La sociedad evoluciona a un ritmo vertiginoso y lo que hoy es novedad, dentro de un tiempo, cada vez más corto debido a la rapidez con que evolucionan las nuevas tecnologías, ya es historia.
Los farmacéuticos no podemos ser ajenos a estos cambios y tenemos que avanzarnos adaptándonos a las necesidades de esta sociedad cambiante. Tarea nada fácil, por otro lado, dado que la evolución es tan rápida que no siempre somos capaces de adaptarnos mentalmente al mismo ritmo.
Sin embargo, si queremos sobrevivir como profesión en un futuro a medio plazo, tenemos que hacer el esfuerzo necesario para conseguirlo.
Hoy por hoy, en la farmacia atendemos a dos grupos muy bien definidos de personas. El primero, los mayores de 65 años que están acostumbrados al trato personal y al bis a bis para la consulta de sus dolencias o dudas sobre la medicación que están tomando. Personas para las que las nuevas tecnologías no son imprescindibles, aunque se han adaptado a las que les son necesarias en su día a día, como el teléfono móvil, internet como fuente de información, etc.
El segundo lo forman los menores de esta edad, entre los que también podemos hacer una distinción, los que ahora tienen menos de 40 años y los de 40 a 65. Los más jóvenes viven y conviven con las nuevas tecnologías, estimándose que en España, en 2015, habrá 23 millones de personas con smartphone. Son ciudadanos cuyos canales de información y de comunicación están basados en la web 2.0, siendo sus principales herramientas los blogs, twitter, los podcast, las wikis, etc. Si a esta realidad le añadimos que también la sanidad se basa cada vez más en las tecnologías de la información (TIC), nos encontramos ante un futuro tecnológico bien definido. Ejemplos tenemos en la e-salud que tiene en la telemedicina una sólida representación, o en el servicio de medición de parámetros fisiológicos y biomédicos de manera electrónica, o también la teleasistencia por parte del médico y del farmacéutico que permitirán a uno y otro el seguimientos y control de los paciente polimedicados, o los que siguen programas de salud como la deshabituación tabáquica, control de la hipertensión, etc.
De cómo sepamos adaptarnos a las necesidades de esta cambiante sociedad dependerá nuestra supervivencia como profesión.
