En la última década se ha producido un extraordinario interés en la terapia celular (TC) como alternativa terapéutica, en la insuficiencia hepática aguda, en los errores congénitos del metabolismo y en la cirrosis1–3. Un claro exponente es el magnífico artículo de Sancho-Bru et al. Y otros publicados previamente en su revista4–6.
Quizá las expectativas suscitadas no han dado –hasta la fecha– los resultados previstos. Tras un inicio de entusiasmo con el trasplante de hepatocitos aislados en los años 1980, se ha recurrido al empleo de la medula ósea (MO) como fuente alternativa de células progenitoras hepáticas.
El objetivo de la TC es la regeneración-reparación-restitución de la función hepática, bien de forma definitiva o como medida temporal al trasplante hepático, hoy día el único tratamiento curativo de las hepatopatías terminales. En el hígado es conocido que tras una hepatectomía o un daño hepático-isquémico, tóxico, viral, etc., la «regeneración hepática» se produce de forma muy rápida a partir de los hepatocitos maduros y de las células mesenquimatosas y no de las células madre hepáticas localizadas en el canal de Hering7.
La regeneración hepática (RH) es pues una «respuesta hiperplásica compensatoria» del tejido hepático remanente y no una verdadera regeneración epimórfica del tejido perdido, como ocurre en los vertebrados inferiores como la salamandra ó el pez cebra8.
Tras un daño hepático se produce la estimulación del sistema inmunológico innato, humoral y celular, y con ello la estimulación de las células de Kupffer –el hígado es el órgano más rico en macrófagos– con la consiguiente movilización de las células hematopoyéticas de la MO, que tienen un efecto adyuvante en el complejo mecanismo autónomo de la RH, como apuntan Sancho-Bru et al. En dicho mecanismo cooperan células de 2 linajes diferentes como los hepatocitos (endodermo) y los macrófagos, células sinusoidales endoteliales y los propios linfocitos citolíticos naturales (NK) del hígado (mesodermo)7.
Las descripciones de discretas mejoras en la función hepática, en modelos experimentales y en la práctica clínica, tras la perfusión de células progenitoras de MO pudieran estar en relación con los propios mecanismos innatos de respuesta al estrés o daño celular descritos por Matzinger9 y Medzhitov10 . Es llamativo que se requiera la inducción de un «daño» hepatocelular previo (homing) para garantizar la viabilidad de las células trasplantadas.
Se trata de un campo de gran interés biológico y terapéutico, del que quedan muchos aspectos por desvelar.