En el marco de un proyecto de largo alcance que ha incluido tanto reuniones académicas como publicaciones previas, este libro muestra el más novedoso resultado del trabajo que han venido coordinando Martha Machado López (de la Universidad de Córdoba) y Miguel Luque Talaván (de la Universidad Complutense de Madrid). En esta ocasión ambos se han dado a la tarea de convocar a especialistas en el estudio de Filipinas a fin de que desde distintas disciplinas estos llevaran a cabo estudios que se centraran en la gente que habitó dicho archipiélago, pero además lo hicieron intentando mantener una perspectiva más amplia que incluyera las múltiples regiones de este territorio compuesto de numerosas islas que pocas veces han sido tomadas en consideración. De esta forma, la diversidad poblacional del archipiélago, el cual Machado y Luque definen como «mar de islas y mar de gentes», obliga a repensar en Filipinas de una manera más integral a partir de las personas del lugar, tanto indígenas como de las que sucesivamente se fueron incorporando a su entorno a lo largo del tiempo. Según explican los coordinadores, este enfoque tiene antecedentes en la historiografía contemporánea que ha abordado cuestiones etnohistóricas, pero dichos estudios tienen el problema de que han sido extensivos en el tiempo y espacio, por lo que se llegaron a hacer generalizaciones sobre temas como las tradiciones, las costumbres o las creencias cuando estas solo se dieron en lugares y tiempos concretos. Así que esta obra es un aporte relevante para comprender el devenir de las islas Filipinas a partir del estudio de sus poblaciones desde perspectivas amplias que incluyen tanto lo temporal como lo espacial. Esto es, en primer lugar, que este trabajo colectivo intenta tener un carácter de larga duración a fin de conocer y comprender los cambios y las continuidades que hubo en torno a las poblaciones insulares (es decir, de los distintos grupos culturales y religiosos del lugar), y en segundo lugar del entorno geográfico con el que constantemente interactuaron.
El libro se compone de 14 trabajos (uno en inglés y el resto en español) divididos en 4 partes en cuyos títulos se indica (de forma algo repetitiva) la perspectiva disciplinar que cada uno contiene. Los trabajos que componen la primera parte, titulada «La población indígena de Filipinas y el Pacífico. Una mirada interdisciplinar desde la Historia, la Etnohistoria y la Antropología Biológica», dan cuenta de los primeros datos que se tienen de los pobladores insulares. Así, el trabajo de María Concepción Bravo Guerreira «Navegaciones premagallánicas en el Pacífico Sur: mitos legendarios y comprobaciones históricas» hace referencia a las noticias sobre las islas occidentales que se tuvieron entre los incas, que fueron conservadas por tradición oral y posteriormente fueron vertidas en crónicas de la conquista hechas por españoles desde el sigloxvi. La autora se centra en las crónicas sobre Perú, tanto las conocidas como las menos consultadas, en donde se hizo mención de la experiencia marítima de los pobladores de las costas americanas y las razones que se daba para ello, muchas de las cuales provenían de mitos o tradiciones orales como era la existencia de gigantes, de naves que llegaban de islas lejanas, e incluso mitos fundacionales resultado de dichos contactos. Estas historias se mantuvieron por largo tiempo entre la población indígena aún después de la conquista e incluso fueron retomadas o complementadas posteriormente con las investigaciones hechas por otras potencias europeas que hacia el sigloxix afianzaron su presencia en algunas islas asiáticas. Por su parte, Sergio Arroyo Peña, Lucía Regalado-Liu y Antonio González-Martín, en su texto «El poblamiento del sudeste asiático y Filipinas. Una aproximación molecular», hacen un estudio más científico basado en pruebas de ADN, ADN mitocondrial y cromosomas. Los autores en primer lugar explican la forma en que la información aportada por el ADN ha sido usada por diversas disciplinas científicas, pero también en áreas de conocimiento como la arqueología, la antropología y la historia; en este caso, los autores usarán dicha información para intentar explicar el posible origen del poblamiento de las Filipinas. Primeramente se dan a la tarea de mostrar las informaciones que aportan los marcadores genéticos y cómo estas pueden aplicarse a las poblaciones, pues los grupos humanos suelen ser genéticamente más parecidos cuando comparten su historia biológica. Con informaciones y estudios previos los autores dejan ver los indicios que existen sobre los primeros poblamientos en el sureste asiático y las teorías más discutidas sobre su expansión u origen (norte o sur de Asia). Por otro lado, explican cómo en estas propuestas ha tenido que recurrirse a disciplinas como la Geografía para saber sobre cambios climáticos que permitieron contar con rutas por tierra además de las marítimas que posibilitaron la expansión, los contactos y las influencias culturales, lo cual puede verse a partir de restos materiales. Todo lo anterior les permite mostrar cómo, pese a que se ha estudiado menos el proceso migratorio en Filipinas, los trabajos anteriores dan indicios para conocerlo mejor.
