El bienestar psicológico en las personas de alta capacidad intelectual ha sido motivo de controversia en la literatura especializada. En ocasiones se ha considerado que estas personas son más proclives a un desajuste psicológico, mientras que otras veces los resultados han sido poco concluyentes. En el presente trabajo se ha estudiado el bienestar psicológico en personas de altas capacidades intelectuales, administrando la Escala de Bienestar Psicológico a 28 participantes de edades comprendidas entre los 22 y 34 años de edad. Fueron divididos en 2 grupos, uno de altas capacidades y otro de inteligencia estándar. El grupo de altas capacidades había sido identificado como tal 25 años atrás, cuando tenían una edad comprendida entre los 5 y 13 años, utilizando el modelo de los 3 anillos de Renzulli. Los resultados indicaron la inexistencia de diferencias significativas entre los participantes de altas capacidades e inteligencia estándar en las diferentes subescalas de bienestar personal, a excepción de la subescala de bienestar material.
Psychological well-being in gifted people has been a subject of controversy in the specialised literature. Sometimes it was considered that these people were prone to being psychologically maladjusted, while other results have been inconclusive. A study is presented here on the psychological well-being in people of high intellectual abilities. The Scale of Psychological Well-Being was administered to 28 participants aged between 22 and 34 years old. They were distributed into two groups, one gifted and other with standard intelligence. The gifted group had been identified as such twenty-five years ago, when they were aged between 5 and 13 years, using Renzulli's three-ring identification model. The results did not show significant differences between participants on well-being scale, except for the material well-being subscale.
A lo largo de los años, el estudio de las altas capacidades intelectuales (ACI) ha estado centrado principalmente en el conocimiento de la dimensión cognitiva de dicho fenómeno, ya sea para abordar el proceso de identificación de este tipo de sujetos, o para diseñar estrategias de intervención psicoeducativa (Alía, 2008; Makel, Lee, Olszewki-Kubilius y Putallaz, 2012; Navarro et al., 2006; Tourón y Santiago, 2013). Sin embargo, en los últimos tiempos se viene observando en la literatura un incremento de la investigación en los aspectos emocionales de este grupo de población (Bermúdez, Teva y Sánchez, 2003; Pedrosa, Borges, Herranz, Lorenzo y García-Cueto, 2013; Prieto y Hernández, 2011).
Los especialistas en este campo de las ACI presentan posturas antagónicas con respecto al estado de ajuste psicosocial y emocional de estas personas. Así, mientras unos destacan un ajuste psicológico mejor por parte de los individuos de ACI, frente a sujetos de capacidad intelectual normal (Galluci, Middlenton y Kline, 1999; Gross, 2002; Parker y Mills, 1996; Reis y Renzulli, 2004), otros consideran que las personas con ACI son más vulnerables a los problemas de ajuste emocional debido precisamente a su superdotación (Plucker y Callahan, 2014; Silverman, 1996; Vialle, Heaven y Ciarrochi, 2007). Esta divergencia de opiniones es la que hemos tenido en cuenta a la hora de iniciar nuestro estudio centrado en el bienestar psicológico subjetivo en personas de ACI. Estimamos que ese ajuste psicosocial y emocional al que se refieren los autores mencionados, está relacionado con el constructo aquí abordado.
La psicología, tradicionalmente, ha estado más preocupada por el estudio de la psicopatología y sus posibilidades de restauración de la salud mental, que por el estudio del funcionamiento mental idóneo. Más interesada en la infelicidad que en la felicidad, siendo esta, sin embargo, una de las principales aspiraciones de los individuos. En los últimos años parece que el foco de interés va cambiando y, sin abandonar el campo de la psicopatología, sí se aprecia un mayor interés en el conocimiento de la felicidad (Csikszentmihalyi, 2012; Seligman y Csikszentmihalyi, 2000).
