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Vol. 54.
Páginas 108-110 (enero - junio 2016)
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Clara Inés Ramírez González, Universidad y familia. Hernando Ortiz de Hinojosa y la construcción de un linaje, siglos XVI… al XXI, México, UNAM Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación, Bonilla Artigas Editores, 2014, 262 p.
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Gerardo Martínez Hernández
Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación, Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad de México, México
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El libro Universidad y familia. Hernando Ortiz de Hinojosa y la construcción de un linaje, siglos XVI… al XXI es un acercamiento a la sociedad novohispana de los siglos XVI y XVII y algunas de sus resonancias que llegaron a la primera mitad de la centuria pasada. Con curiosidad erudita, su autora, la doctora Clara Inés Ramírez González, teje finamente historias de vida que se desarrollaron dentro de un complejo marco histórico como lo fue la Nueva España manierista y barroca. El hilo conductor de esta obra es la estrategia que los miembros de una familia criolla siguieron para encumbrarse y permanecer en la cima social, a pesar de las limitaciones que su pasado judío les imponía. Se trata de un relato que tiene su origen en las llamas de la Inquisición sevillana, pasa por Sanlúcar de Barrameda, por la ciudad de México y por la antigua Antequera (Oaxaca); tiene algunas ramificaciones que apuntan hacia Madrid, Guatemala, Perú y otros rincones del imperio hispánico y termina nuevamente en ciudad de México, ya en los siglos XIX y XX, con personajes ligados a la política porfirista y con José Vasconcelos, heredero del mayorazgo fundado en Oaxaca por los familiares de Hernando Ortiz de Hinojosa. La diversidad de intereses personales y académicos de Clara Inés Ramírez se refleja en este libro, en el cual aborda temas por los que se ha inclinado durante su trayectoria académica. Tales temas son educación, universidad, inquisición, familia, género, economía y, sobre todo, elementos sociales que perviven a través del tiempo, a pesar de los profundos cambios históricos.

La historia relatada es sencilla, pero no por ello complicada. Comienza en 1544 con el nacimiento de Hernando Ortiz de Hinojosa, hijo de los inmigrantes peninsulares Diego Hernández y Juana de Hinojosa, quienes habían llegado a la Nueva España en 1538. Poco más tarde Hernando comenzó sus estudios en la casa que tenían los dominicos en Amecameca por intermediación de su tío materno fray Domingo de Santa María. Antes de cumplir los 17 años recibió sus primeras órdenes sacras y casi al mismo tiempo inició cursos en la Real Universidad de México, donde obtuvo los grados de maestro en artes y doctor en teología y cánones. A pesar de tener contactos familiares dentro de la Orden de los Predicadores, Ortiz de Hinojosa se decantó por formar parte del clero secular novohispano, que fue impulsado por el arzobispo fray Alonso de Montúfar y su sucesor Pedro Moya de Contreras.

La universidad mexicana nació como un bastión del catolicismo militante de la corona española, cuyo interés principal en tierras indianas era llevar el evangelio de forma cabal a los naturales recientemente convertidos. Aprovechando esta coyuntura Hernando Ortiz comenzó a tejer lazos sociales que le permitieron ascender en el orden jerárquico de la sociedad para que, posteriormente, fueran aprovechados por su familia. Antes de concluir su formación académica en 1589, con la obtención del grado de doctor en cánones, Ortiz de Hinojosa ya era sacerdote, había obtenido la administración de una parroquia y le había sido adjudicada la cátedra de filosofía en la universidad. A estos logros se sumaron el de ser consultor en el tercer concilio provincial mexicano, realizado en 1585, la obtención de la cátedra universitaria de teología en 1587, y el nombramiento como canónigo de la iglesia catedral de México en 1589. Con este cúmulo de beneficios, la carrera de Ortiz llegó a su cenit e intempestivo declive en el año de 1593, cuando quiso ser juez de la Inquisición novohispana. Este cargo requería de la aprobación de un proceso de limpieza de sangre, obstáculo que Ortiz de Hinojosa no pudo superar debido a los antecedentes judíos de sus ancestros peninsulares: sus bisabuelos habían sido procesados y su abuela materna quemada en 1481 por la Inquisición de Sevilla. Ante dicha situación no se le permitió acceder al obispado de Guatemala, puesto que ya había obtenido pero que nunca ocupó. No obstante, la red social que había tejido el doctor Ortiz de Hinojosa permaneció y sus beneficiarios fueron los descendientes de la familia.

