boas.
The limitations of the comparative method of anthropology.
Science, 4 (1896), pp. 901-908
[Boas, 1915]
F. Boas.
Summary of the work of the International School of American Archaeology and Ethnology in Mexico.
American Anthropologist, 17 (1915), pp. 384-395
[Browman, 2002]
D.L. Browman.
The Peabody Museum, Frederic W. Putnam, and the Rise of U.S. Anthropology, 1866-1903.
American Anthropologist, 104 (2002), pp. 508-519
[Bueno, 2010]
C. Bueno.
Forjando patrimonio: The making of archaeological patrimony in Porfirian Mexico.
Hispanic American Historical Review, 90 (2010), pp. 215-245
[Cárdenas de la Pena, 1991]
Cárdenas de la Pena, E. (1991 [1988]). Los Huicholes. En: J.M. Muriá (Comp.), Lecturas históricas del Norte de Jalisco (pp.361-373.). Guadalajara: Gobierno del Estado de Jalisco.
[De la Peña, 1996]
De la Peña, G. (1996). Nacionales y extranjeros en la historia de la antropología mexicana. En M. Rutsch (Comp.), La historia de la antropología en México. Fuentes y transmisión (pp. 41-81). México: Universidad Iberoamericana, Plaza y Valdés, Instituto Nacional Indigenista.
[Eek, 2014]
A.-C. Eek.
Carl Lumholtz and his photographs.
Among unknown tribes. Rediscovering the photogtraphs of explorer Lumholtz, pp. 11-46
[Foran, 1996]
J. Foran.
Reinventing the Mexican Revolution: The competing paradigms of Alan Knight and John Mason Hart.
Latin American Perspectives, 23 (1996), pp. 115-131
[Gossen, 2002]
G. Gossen.
Antropología del Nuevo Mundo y artes verbales amerindias.
con colaboración de M. Gutiérrez Estevez y G. Gossen Motivos de la antropología americanista. Indagaciones en la diferencia, pp. 277-304
[Grant McCurdy, 1912]
G. Grant McCurdy.
International Congress of Americanists.
American Anthropologist, 14 (1912), pp. 399-402
[Guerra, 1995]
F.-X. Guerra.
México: del Antiguo Régimen a la Revolución, tomo 1.
Fondo de Cultura Económica, (1995),
[Haddon, 1903]
A.C. Haddon.
Review unknown Mexico.
Man, 3 (1903), pp. 127-128
[Harrison, 2013]
R. Harrison.
Reassembling Ethnographic Museum Collections.
Reassembling the Collection: Ethnographic Museums and Indigenous Agency, pp. 3-35
[Hart, 2010]
J.M. Hart.
Imperio y Revolución. Estadounidenses en México desde la Guerra Civil hasta finales del siglo xx.
Océano, (2010),
[Hartland, 1901]
E.S. Hartland.
Review of Symbolism of the Huichol Indians by Carl Lumholtz.
Folklore, 12 (1901), pp. 1
[Hinsley, 1985]
C. Hinsley.
From Shell-heaps to Stelae: Early anthopology at the Peabody Museum.
Objects and others. Essays on museums and material culture, pp. 49-74
[Hinsley, 1992]
C. Hinsley.
Collecting cultures and cultures of collecting: The lure of the American Southwest, 1880-1915.
Museum Anthropology, 16 (1992), pp. 12-20
[Hinsley, 1996]
Hinsley, C. (1996). Antropología e identidad nacional: reflexiones acerca de los Estados Unidos en el siglo xix. En: M. Rutsch (Comp.), La historia de la antropología en México. Fuentes y transmisión (pp. 17-35). México: Universidad Iberoamericana, Plaza y Valdés, Instituto Nacional Indigenista.
[Jacknis, 1985]
I. Jacknis.
Franz Boas and exhibits: On the limitations of the museum method of anthropology.
Objects and others. Essays on museums and material culture, pp. 75-111
[Jacknis, 1996]
I. Jacknis.
The ethnographic object and the object of ethnology in the early career of Franz Boas.
Voksgeist as method and ethic. Essays on Boasian ethnography and the German anthropological tradition, pp. 185-214
[Jáuregui, 1996]
J. Jáuregui.
Lumholtz en México: de explorador a antropólogo.
Montañas, duendes, adivinos…, pp. 9-15
[Jeter, 1990]
Edward Palmer's Arkansaw mounds,
[La Farge, 2013]
P. La Farge.
On the frontier of photography: Carl Lumholtz and the Kodak Snapshot camera.
Journal of the Southwest, 55 (2013), pp. 473-494
[Lira, 2014]
Lira R. (2014). L’alliance entre la Mère Maïs et le Frère Aîné Cerf: action, chant et image dans un ritual wixárika du Mexique. Tesis de Doctorado en Antropología Social y Etnología, Écoles des hautes études en sciences sociales, París
[Lomnitz, 2010]
C. Lomnitz.
Cronotopos de una nación distópica: el nacimiento de la «dependencia» en México durante el Porfiriato tardío.
Cuicuilco, 17 (2010), pp. 193-228
[Luis Romo, 2002]
C. Luis Romo.
Carl Lumholtz y el México desconocido.
La imagen del México decimonónico de los visitantes extranjeros: ¿un estado-nación o un mosaico plurinacional?, pp. 331-367
[Lumholtz, 1894]
C. Lumholtz.
The American Cave-dwellers: The Tarahumaris of the Sierra Madre.
Journal of the American Geographical Society of New York, 26 (1894), pp. 299-325
[Lumholtz, 1903]
C. Lumholtz.
Explorations in Mexico - Discussion with Dr. Haddon and Dr. Hans Gadow.
The Geographical Journal, 21 (1903), pp. 139-142
[Lumholtz, 1904a]
C. Lumholtz.
Symbolism of the Huichol Indians.
Museo Americano de Historia Natural. (Memoirs of the American Museum of Natural History, II, Anthropology), (1904),
[Lumholtz, 1904b]
C. Lumholtz.
Decorative Art of the Huichol Indians.
Museo Americano de Historia Natural. (Memoirs of the American Museum of Natural History, III, Anthropology), (1904),
[Lumholtz, 1921]
C. Lumholtz.
My life of exploration.
Natural History. Journal of the American Museum of Natural History, XXI (1921), pp. 225-243
[Lumholtz, 1972]