La segunda parte del libro, titulada «Conquista, colonización y evangelización en Filipinas (siglos xvi-xviii). Una mirada interdisciplinar desde la Historia y la Etnohistoria», se compone de 5 trabajos que se centran en temas que van desde la llegada de los europeos a Asia, los primeros contactos y pactos establecidos con las poblaciones locales, así como el proceso de evangelización que permitió el registro de tradiciones existentes entre los naturales y que fue necesario describir y combatir. En primer lugar, María Fernanda García de los Arcos, en su texto «Colonias y factorías. Reflexiones sobre el modelo filipino y la presencia occidental en Asia», propone analizar el mar de China como un «Mediterráneo asiático» por sus características físicas y por los contactos que practicaron en la zona. La autora reflexiona que esas aguas, si bien eran constantemente transitadas, se vieron afectadas tras la llegada de los europeos, pues esto las integró en una mundialización a partir de los nuevos modelos comerciales y que sobre todo se relacionaron con las factorías. En ese marco, Filipinas destacó por ser un asentamiento diferente, pues por un lado desde sus inicios implicó un dominio territorial directo a partir del trasplante de instituciones hispanas y por otro se integró a los contactos mercantiles, por lo que en realidad funcionó como una combinación de factoría y colonia. Lo anterior significó la recepción de nuevos grupos culturales ligados a los comercios y contactos marítimos que convivieron con las poblaciones locales, que en su mayoría siguieron ligadas al sector primario, y provocaron relaciones interétnicas. La zona quedó integrada a los contactos externos así como inmersa en los conflictos de diversas potencias que se prolongaron a centurias subsecuentes. Posteriormente, en el trabajo «El papel activo de los indígenas en la conquista y defensa de las islas Filipinas: las compañías pampangas en el sigloxvii», de José María Fernández Palacios, se muestra el relevante papel que tuvieron las colaboraciones con los indígenas en el proceso tanto de conquista de las zonas nucleares como de gobierno de las regiones ulteriores. Estas colaboraciones, según explica el autor, se iniciaron desde la misma llegada de Magallanes, quien recibió ayuda de algunos indios guías; así también Miguel López de Legaspi pronto pactó con diversos pueblos. Para el autor es importante señalar que los naturales no fueron pasivos, sino que su colaboración con la Corona generalmente fue de una forma condicionada y negociada. Así que estas alianzas, al igual que en territorio americano, fueron elemento fundamental para garantizar la pacificación de amplias zonas del archipiélago, y una de ellas se vio con la colaboración militar, lo cual es explicado a partir de las compañías de pampangos, existentes debido a que la autoridad hispana nunca contó con los medios necesarios para imponer unilateralmente su dominio sobre el archipiélago, por lo que tuvo que recurrir al reclutamiento de naturales. La defensa del archipiélago fue permanente, ya que había enemigos tanto al interior como al exterior, y el autor nos explica esto a partir de casos específicos como las amenazas de piratas chinos a fines del sigloxvi o bien los ataques holandeses que se incrementaron durante la Unión de Coronas. Tan importante fue su presencia que, incluso cuando se intentó desintegrar estos agrupamientos, las autoridades reiteraron la importancia de mantenerlos. Por su parte, Marya Svetlana Camacho, en su trabajo «The Bayland and Catalonan in the Early Spanish Colonial Period», explica un proceso interesante relacionado con la evangelización de Filipinas a partir de 2 tipos de shamanes existentes: los baylan y los catalonan. La autora dice que su objetivo fue reexaminar la representación de estos shamanes en la historiografía, así como en la perspectiva presente existente en estudios religiosos y etnográficos. Pero además hace uso de fuentes de época, como son crónicas de religiosos. El trabajo hace mención del papel que tuvieron estos shamanes en las sociedades precoloniales, su función como vínculo entre las deidades y los pueblos, así como de guardianes de la memoria colectiva y cultural de las sociedades insulares, las cuales se mantuvieron a través de tradiciones orales como cantos, historias, cosmologías, mitologías, medicina, etc. En el texto es interesante la manera en la que se explica cómo en su mayoría estos shamanes eran mujeres o bien hombres con tendencias femeninas, y así fueron descritos por los cronistas de la época. En realidad estas figuras representaron la resistencia contra el catolicismo, y fue hasta su conversión cuando el proceso misional comenzó a tener victorias, pues posteriormente incluso ayudaron a la evangelización. Esto para la autora es muestra del liderazgo de las mujeres en el mundo precolonial y sobre todo durante el dominio hispano, pues fue en este último cuando su figura se transformó y se convirtió en pieza clave de colaboración para la Iglesia. De esta manera su importancia radicó en funcionar como agentes de continuidad del imaginario indígena así como de vínculo entre naturales y españoles. Este trabajo tiene comunicación con el de Martha Ma. Machado López, pues en su texto «Los Zambales filipinos en la segunda mitad del sigloxvii. Evangelización, idolatría y sincretismo» se explica el proceso de evangelización de las poblaciones zambales a partir del establecimiento