La universidad y el clero secular habían dado a Ortiz de Hinojosa un lugar dentro de la sociedad, que en el siglo XVI estaba encabezada por el grupo de los conquistadores, convertidos en encomenderos, por los gobiernos civiles, por la naciente clase de comerciantes y por los cleros regular y secular. La mayor parte de estos grupos de élite estaba conformada por peninsulares. Dentro de este marco social, los criollos como Ortiz de Hinojosa tenían que labrar su carrera desde abajo para abrir el camino del ascenso a toda la familia. He aquí otro punto medular del trabajo. Con una sagaz perspectiva, Clara Inés Ramírez demuestra la conformación de una familia criolla en pleno ascenso social, de tal manera que la familia se revela como un concepto que se amolda al contexto histórico y social que a su vez lo crea. Por ello resulta atinado definir esta historia como la construcción de un linaje, usando este término según la definición de Tamar Herzog, que indica que «es una institución que transmitía la memoria familiar, la identidad y la propiedad de una generación a otra en línea vertical». En la época, los lazos de parentesco de las élites no se supeditaban a la mera consanguinidad, sino a una serie de contratos que aseguraban la continuidad del patrimonio a través del tiempo. El contrato por antonomasia era el matrimonio, que daba a una familia la oportunidad de acrecentar su riqueza o perderla toda, o bien podía otorgar la posibilidad de adquirir prestigio social a través de un apellido. Dentro de esta dinámica social, en la que la familia podría ser definida como una corporación, las mujeres estaban destinadas a fungir como mediadoras de los intereses familiares, que, la mayoría de las veces, se supeditaban a los dictados masculinos. Así, en ocasiones, dependiendo de los provechos económico-sociales que se podían obtener, las mujeres se volvían casaderas o monjas. Una vez comprendido lo anterior resulta posible entender la estrategia que llevó a cabo el doctor Hernando Ortiz de Hinojosa para iniciar la construcción de un linaje. Con el fin de realizar esta tarea era necesario que escondiera las huellas de sus antecedentes hebraicos, sin embargo como fue adelantado, esto no fue posible y significó el fin de la carrera política de este personaje. No obstante, durante el desarrollo de su ascenso social Hernando Ortiz de Hinojosa estrechó lazos con los sectores más pudientes de la sociedad virreinal mediante los matrimonios de sus hermanas, por lo que su familia quedó bien colocada y fueron algunos descendientes de las hermanas del doctor Ortiz de Hinojosa quienes, décadas posteriores, coronarían la tarea emprendida por el tío.

Una de las dificultades que pudo haber tenido la narración de la historia del doctor Ortiz de Hinojosa era el manejo de la gran cantidad de información familiar. Por si fuera poco, a veces los apellidos cambiaban de una generación a otra. La autora, sin embargo, resolvió apropiadamente este problema con un riguroso aparato crítico y con una estructura cronológica que permite un seguimiento fluido de la historia de los Ortiz de Hinojosa, apellidos que no siempre aparecen en personajes ligados al doctor Hernando, pues, como se ha mencionado, la adquisición de un nuevo apellido o la anexión de otros ajenos a la historia familiar formaban parte de la estrategia del ascenso social. Durante el desarrollo de la historia desaparecen o aparecen apellidos. Por ejemplo, la aparición del apellido Ortiz en la familia pudo haber sido un recurso del doctor Hernando con la intención de borrar su ascendencia judía, la cual se ligaba al apellido Sanlúcar, mismo que usaba su abuelo paterno. Más tarde, ya en el siglo XVII, el apellido Bohórquez comenzó a tener una preponderancia debido a los lazos familiares establecidos y porque bajo este apellido apareció el mayorazgo fundado en Oaxaca por los descendientes de las hermanas del doctor Ortiz de Hinojosa.