Lumholtz, Carl (1972 [1902]). El México desconocido. Cinco años de exploración entre las tribus de la Sierra Madre Occidental; en la Tierra Caliente de Tepic y Jalisco, y entre los tarascos de Michoacán, 2 vols. México: Editorial Nacional. (Edición ilustrada).
[Macías, 2011]
Macías E. (2011). El acervo fotográfico de las expediciones de Carl Lumholtz en México: miradas interculturales a través de procesos comunicativos fotográficos. Tesis de Doctorado en Historia del Arte, FFyL, UNAM, México
[Mauss, 1901]
Mauss, M. (1901-1902). Memoirs of the American Museum of Natural History. L’Année Sociologique, 6e année, 247-253.
[Mauss, 1902]
Mauss, M. (1902-1903). Unknown Mexico. A record of five years’ exploration, vol. i, vol. ii by Carl Lumholtz. L’Année Sociologique, 7e année, 230-236.
[McGee, 1903]
W.J. McGee.
Review.
American Anthropologist, 5 (1903), pp. 345-348
[Mooney, 1901]
J. Mooney.
Book review Symbolism of the Huichol Indians.
American Anthropologist, 3 (1901), pp. 164-167
[Moszowski, 2011]
A. Moszowski.
La carga teórica de la mirada antropológica: el gesto «orientalista» en El México desconocido de Carl Lumholtz.
Ludus Vitalis, 19 (2011), pp. 153-169
[Moszowski, 2012]
A. Moszowski.
Los ojos imperiales de un coleccionista mercenario: Carl Lumholtz y El México desconocido.
La Cifra Editorial, (2012),
[Navarrete, 2010]
Navarrete, F. (2010). ¿Qué significa ser indio en el siglo xix?. En: M. León Portilla y A. Mayer (Coords.), Los indígenas en la Independencia y en la Revolución Mexicana (pp.171-190). México: Instituto de Investigaciones Históricas.
[Petch, 2007]
Petch, A. (2007). Notes and queries and the Pitt Rivers Museum. Museum Anthropology, 30, 21-39. (20.09.2015) Disponible en: http://web.prm.ox.ac.uk/rpr/index.php/article-index/12-articles/703-pitt-rivers-and-notes-and-queries.html
[Price, 2001]
S. Price.
Primitive art in civilized places.
Chicago University Press, (2001),
[Riguzzi y de los Ríos, 2012]
P. Riguzzi, P. de los Ríos.
Las relaciones México-Estados Unidos 1756-2010. II ¿Destino no manifiesto? 1867-2010.
Universidad Nacional Autónoma de México, Secretaría de Relaciones Exteriores, (2012),
[Rojas, 1992]
B. Rojas.
Los huicholes: documentos históricos.
Instituto Nacional Indigenista, (1992),
[Ruiz Martinez, 2010]
A. Ruiz Martinez.
La construcción del conocimiento en ruta. Expediciones antropológicas y arqueológicas en México a finales del siglo xix.
Antípoda, 11 (2010), pp. 215-237
[Rutsch, 2007]
M. Rutsch.
Entre el campo y el gabinete. Nacionales y extranjeros en la profesionalización de la antropología mexicana (1877-1920).
Instituto Nacional de Antropología e Historia, Universidad Nacional Autónoma de México, Universidad Iberoamericana, (2007),
[s.a., 1886]
s.a. (1886). Report of the evening meetings, Session 1886-87. Proceedings of the Royal Geographical Society and Monthly Record of Geography, 8 (12), 792-796.
[s.a., 1888]
s.a. (1888). On the field and work of a journal of American folklore. Journal of American Folklore, 1 (1) 3-7.
[s.a., 1889]
s.a. (1889). Among the publishers. Science, 14 (358) 409-412.
[Sariego, 2002]
J.L. Sariego.
La cruzada indigenista en la Tarahumara.
Alteridades, 12 (2002), pp. 129-141
[Schwatka, 1899]
Schwatka, F. (1899 [1895]). In the land of cave and cliff-dwellers. Boston: Educational Publishing Company.
[Shadow, 2002]
R.D. Shadow.
Tierra, trabajo y ganado en la región Norte de Jalisco: una historia agraria de Villa Guerrero, Jalisco, 1600-1980.
El Colegio de Michoacán, Universidad de Guadalajara, (2002),
[Sierra Carrillo, 1994]
D. Sierra Carrillo.
Cien años de etnografía en el Museo.
Instituto Nacional de Antropología e Historia, (Colección Científica), (1994),
[Stocking, 1985]
Stocking Jr. G. (Ed.) (1985). Objects and others. Essays on museums and material culture. Madison: University of Winsconsin Press. (History of anthropology Vol. 3).
[Stocking, 1996]
Voksgeist as method and ethic. Essays on Boasian ethnography and the German anthropological tradition,
[Suárez Cortés, 1987]
Suárez Cortés, B. E. (1987). Las interpretaciones positivas del pasado y el presente (1880-1910). En: La antropología en México. Panorama histórico. vol. 2 Los hechos y los dichos (1880-1986) (pp. 13-88). México: Instituto Nacional de Antropología e Historia,. (Colección Biblioteca del INAH).
[Tenorio, 1999]
M. Tenorio.
Stereophonic scienific modernisms: Social science between Mexico and the United States, 1880s-1930s.
The Journal of American History, 86 (1999), pp. 1156-1187
[Terrazas Basante y Gurza Lavalle, 2012]
Terrazas y Basante M. y Gurza Lavalle G. (2012). Las relaciones México-Estados Unidos 1756-2010. I Imperios, repúblicas y pueblos en pugna por el territorio 1756-1867. México: Universidad Nacional Autónoma de México, Secretaría de Relaciones Exteriores.
[Urry, 1972]
Urry, J. (1972). “Notes and queries on anthropology” and the development of field methods in British Anthropology, 1870-1920. Proceedings of the Royal Anthropological Institute of Great Britain and Ireland, 45-57.
[Woodbury y Woodbury, 1999]
R.B. Woodbury, N.F.S. Woodbury.
The rise and fall of the Bureau of American Ethnology.
Journal of the Southwest, 41 (1999), pp. 283-296
[Zingg, 1982]
Zingg, Robert M, 1982 [1938]. Los huicholes: una tribu de artistas, vol. I y II. México: Libros de México. S. A.