El uso del término bienestar psicológico ha generado controversias por diversos motivos. En numerosas ocasiones se ha entendido como sinónimo de constructos tales como «calidad de vida», «felicidad», «funcionamiento positivo», «locus de control interno», «salud mental», «resiliencia» y «motivación», cuando no está claro que tengan el mismo significado (Ballesteros, Medina y Caicedo, 2006). Los usos de los términos «bienestar subjetivo» y «bienestar psicológico» han sido cuestionados por algunos psicólogos al considerarlos redundantes, pues para ellos la expresión subjetivo se halla incluida en el término bienestar, donde queda implicada la experiencia personal (García-Viniegras y López, 2000). Otros psicólogos utilizan el término bienestar psicológico para destacar su carácter de «experiencia subjetiva» y diferenciarlo, de este modo, de otras expresiones psíquicas (Vielma y Alonso, 2010). Existen 2 tradiciones conceptuales en la definición del concepto (Ryan y Deci, 2001): la hedónica, que atiende a la suma de estados de ánimo placentero, sensaciones de placer, de hallarse a gusto el individuo, momento a momento, para ser feliz (Valverde, Torres, Rahona y Gómez, 2009), que está relacionada con el bienestar subjetivo (Cuadra y Florenzano, 2003; D’Anello, 2006), y la tradición eudamónica, que comportaría elementos de realización de la persona, de satisfacción armoniosa, de consecución de metas vitales y no solo de deseos, que estaría relacionada con el bienestar psicológico (Casullo, 2002; Salotti, 2006) y que nos habla de la necesidad de un esfuerzo para alcanzar la felicidad, y de un trabajo para, una vez conseguida, mantenerla (Csikszentmihalyi, 2012). La manera en la que se concibe el término bienestar en psicología, según se atienda a la naturaleza del mismo y sus componentes, es controvertida. Así, mientras para unos autores el bienestar reside en variables individuales, tanto de afectos positivos como negativos, y de la evaluación cognitiva de la satisfacción vital que realiza la persona (Diener, Oishi y Lucas, 2009), para otros, el bienestar es un fenómeno multidimensional en el que es necesario considerar, además, tanto aspectos sociales como del entorno (Keyes, 1998; Robitschek y Keyes, 2009).
A pesar de las mencionadas controversias respecto al uso del término bienestar, ya sea en su acepción psicológica, o en su acepción subjetiva, es posible establecer unos puntos de unión entre ambos enfoques: hedónico y eudamónico. Así, autores como Vielma y Alonso (2010), García-Viniegras y López (2000), y Cuadra y Florenzano (2003) consideran que coexisten un eje afectivo-emocional, otro cognitivo-valorativo y un eje social, vincular o contextual de la personalidad. En cualquier caso, el estudio del bienestar en las personas resulta un tema enormemente complejo y con repercusiones en el campo de la salud en su sentido más amplio (Castro, 2009).
Cuando revisamos la literatura especializada, que aborda la adaptación social y personal, en el campo de las ACI nos encontramos con 2 posturas antagónicas al respecto: por un lado, aquellos que consideran que los sujetos de ACI, por el hecho de serlo, presentan unos niveles óptimos de habilidades sociales que facilitan su adaptación social (Robinson, 2008), y, por otro lado, también nos encontramos con otros autores que afirman precisamente lo contrario. Del primer grupo se pueden mencionar los estudios clásicos de Terman (1925) y Terman y Oden (1959), en los que se concluye que los sujetos de ACI, sea cual sea su coeficiente de inteligencia, presentan igual o mejor ajuste social que sus compañeros normativos. Estos resultados han sido reiterados más recientemente (Bain y Bell, 2004; Norman, Ramsay, Roberts y Martray, 2000). En el segundo grupo se enmarcan los estudios que plantean la impopularidad de los niños superdotados, afirmando que presentan carencias en su adaptación social y personal, ya sea comparándolos con población normal (Dauber y Benbow, 1990; Gross, 2002), o estableciendo que niños con inteligencia superior presentan mayores problemas de ajuste social (Peterson y Ray, 2006), afirmando incluso la existencia del estigma de la superdotación (Peterson, 2009; Swiateck, 2002). Los resultados no son concluyentes.
Teniendo en cuenta esta diversidad de resultados, así como los datos obtenidos en una investigación anterior (Ramiro et al., 2012), este estudio ha tenido como principal objetivo realizar un seguimiento longitudinal para conocer el nivel de bienestar psicológico en un grupo de personas identificadas en su infancia como de ACI, y su comparación con un grupo de personas de capacidad intelectual normal.