La disposición del libro permite llevar a cabo una ágil lectura, que se facilita aún más gracias a la solvente narrativa con que está escrito. De inicio cuenta con un acucioso prólogo del doctor Armando Pavón Romero, colega y compañero de la autora y especialista en temas de la Real Universidad de México y de la sociedad novohispana. Rememorando el origen de la investigación, Armando Pavón comenta que se trata de un trabajo que se extiende a lo largo de 25 años, ya que en 1987, en su tesis de licenciatura, Clara Inés Ramírez ya había dado noticia de la figura de Hernando Ortiz de Hinojosa. Posteriormente, aparece una introducción en la que la autora explica la manera en que fue apropiándose del tema, del personaje y por qué decidió profundizar en su estudio. De igual forma adelanta que se trata de un estudio dividido en seis capítulos, un epílogo y unas breves conclusiones. El primer capítulo está dedicado a los antepasados peninsulares del doctor Ortiz de Hinojosa y, por lo tanto, a la persecución inquisitorial que sufrieron. El segundo cuenta la historia de emigración de los padres del doctor Ortiz de Hinojosa a la ciudad de México y los primeros vínculos que establecieron en el virreinato. Los capítulos tres y cuatro abordan la vida de Hernando Ortiz de Hinojosa y sus hermanos, en total cinco hombres y cinco mujeres, quienes fueron la primera generación de la familia nacida en América. El capítulo tercero pormenoriza sobre la vida y obra de los hermanos; el cuarto sobre las hermanas, todas ellas casadas con encomenderos o comerciantes. El quinto capítulo está dedicado a los sobrinos y sobrinas de Hernando Ortiz de Hinojosa y en el sexto se explica la fundación de un mayorazgo en Oaxaca por parte de dos hermanos, sobrinos del doctor Ortiz. Al final, un epílogo detalla la suerte y pervivencia del mayorazgo hasta el siglo XX, en donde sobresale otro destacado universitario: José Vasconcelos, oaxaqueño de nacimiento y quien llegó a ocupar la rectoría de la Universidad Nacional entre 1920 y 1921. Como remate se ofrece un anexo documental: la genealogía de Hernando Ortiz de Hinojosa, presentada ante el Tribunal de la Inquisición en Nueva España, 1592. Sí, ese documento que propició la caída política de Hernando Ortiz de Hinojosa.

En síntesis, en esta obra se ofrece una aproximación a las prácticas y estrategias familiares que definieron algunas formas de organización social en la Nueva España. El tema resulta novedoso debido a la connotación que se le da al concepto familia, el cual dista mucho de la familia nuclear actual. De igual forma, resalta que se aborde el caso de una familia novohispana de los estratos sociales medios en búsqueda del ascenso, pues a través de sus comportamientos se pueden observar distintas conductas sociales. Pero quizá lo más destacable sería que en esta historia hay una continuidad que nos alcanza, pues, como lo menciona la autora:

Durante el siglo XVI se fundaron las bases de la sociedad mexicana, pero esa sociedad se fue transformando, y generó cambios que perpetuaron ciertos aspectos, mientras que modificaron otros. Propósitos nacidos en el siglo XVI se consolidaron durante el XVII y se mantuvieron durante el XVIII, para readaptarse en el XIX y XX. No siempre, no todo ha sido rupturas en la historia de México. Es necesario ver qué cambió y qué permaneció.

Y es que la historia contada por Clara Inés Ramírez no se detiene con el final de este libro. Los descendientes lejanos de Hernando Ortiz de Hinojosa aún caminan por las calles de México, haciendo sus vidas, ajenos a las generaciones pasadas, que hicieron grandes esfuerzos para lograr la construcción de un linaje.

La revisión por pares es responsabilidad de la Universidad Nacional Autónoma de México.

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