Regina Lira Larios es doctora en Antropología Social y Etnología por la École des hautes études en sciences sociales (París) y licenciada en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente es becaria del Programa de Estudios Posdoctorales del Instituto de Investigaciones Históricas con el proyecto «Los cantos rituales grabados por Carl S. Lumholtz (1898). Memoria, continuidad y adaptación en la tradición ritual wixárika (huichol)». Realiza investigaciones sobre prácticas y cantos rituales, colecciones museográficas y memoria amerindia, especializada en historia y cultura entre los huicholes del Gran Nayar con quienes trabaja desde hace más de 10 años. Recientemente colaboró en Konrad Theodor Preuss 1905-1907. Walzenaufnahmen del Cora und Huichol. Grabaciones en cilindros de cera de los coras y los huicholes (Archivo Fonográfico del Museo Etnológico de Berlín, Iberoamerikanische Institut e Instituto Nacional de Lenguas Indígenas, 2013) con M. Valdovinos y F. Nava, con los artículos «Los huicholes» y «Las grabaciones de los huicholes»; y en Brincando fronteras. Creaciones locales mexicanas y globalización, (coordinado por Patrice Giasson, CONACULTA, 2012) con el artículo «Memoria social y música regional en la Sierra Madre Occidental».

Sobre el «giro material» cfr.Bennett, Dibley y Harrison (2014, p.139); sobre la «era de los museos» cfr. Stocking (1985, 1996), Hinsley (1992), Tenorio (1999), Rutsch (2007).