de misiones, y sobre todo de los pleitos que se generaron entre órdenes religiosas por la zona. La autora muestra las razones por las que la provincia de Zambales fue de difícil acceso para el proceso evangelizador, pero sobre todo deja ver la manera en que esto permitió que las tradiciones y religiosidades de los naturales persistieran incluso bien entrado el sigloxvii. Esto pudo conocerse a través de las acusaciones que los religiosos hicieron para denunciar a otras órdenes a fin de mostrar su relajación o poca atención a la evangelización de los naturales. Pero la riqueza de esas acusaciones es que permiten conocer las creencias, las prácticas, los objetos de culto, las deidades y la percepción de ellas. La autora muestra con su trabajo cómo se dio un sincretismo, pues aunque algunas de estas prácticas pudieron tener origen prehispánico, posteriormente se mezclaron con elementos cristianos. La relevancia del trabajo radica en que el ejemplo de la provincia de Zambales no era excepcional, sino que también llegó a suceder en otras, por lo que valdrá la pena profundizar y extender este tipo de investigaciones. En el caso de Cayetano Sánchez Fuertes y su texto «Pocos medios para grandes empresas. Los franciscanos y sus recursos económicos para la evangelización de Filipinas», en realidad poco habla de los pobladores filipinos y más se dedica a describir cómo eran las reglas por las que debían regirse los franciscanos en sus misiones insulares. Dichas reglas se relacionaron con su vestimenta, las edificaciones y la alimentación, entre otros aspectos. Basándose en fuentes documentales novedosas como son los de la propia orden, intenta mostrar las regulaciones establecidas para los religiosos, pero en realidad poco puede saberse con ellas sobre las verdaderas prácticas, y en especial la forma en que esto se reflejó en los naturales.
La tercera parte del libro, titulada «La población de Manila y su hinterland (siglosxvi-xviii. Una mirada interdisciplinar desde la Historia y la Etnohistoria», se compone de 3 textos que sobre todo evidencian las relaciones establecidas entre las poblaciones de naturales y de españoles en Manila, así como con poblaciones aledañas. En primer lugar, Inmaculada Alva Rodríguez, en su trabajo «Manila y sus arrabales: un lugar de encuentro entre culturas (siglosxvi-xviii)», explica que su objetivo fue voltear la mirada a las poblaciones indígenas dentro de Manila pues, además de que se les ha estudiado menos en comparación con las que se ubican fuera de la ciudad, tuvieron una intensa convivencia con españoles y chinos, así como una activa participación en el comercio del lugar que generó mutua dependencia y repercutió en su organización social. La autora, luego de referir las fuentes a las que ha recurrido, menciona la forma en que se diseminaron las poblaciones indígenas luego de la fundación de la Manila hispana, al igual que la forma en la que en ellas se respetaron sus formas de unidad política y social (barangay). Se explica también cómo en esas poblaciones fueron internándose españoles y sangleyes, lo cual alteró sus usos y costumbres. Para entender esas afectaciones, y sobre todo el proceso de transformación que se dio en dichas relaciones, la autora recurrió a 3 casos que dejan ver a un indio que no se adaptó a los cambios, a otro cuyas relaciones con las autoridades españolas fueron complejas, y finalmente un tercer caso de un indio integrado al sistema hispano, todos los cuales dejan ver los distintos momentos en los que se dio la convivencia entre los naturales y las autoridades hispánicas. Por su parte, en «Mestizos de un país sin mestizaje. Mestizos españoles en Filipinas en la época colonial», Antonio García-Abásolo hace referencia a las mezclas raciales de los españoles, que según se explica es un tema difícil de seguir debido a que las fuentes consultadas hicieron pocas diferenciaciones entre las poblaciones mestizas. Para el autor el tema merece ser estudiado, pues la reducida presencia española en Filipinas no dio lugar a un mestizaje hispano-filipino numeroso pero sí existió y fue relevante en el sentido de que se requería contar con más poblaciones definidas como blancas en un entorno donde siempre fueron minoría. El autor hace referencia a las fuentes que le han permitido encontrar a mestizos de español, que en especial fueron en primer lugar los registros hechos para recoger hijos e hijas abandonados de españoles y que fueron educados y considerados blancos, y en segundo lugar los registros de mestizos en las milicias. Se aclara además que la tipificación más clara de estos mestizos se llevó a cabo hacia el sigloxix. Por último, Pedro Luengo habla indirectamente de la población filipina pues en su trabajo «Mahayhan: Historia de una localidad tagala a través de las fases constructivas de la iglesia y convento de San Gregorio Magno (siglosxviii-xix)»; su objetivo es explicar cómo las intervenciones hechas en la arquitectura de una zona específica no pueden entenderse sin la participación de las poblaciones locales ni de los cambios en su contexto económico. En este caso, el autor habla de la intervenciones hechas a edificaciones religiosas de Mahayhan durante el sigloxix basándose no únicamente en los inmuebles, sino también en fuentes documentales (y fotografías tomadas por el propio autor) que dejan ver de mejor forma los cambios estructurales estudiados y los contextos en los que estos se llevaron a cabo.