MétodoParticipantesUn total de 28 participantes han intervenido en este estudio. Para la realización de este trabajo se contactó con los sujetos de un estudio anterior que, tras ser identificados como personas de ACI en el año 1995 (cuando tenían una edad comprendida entre 5 y 13 años) mediante la aplicación de la escala de inteligencia de Wechsler para niños, el test de matrices progresivas de Raven, los cuestionarios para padres y profesores de Renzulli-Smith y la evaluación de creatividad. En aquella ocasión los participantes formaron parte de una investigación para el conocimiento de los estilos cognitivos reflexividad-impulsividad y su comparación con un grupo de alumnos de capacidad intelectual normal (Ramiro, 2005).
Debido a los inconvenientes que plantean los estudios longitudinales, relativos a la mortandad experimental, así como a lo limitado de la muestra con la que trabajamos, de las 18 personas identificadas como de ACI en 1995, únicamente pudimos contactar con 12, de las que solo 9 respondieron al cuestionario para la evaluación del bienestar psicológico (Ramiro et al., 2012). En los 2 últimos años hemos podido contactar con 5 más que, añadidas a los 9 de la investigación anterior, nos permitió trabajar con una muestra de 14 participantes de ACI. Cuatro son mujeres y 10 son hombres. Las edades estaban comprendidas entre los 22 y los 28 años (media=23.9; DT=2.05). Los CI evaluados por la escala de Wescheler en el inicio del estudio tenían un rango que oscilaba entre 130-146.
Además del grupo de sujetos de ACI, hemos evaluado también un grupo de comparación compuesto por 14 personas con inteligencia estándar, que obtuvieron una puntuación centil, en la escala Raven-G, entre 50 y 90. Se trataba de adultos, alumnos de un curso universitario de máster. Cinco eran hombres y 9 eran mujeres, de edades comprendidas entre los 22 y 34 años (media=25.8; DT=3.27).
InstrumentosEn el estudio hemos utilizado la Escala de Bienestar Psicológico (EBP) de Sánchez-Cánovas (1998), que evalúa el grado en el que el sujeto percibe su propia satisfacción. La escala está dividida en 4 subescalas: Bienestar Psicológico Subjetivo, Bienestar Material, Bienestar Laboral y Bienestar en su Relación de Pareja. Permite obtener, además de las puntuaciones de cada una de las subescalas mencionadas, 2 puntuaciones más: una puntuación total que puede ser interpretada como un índice general de bienestar psicológico, y otra puntuación ponderada que se obtiene a partir de los ítems con mayor poder discriminativo de cada una de las subescalas.
La prueba consta de 65 reactivos y las respuestas se valoran en una escala Likert de 5 grados, de modo que a mayor puntuación, mayor índice de bienestar psicológico. Las 4 subescalas que la integran se concretan del modo siguiente:
Subescala de Bienestar Psicológico Subjetivo (BPS): esta subescala consta de 30 reactivos; distingue entre felicidad y los aspectos positivos y negativos. La escala evalúa el sentido de la felicidad o bienestar, es decir, a mayor puntuación, mayor percepción subjetiva de bienestar. Su puntuación máxima posible es de 150.
Subescala de Bienestar Material (BM): esta subescala incluye 10 reactivos relativos al bienestar material según la percepción subjetiva de cada persona y no según índices externos. Mide la percepción subjetiva que tiene el individuo de su situación económica. Su puntuación máxima posible es de 50.
Subescala de Bienestar Laboral (BL): Esta subescala consta de 10 reactivos, de los cuales el 5 y el 8 poseen puntuaciones inversas. Es considerada un componente importante de la satisfacción general en su estado global y completo, es decir, analiza la satisfacción con el trabajo o el empleo. Su puntuación máxima posible es de 50.
Subescala de Relaciones con la Pareja (BRP): esta subescala se evalúa a partir de 2 cuestionarios, según si el que responde es hombre o mujer. Se compone de 15 reactivos para cada uno de los cuestionarios. Los reactivos 5, 6, 7, 10, 11 y 12 poseen puntuaciones inversas. Su puntuación máxima posible es de 75.
Los coeficientes de consistencia interna calculados a partir del alfa de Cronbach de cada una de las subescalas fueron los siguientes: Bienestar Psicológico Subjetivo, 0.935; Bienestar Material, 0.907; Bienestar Laboral, 0.873; Relaciones de Pareja, 0.870. La Escala de Bienestar Psicológico ha sido diseñada para su autoaplicación. Puede ser administrada individual o colectivamente. Las instrucciones necesarias para su cumplimentación aparecen en el propio cuadernillo de aplicación. La escala no tiene tiempo limitado para su realización, su duración puede oscilar entre 20 y 25min, dependiendo del nivel educativo de las personas a quienes se administra.