La revisión por pares es responsabilidad de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Este trabajo fue realizado gracias al Programa de Becas Posdoctorales de la UNAM.

Ira Jacknis define esta directriz como la «economía política de la investigación antropológica» (Jacknis, 1996, p.192).

Nota de editor, s.a. (1888, p.6).

Según la revista de divulgación científica Science (s.a., 1889, p.409). En una entrevista ofrecida en México se extiende sobre el primitivismo de los aborígenes de Queensland que refleja las ideas evolucionistas de la época: «I was sent to Australia by the University of Christiania, Norway, to study the animals and natives of that country for scientific purposes. […] The Australian natives are the lowest species of humanity known to the world at the present time. They are almost wholly lacking in reasoning powers. They cannot count beyond three, and their only idea of a superior power is gained through fear.» […] Is it true that these natives are cannibals? «There is nothing that they like better tan human flesh, the natives having no religious scruples in connection with such a diet. They consider this their most delicate food, men, women and children partaking of it with gusto.» (Two Republics, 23 de julio de 1890, p.2.)

Lumholtz realizó en total 6 expediciones a México: la primera de septiembre 1890 a abril 1891, la segunda de diciembre 1891 a agosto 1893, la tercera de marzo 1894 a marzo 1897, la cuarta en 1898, la quinta en 1905; y la última sin el respaldo del AMNH a Sonora y Arizona entre 1909 y 1910.

Lumholtz (1972 [1902], p.ix). Esta obra ha sido objeto de numerosos estudios, el más reciente de Moszowski (2012).