Finalmente, el cuarto apartado, titulado «La población de Filipinas y el Pacífico. Una mirada interdisciplinar desde la Antropología Biológica, la Historia, la Etnohistoria y la Lingüística», se compone de 4 trabajos que analizan lo que se ha dicho o la forma en la que se ha percibido a los naturales de Filipinas tanto físicamente como en fuentes de diversas épocas; además, se habla de la forma en la que el lenguaje ha evolucionado en el archipiélago. En primer lugar el trabajo colectivo de Mirsha Quinto-Sánchez, Rolando González-José, Sergio Arroyo Peña, Elena Marinas, Lucía Regalado-Liu y Antonio González, titulado «Variabilidad morfológica y geográfica de la colección de cráneos procedentes de las islas Filipinas del Museo Nacional de Antropología (Madrid)», explica cómo desde la antropología física se han analizado los diversos cráneos que se tienen de poblaciones filipinas, trabajo que ha servido para ayudar a conocer la historia biológica del archipiélago. Lo anterior debido a que las características morfológicas de los cráneos dejan ver su origen y las características de similitud que existen en dichos cráneos, lo que habla de contactos en la geografía filipina; todo ello permite replantear las teorías sobre colonización y movimientos migratorios de la zona (lo cual se relaciona con el capítulo segundo de este libro). Por su parte, Luis Ángel Sánchez, en su texto «Misión, Iglesia y Estado en la exposición de Filipinas de 1887», nos da a conocer un evento que intentó mostrar a la colonia española más peculiar, pero cuya organización dejó ver la percepción que se tenía del archipiélago y de su gente. Esto debido a la forma en que la exposición fue organizada, a la poca participación de las órdenes religiosas en ella, la forma en que los filipinos continuaron siendo considerados salvajes e incluso la manera en que algunos nativos fueron exhibidos. Todo ello fue reflejo del momento y de las políticas españolas que enmarcaron dicha exposición. En el caso del trabajo de Miguel Luque Talaván, «Los indígenas filipinos ante la etnografía imperial (1800-1925)», se hace un recorrido histórico de cómo fueron clasificados los pueblos indígenas insulares durante la última etapa de soberanía española de acuerdo a lo que se comprendía como raza. Para ello el autor explica este término así como la manera en la que él lo utilizará (relacionado con construcciones culturales), para con ello posteriormente mencionar las obras que hicieron referencia a las razas tanto americanas como asiáticas y los cambios que se fueron gestando en el uso del término a lo largo del tiempo. El trabajo de Luque permite ver las apreciaciones o definiciones en las que se tuvo a esta población durante un periodo largo y sobre todo las modificaciones que sufrieron. Por último, Rafael Rodríguez-Ponga y Salamanca, en su texto «Lenguas en contacto: la formación de nuevas lenguas en Filipinas y Marianas a partir del español», hace una interesante relación lingüística a partir de la forma en que las lenguas de los naturales se pusieron en contacto con el español y que, junto con el portugués, generaron áreas léxicas en zonas geográficas asiáticas donde se llevaron a cabo negocios o actividades diversas. Para el autor esta convivencia no llevó a que las lenguas indígenas fuesen sustituidas por las de potencias europeas (en el caso filipino por el español), sino que dejaron huella y ocuparon espacios sobre todo de índole administrativa, lo cual permite entender cómo luego de la ocupación estadounidense de fines del sigloxix el español siguió existiendo entre las familias insulares y no fue sustituido por el inglés: esto se ve incluso con variedades lingüísticas derivadas del español como el chabacano, el cual es explicado con detalle.
En general, hay que reiterar que el libro es un importante aporte para el conocimiento de las Filipinas, pues ha sido a partir del estudio de las poblaciones insulares que se hicieron análisis interdisciplinares que han permitido establecer diálogos, nuevas perspectivas y miradas al tema, así como hacerlo en una larga duración que deja ver los cambios y continuidades que se fueron dando a lo largo del tiempo. Esto es necesario para evitar caer en generalizaciones y sobre todo proponer nuevas líneas de estudio y replanteamientos a temas comúnmente conocidos.
La revisión por pares es responsabilidad de la Universidad Nacional Autónoma de México.