ProcedimientoLos participantes habían sido identificados en 1995 como de ACI mediante el modelo tridimensional de Renzulli (Renzulli y Reis, 2013). Esto es, a partir de la aplicación de: la escala de Wechsler (2005), el cuestionario de Renzulli, Smith, White, Callahan y Hartman (1977) para el estudio de la perseverancia, y el estudio exhaustivo de su creatividad a partir de los productos escritos (dibujos, cuentos, proyectos artísticos, etc.). Los participantes fueron identificados como de ACI si cumplían los 3 criterios a partir de que su CI fuera superior a 130 en la escala de Wechsler.
La recogida de datos, por lo que se refiere al grupo de ACI, se hizo de 2 formas. En la primera de ellas mantuvimos un encuentro personal con los participantes contactados que aún residían en la ciudad en la que se les identificó como alumnos de ACI en 1995. En este encuentro se les solicitaba que respondiesen a la Escala de Bienestar Psicológico (Sánchez-Cánovas, 1998) de manera individualizada. La segunda forma de recogida de información, debido a que no hubo posibilidad de contactar físicamente con algunos de los participantes localizados, por encontrarse residiendo fuera de la ciudad, fue remitiéndoles por correo postal certificado y con acuse de recibo, el cuestionario de la Escala de Bienestar Psicológico, la hoja de respuestas y un sobre franqueado para que nos remitiesen sus contestaciones. Con otros se contactó a través del correo electrónico, enviándoles también los cuestionarios y las hojas de respuestas.
Para el grupo de comparación, compuesto por participantes de capacidad intelectual normal evaluada mediante la escala de Raven-G y que se hallaban cursando un máster universitario en el curso 2013-2014, se les solicitó colaboración a aquellos que así lo deseasen, y se les administró personalmente la Escala de Bienestar Psicológico. Ambas pruebas fueron administradas en 2 sesiones diferentes de manera colectiva por parte de los autores del trabajo. Todos los participantes lo hicieron de manera voluntaria y colaboradora, siendo informados del alcance de la investigación y cumpliendo los estándares éticos de este tipo de estudios.
ResultadosEl objetivo de este trabajo fue hacer un seguimiento de una muestra de personas identificadas como de ACI y otra de inteligencia normal, en relación con su percepción sobre el bienestar psicológico. El análisis estadístico fue realizado teniendo en cuenta: a) conocer los parámetros de respuesta del cuestionario de bienestar psicológico de los participantes de ACI, y b) comparar estos con los obtenidos por las personas de nivel de inteligencia normal.
En la tabla 1 se presentan las puntuaciones directas alcanzadas en los cuestionarios administrados a todos los participantes. Como puede observarse, de los 14 sujetos que conformaban el grupo, únicamente 7 cumplimentaron las 4 subescalas, 4 cumplimentaron 3 subescalas y 3 cumplimentaron solo 2 de las subescalas. En cuanto a los participantes que integraban el grupo de comparación, compuesto por sujetos de capacidad intelectual normal, de los 14 sujetos, 11 respondieron a las 4 subescalas y 3 lo hicieron solamente a 3.
Puntuaciones obtenidas en la Escala de Bienestar Psicológico por los participantes de altas capacidades intelectuales y por los del grupo de comparación con inteligencia normal
Participantes | BPS | BM | BL | BRP | Total escala | |||||
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
ACI | N | ACI | N | ACI | N | ACI | N | ACI | N | |
S1 | 112 | 92 | 36 | 22 | 37 | 69 | 220 | |||
S2 | 110 | 137 | 37 | 46 | 43 | 48 | 72 | 303 | ||
S3 | 117 | 74 | 44 | 20 | 35 | 68 | 52 | 181 | ||
S4 | 112 | 122 | 40 | 43 | 40 | 26 | 73 | 264 | ||
S5 | 95 | 115 | 41 | 35 | 39 | 24 | 69 | 70 | 244 | 244 |
S6 | 120 | 82 | 42 | 31 | 46 | 45 | 70 | 278 | ||
S7 | 96 | 93 | 47 | 29 | 36 | 40 | 74 | 220 | ||
S8 | 115 | 109 | 40 | 36 | 36 | 46 | 41 | 71 | 232 | 262 |
S9 | 143 | 99 | 48 | 32 | 46 | 38 | 73 | 75 | 310 | 244 |
S10 | 108 | 117 | 43 | 30 | 46 | 40 | 61 | 68 | 258 | 255 |
S11 | 114 | 37 | ||||||||
S12 | 102 | 37 | 22 | 55 | 216 | |||||
S13 | 109 | 33 | ||||||||
S14 | 119 | 36 | 68 |
ACI: altas capacidades intelectuales; BL: bienestar laboral; BM: bienestar material; BPS: bienestar psicológico subjetivo; BRP: bienestar en la relación de pareja; N: grupo inteligencia normal.