Voz de México, 29 de agosto 1890, p.2. En el periódico Two Republics añade: «The party has been equipped by private subscriptions to the amount of over $14.000. They intend to make a thorough study of the cliff-dwellers. Their equipment in photographic apparatus and anthropological instruments is of the best, and they will have every facility to make a good piece of work in archaeology.» (22 de mayo 1890, p.2)

William Libbey acompañó al teniente Schwatka como encargado del «trabajo científico» en su expedición al Mount St. Elias en Alaska, según el Reporte anual de la Royal Geographical Society (s.a., 1886, p.794). La expedición de Schwatka al norte de México fue difundida en revistas académicas, por ejemplo en Zeitschrift für Ethnologie y Globus. En un artículo temprano, Lumholtz se refiere indirectamente a Schwatka con el siguiente comentario: «This belief is in some measure due to inattention and to a confusion of ideas, though much of it must be referred to the reckless utterances of a traveller, lately deceased, to whose statements the anthropologists of America have for a long time ceased to attach any weight.». En una nota al pie, el editor de la publicación precisa: «The allusion is to Lieut. Schwatka, whose fantastic story of the cliff-dwellers, discovered by him on the well-beaten Urique and Batopilas road, received the unmerited honour of translation into German in Globus, LXIII Band, S. 254-257, as a contribution to knowledge – ED . BULLETIN.» (Lumholtz, 1894, p.300).

Carl Lumholtz, «Huichol. Diary 1898», (23 marzo–23 junio). Archivo División de Antropología-American Museum of Natural History, pp. 5-7.

Representantes de esta corriente historiográfica son los autores de la publicación reciente Las relaciones México-Estados Unidos 1756-2010, Marcela Terrazas Basante, Gerardo Gurza Lavalle, Paolo Riguzzi y Patricia de los Ríos, con prefacio de Alan Knight (Riguzzi y de los Ríos, 2012; Terrazas y Basante y Gurza Lavalle, 2012).

La primera ley de patrimonio arqueológico emitida por el gobierno de Díaz fue de 1885. Apen Ruiz compara las expediciones de Lumholtz y de Marshall Saville, ambas comisionadas por el Museo, para resaltar las diferencias en el trato gubernamental, que en el caso de Saville implicó mayor control y una aplicación vigorosa de la legislación sobre protección del patrimonio arqueológico por parte de Leopoldo Batres, cabeza de la Inspección de Monumentos Arqueológicos (Ruiz Martínez, 2010, p.228).

Lomnitz (2010, p.194). El uso del lenguaje evolucionista ha sido también señalado por el historiador John Hart, cuya postura difiere de la desarrollada por Knight: el primero enfatiza las fuerzas externas que han influenciado o afectado procesos políticos nacionales por encima de las fuerzas internas, que el segundo complejiza (Foran, 1996).

United States Department of State [Papers relating to Foreign Relations of the United States], 1881-1882, p.761, citado en Riguzzi y de los Ríos (2012, p.51).

La iniciativa fue avanzada por William Starke Rosecrans, general y ministro plenipotenciario de EU en México durante la presidencia Johnson cuando Juárez buscaba los medios para la compra de armas para expulsar a los franceses, según Hart (2010, p.48).

«Prefacio», Knight, p.16 en Terrazas y Bastante y Gurza Lavalle (2012). En la postura de Lomnitz, en este lenguaje puede entenderse la lógica de la dependencia. A partir de ejemplos contrastantes y de disputas fronterizas, Lomnitz intenta demostrar su argumento central en torno a los cronotopos (cfr. Mijaíl Bajtín) irreconciliables en los que se realizan las relaciones entre ambos países que reflejan las relaciones de dependencia que crean la dificultad para aceptar la contemporaneidad de México con EE. UU.

Capen, Boston, a Rosecrans, Nueva York, 5 agosto 1870, folder 7, caja 18, William Starke Rosecrans Papers (Universidad de California, Los Ángeles), citado en Hart (2010, p.56).

Elliott Young (2004). Catarino Garza's revolution on the Texas-Mexico border, Durham, Duke University Press, p.50, citado en Lomnitz (2010, p.200).

Personajes como Nicolás León, desde el Museo Nacional de la ciudad de México, impulsaban una antropología integral donde la etnología debía practicarse en articulación con la antropometría, la filología y la arqueología (Sierra 1994, pp.30-31). En sus investigaciones etnográficas, el peso del pasado prehispánico tiende a desvirtuar las condiciones presentes de los pueblos indígenas. Sobre la protección y creación del patrimonio arqueológico como cimiento de la narrativa nacionalista durante el Porfiriato cfr.Bueno (2010), Rutsch (2007).

