El pasado 27 de enero falleció en su casa de Barcelona, tal como él deseaba, Joan Córdoba.
Hemos tenido la suerte y el privilegio de ser testigos de su trayectoria profesional y de sus excepcionales cualidades humanas durante casi 25 años. Le hemos visto crecer como médico con una dedicación a sus enfermos poco común desde su etapa como residente con una ilusión y entusiasmo que no llegó a perder nunca.
Joan terminó sus estudios de medicina en la Universidad de Barcelona en 1988 y al año siguiente se incorporó a nuestro Servicio como residente. Al acabar la residencia estuvo interesado en profundizar en el estudio de un campo aparentemente tan difícil y poco grato como el de la encefalopatía hepática. Por este motivo realizó una estancia de 3 años en el Departamento que dirigía Andy Blei en la Norwestern University de Chicago. Allí supo granjearse la confianza de su mentor y la admiración de los colegas. Este período fue muy útil y productivo, permitiéndole a su regreso a Barcelona en 1997, e incorporado como médico adjunto a nuestro servicio, crear un grupo de investigación multidisciplinar en el que supo aglutinar a médicos, biólogos, bioquímicos, radiólogos y psicólogos. Fruto de su liderazgo en este campo son aportaciones de gran valor, como la demostración del papel del edema cerebral, la afectación de la vía piramidal, el papel de la glutamina, los trastornos psicológicos antes y después del trasplante entre otras muchas. De gran trascendencia clínica fue la demostración de que la dieta hipoproteica, hasta hace poco considerada como dogma, no es útil en el tratamiento de la encefalopatía. Su prestigio en este difícil campo le convirtió en un líder internacionalmente reconocido. Estamos seguros de que con la inspiración de su memoria el grupo que supo crear continuará su ingente tarea.
Participó de una manera muy activa en numerosos congresos y conferencias en todo el mundo, en la red CIBER y en el consorcio europeo (EASL-CLIF) de enfermedades hepáticas y en nuestra AAEEHH, dejando siempre una impresión imborrable.
Hizo también un gran esfuerzo para consolidarse como Profesor Titular de Medicina, consiguiendo tras una brillante prueba de habilitación, una plaza en nuestra Universidad Autónoma hace ahora 6 años.
Durante los casi 3 años que ha durado su enfermedad, nos ha dado un ejemplo increíble. Nunca expresó las más mínima queja y continuó con una dedicación asombrosa a su tarea asistencial e investigadora hasta hace pocas semanas, lo que ha dejado en todos nosotros una admiración y una huella profundas.
Supo también compaginar su trabajo intenso y a menudo sin horario con una dedicación ejemplar a su extensa familia y en especial a su esposa May y a sus hijos Joan y Valentina. Tenía una especial ilusión en las semanas de verano pasadas en Menorca con gran parte de su familia y que son una tradición desde hace años, solo interrumpida el año que dedicó sus vacaciones a una ONG en Bolivia. Entres sus aficiones estaba el remo, del que era junto con su padre un gran practicante, y la música clásica en especial la ópera.
Nos ha dejado físicamente, echaremos de menos su sonrisa esbozada con un rasgo de timidez, se nos va a hacer muy extraño no verle sentado a la cabecera de sus enfermos pasando visita o frente al ordenador hasta muy avanzada la tarde, pero su recuerdo continuará en todos los que de una u otra manera hemos sido testigos de su vida ejemplar como médico y persona.
Hasta siempre Joan