Observando la tabla 2, en la que se comparan las puntuaciones medias del grupo de ACI con el grupo de capacidad intelectual normal (N), se puede apreciar que las puntuaciones medias logradas por el grupo de ACI son, en general, superiores a las logradas por el grupo de capacidad intelectual normal, salvo para la subescala de Bienestar en la Relación de Pareja.
Puntuaciones medias y desviaciones típicas de las subescalas y escala total de la Escala de Bienestar Psicológico en el grupo de participantes de alta capacidad intelectual y el grupo de capacidad intelectual normal
EBP | Grupo ACI | Grupo N | ||
---|---|---|---|---|
Media | DT | Media | DT | |
BPS | 112.29 | 11.71 | 104.79 | 17.08 |
BM | 40.07 | 4.39 | 33.07 | 7.28 |
BL | 39.33 | 7.66 | 37.92 | 6.94 |
BRP | 64.56 | 10.01 | 68.67 | 6.35 |
Total escala | 251.14 | 33.80 | 248.27 | 31.02 |
ACI: altas capacidades intelectuales; BL: bienestar laboral; BM: bienestar material; BPS: bienestar psicológico subjetivo; BRP: bienestar en la relación de pareja; DT: desviación típica; EBP: Escala de Bienestar Psicológico; N: grupo inteligencia normal.
Con objeto de conocer si son significativas las diferencias encontradas en las puntuaciones medias de las diferentes subescalas y la escala total de la Escala de Bienestar Psicológico (EBP), entre el grupo ACI y el grupo de capacidad intelectual normal, aplicamos mediante el programa SPSS versión 21, el estadístico de contraste para grupos no paramétricos U de Mann-Whitney (tabla 3).
Estadístico de contraste U de Mann-Whitney en las subescalas y escala total de la Escala de Bienestar Psicológico (EBP) para el grupo de alta capacidad intelectual y el grupo de capacidad intelectual normal
Estadístico de contraste | BPS | BM | BL | BRP | Total escala |
---|---|---|---|---|---|
U de Mann-Whitney | 72.500 | 38.500 | 50.000 | 38.500 | 36.500 |
Sig. asintót. (bilateral) | .241 | .006* | .568 | .269 | .856 |
BL: bienestar laboral; BM: bienestar material; BPS: bienestar psicológico subjetivo; BRP: bienestar en la relación de pareja; Sig. asintót.: significación asintótica.
Únicamente fue en la subescala relativa al Bienestar Material (BM) en la que la diferencia entre ambos grupos fue estadísticamente significativa a favor del grupo de ACI, con un nivel de confianza del 99%.
DiscusiónLos datos que hemos obtenido en este estudio acerca del estado de bienestar psicológico, tanto en población de ACI como en población de capacidad intelectual normal, no muestran existencia de diferencias estadísticamente significativas entre ambos grupos de población. Si bien el grupo de ACI obtiene unas puntuaciones medias superiores en las subescalas de Bienestar Psicológico Subjetivo, Bienestar Material, Bienestar Laboral y en la escala total, a las del grupo de capacidad intelectual normal, que puntúa más alto en la subescala de la Relación de Pareja, estas diferencias no son estadísticamente significativas salvo para la subescala del Bienestar Material.