Leopoldo Bartres (1888). Civilización de algunas de las tribus que habitaron el territorio hoy mexicano en la antigüedad, México, Imprenta del Gobierno Federal, p.1., citado en Suárez Cortés (1987, p.25).

En la época de Díaz se crearon las primeras escuelas en zonas indígenas, proyecto que durante el cardenismo se impulsó a gran escala en colaboración con otras instituciones nacionales y extranjeras (Sierra, 1994). Según Guillermo de la Peña, la influencia de Manuel Gamio para abordar la cuestión lingüística durante el cardenismo fue decisiva al considerar la homogeneización lingüística una función necesaria para el proceso de incorporación nacional. En el proyecto teotihuacano, Gamio nombró a Pablo González Casanova, joven lingüista y filólogo, encargado de documentar el debilitamiento del náhuatl y la adopción del español en el área (De la Peña, 1996, p.63).

Lumholtz (1972) Lumholtz (1972 [1902], p.461).

Lumholtz (1972) Lumholtz (1972 [1902], p.461).

Shadow (2002, p.96), Rojas (1992, pp.195-239).

Archivo Histórico de Jalisco, Gobernación, Divisiones políticas y territoriales, leg. 1903, abril 7 1903, citado en Aldana (1991, p.304-305)

Archivo Histórico de Jalisco, Justicia n/c, leg. 1895, 1888, diciembre 25 1888, citado en Aldana (1991, p.305).

Marzo 27, 1908, Archivo Histórico de Jalisco, G/15-908, C/516, citado en Rojas (1992, p.235).

Octubre 22, 1888, Archivo Histórico de Jalisco, G-5-888, Hua/798, C/355, citado en Rojas (1992 p.203).

Noviembre 21, 1890, Archivo Histórico de Jalisco, G-9-889, Con/3456, citado en Rojas (1992, p.219).

Diciembre 20, 1901, Archivo Histórico de Jalisco, Indios, citado en Aldana (1991, p.306).

Enero 10, 1903, Archivo Histórico de Jalisco, Indios, citado en Aldana (1991, p.306)

Enero 30, 1901, Archivo Histórico de Jalisco, G-15-905, C/1162, citado en Rojas (1992, pp.230-231).

Noviembre 7, 1908, Archivo Histórico de Jalisco, G-9-908, C/516, citado en Rojas (1992, p.236). En respuesta a esta petición, el presidente municipal de Bolaños escribe al gobernador del estado de Jalisco «…segun informes que he tomado, no es que los Señores americanos, a que alude el huichol German Bruno, traten de medir o quitarle su terreno, como representante del pueblo de Tuxpan al que pertenecen, pues tratan estos señores de localizar la extensión de terreno en aquel lugar y jamas tales huicholes han sido molestados por estos Señores Americanos, haciendo presente a esa superioridad, además que los referidos huicholes, no podrán reclamar nada legalmente en virtud de no tener los títulos que amparen sus propiedades y por tanto no saber la extensión que estas abarcan» (ibid., en Rojas, 1992, p.237).

De Kay, 10 de enero de 1903, s.p.

Lumholtz (1972 [1902], p.139).

Lumholtz (1972) Lumholtz (1972 [1902], p.403).

La Patria, 13 de enero de 1913, p.2.

Citado por Lumholtz (1921, p.235). Entre sus reseñas cfr. Haddon (1903), McGee (1903), Mooney (1901), Mauss (1901-1902;1902-1903). Mauss considera al simbolismo y la mitología huicholes como especialmente interesantes: «rápidamente nos hemos vuelto unánimes en este punto en la ciencia» (1903, p.250).