La interpretación de estos datos no permite realizar generalizaciones más allá de los participantes estudiados, por cuanto son muy pocos. El potencial del trabajo no está tanto en su generalización como en el valor del seguimiento de las personas estudiadas 20 años después de ser identificadas como de ACI. No obstante, considerando en ambos grupos de población los resultados de la escala total en la Escala de Bienestar Psicológico (EBP), estos nos sugieren que existe una independencia entre los constructos de inteligencia y de bienestar psicológico, resultados que vienen a coincidir con algunas investigaciones (Ferriman, Lubinski y Benbow, 2009; Lubinski, Webb, Morelock y Benbow, 2001; Wechsler et al., 2014). Igualmente, podemos considerarlos en la línea de los resultados logrados en el campo de la inadaptación personal, escolar y social en sujetos adolescentes (Borges, Hernández y Rodríguez, 2011), por lo que podemos tomarlos como unos datos que contrarrestan la creencia, más o menos generalizada, de considerar al grupo de ACI como personas con dificultades de integración social. Cabe pensar, por otro lado, que estas menores dificultades de integración social podrían estar actuando como facilitadores de la convivencia y de la relación social (Gómez y Valadez, 2010).
A diferencia de un estudio preliminar sobre bienestar psicológico y alta capacidad (Ramiro et al., 2012), en el presente estudio hemos podido comparar las puntuaciones de los sujetos de ACI con un grupo de capacidad intelectual normal, y hemos encontrado que únicamente se presentan diferencias significativas en la subescala del Bienestar Material. Al estar basada dicha escala en una percepción subjetiva que cada uno experimenta respecto a las condiciones materiales en las que se desenvuelve su vida, y no según índices externos de valoración, nos inclinamos a pensar que los sujetos de ACI muestran un mayor grado de satisfacción con sus condiciones materiales de existencia.
Desde el enfoque de la tradición eudamónica del bienestar psicológico, los resultados hallados respecto al bienestar material, nos llevan a pensar que los individuos de ACI, menos preocupados por las condiciones materiales de su existencia, prefieren enfocar su trayectoria vital a partir del planteamiento de metas y objetivos cuya consecución, no sin una considerable dosis de esfuerzo, supongan un logro en la realización de la persona y el consiguiente grado de satisfacción con la vida.
Si al referirnos a metas y objetivos planteados en la vida aceptamos que el bienestar psicológico es un concepto en el que hay que tener en cuenta la congruencia entre las metas deseadas y las obtenidas (Torres, 2003), y si consideramos que en muchas ocasiones el no alcanzar dicha congruencia puede generar mayores niveles de estrés, podríamos también pensar que los sujetos de ACI se muestran más hábiles en la consecución de cierta congruencia entre las metas deseadas y las obtenidas, logrando de esta manera un mejor bienestar psicológico. Esta mayor habilidad a la que hacemos referencia para la consecución de la congruencia entre las metas deseadas y las obtenidas puede llevarnos a la consideración de características de personalidad, presentes en dichos sujetos, que contribuyen a la consecución del bienestar psicológico. A este respecto, en una investigación anterior (Ramiro, Marcilla y Navarro, 1999) con participantes de ACI en edades más tempranas que las del presente estudio, pudimos comprobar que dichos sujetos presentaban una personalidad que se caracterizaba por el equilibrio y el ajuste en buena parte de sus rasgos.
Otros factores que también se han considerado importantes para el logro del ajuste psicosocial y el bienestar psicológico son la autoestima y la atribución interna del éxito y el fracaso, de manera primordial en adolescentes (Carrasco y del Barrio, 2002). Si bien los participantes en nuestro estudio están fuera de ese periodo evolutivo, su entrada en el mundo adulto y laboral les va a hacer experimentar situaciones de cambios, crisis y transformaciones a las que tendrán necesariamente que enfrentarse (Zacarés y Serra, 1998). La manera de enfrentarse a dichas situaciones y cómo resolverlas estará necesariamente relacionada no solo con la autoestima y el modo de atribución, sino con el equilibrio personal y la congruencia con la que manejen las metas deseadas y alcanzadas en la vida.
En definitiva, y considerando también las limitaciones que presenta nuestro estudio, podemos decir que las personas de ACI que han participado en esta investigación presentan un grado de bienestar psicológico semejante al grupo de personas de capacidad intelectual normal, excepto en el área del bienestar material. Lejos de zanjar la cuestión de la inadaptación o adaptación social de las personas de ACI, los datos de nuestro estudio parecen indicar que se puede ser muy inteligente y a la vez destacar también en los niveles de bienestar psicológico. Ciertamente, estudios a más largo plazo y utilizando muestras más amplias contribuirán en el futuro a arrojar más luz sobre el ajuste personal de personas con ACI.
Conflicto de interesesLos autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.