Nos referimos a Memoirs del American Museum of Natural History: Symbolism of the Huichol Indians (Lumholtz, 1904a) y Decorative art of the Huichol indians (Lumholtz, 1904b). Esta distinción entre arte simbólico (objetos de uso ritual) y arte decorativo (motivos geométricos en textiles) es posiblemente una de las herencias del proyecto boasiano que se adopta en otras publicaciones del Museo e investigaciones de la época (cfr. arte de la costa Noroeste estudiado por Boas y el arte arapaho estudiado por Kroeber).

Cushing propuso incluso que la iconografía en los objetos votivos huicholes eran la clave para entender el origen de la escritura maya (cfr. Hartland, 1901, p.109), propuesta que Robert Zingg pone a prueba sin éxito durante su trabajo de campo con los huicholes.

Cárdenas de la Pena (1991, p.367)apud. Ramón Mata Torres 1980.

Eek (2014, p.22, nota 55 al pie página). En la edición de 1892 el manual señala: «It is of importance to obtain from natives any portable specimens of their handiwork, tools, weapons, dress, ornaments, fetishes, and where possible, the native descriptions of the objects, whether the tools, for instance, are for any special work, & models should be secured where the originals cannot be obtained or are too large for transport, e.g., canoes, houses. Not only are the finished objects worth collecting, but also the raw material used in their manufacture, where this has any special character. The commonest things in use are generally the most valuable from an ethnological point of view, though masterpieces of native art are of artistic value, and therefore should not be despised. At the first moment of leisure the objects should be labeled with the locality where they were obtained, and their use, and any other particulars. Never trust to memory alone.» (Petch, 2007apud edición de 1892, p.232). Este manual, además de reflejar las preocupaciones de la antropología de un periodo, fue reeditado varias veces debido a su popularidad. De la edición de 1874 dirigida a exploradores, viajeros, misioneros, administradores y militares coloniales, a la de 1892, las diferencias son importantes, con un creciente interés en la «Cultura material» que se define como «unbiased field material» (Urry, 1972, pp.47 y52).

Carta del tesorero del Museo, el Sr. Winsler, del 11 de junio, 1894, AMNH/Division of Anthropology Acc. Num. 1894-14, citado en Ruiz Martinez (2010, p.223).

La Farge (2013, p.491) y cfr.Macías (2011) para un análisis detallado de los materiales fotográficos.

Cfr. «Brief scientific report of Lumholtz-Hrdlicka expedition 1898» (oct 3 1898-1898/3) Archivo División de Antropología-American Museum of Natural History; Lumholtz (1972), y sobre las fotografías cfr. Eek (2014). Algunos de estos materiales fueron expuestos en 1893 en la Exposición Universal de Chicago. Actualmente algunos objetos arqueológicos forman parte de la exhibición permanente del «Hall of Mexico and Central America»; ningún artefacto etnológico se encuentra en exhibición (Laila Williamson, encargada de colecciones de América del Norte, comunicación personal).

Hinsley (1992, p.15). Aunque en opinión de Jesús Jáuregui, «Si hay que etiquetar su obra, la de Lumholtz es una antropología integral de tipo boasiano, nada más y nada menos, con una profunda raíz en el romanticismo germánico» (Jáuregui, 1996, p.12).

Según Rutsch (2007, p.223), esta expedición fue originalmente planeada por Eduard Seler y Franz Boas.

Por ejemplo, Lumholtz registró cantos huicholes y tarahumaras en grafófono, el invento tecnológico en boga entre los etnólogos estadounidenses, cuyo contenido nunca conoció. Este es objeto de una investigación en curso realizada por la autora.

El «presente etnográfico» es definido por Sally Price como un «dispositivo que abstrae las expresiones culturales del flujo del tiempo histórico y contrae a individuos y generaciones enteras del pasado y del presente en una misma figura compuesta» (Price, 2001, p.57). De manera interesante, el contexto de uso de los artefactos en los rituales huicholes contemporáneos opera a la inversa, es decir, multiplicando los espacios-tiempo y las identidades de los participantes, cuya ontología compleja se expresa en formas materiales de distintas naturalezas (Lira, 2014).

Price (2001, p.18), basada en ideas de P. Bourdieu.

Copyright © 2015. Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas
Descargar PDF
Opciones de artículo