Sr. Director: Los antihistamínicos H1 de segunda generación se utilizan ampliamente en la práctica clínica diaria y, aunque pueden presentar efectos secundarios leves, como somnolencia, aumento de apetito y, menos frecuentemente, efectos anticolinérgicos, siempre se han considerado unos fármacos seguros debido a la escasa incidencia de reacciones adversas graves. Sin embargo, se han descrito casos aislados de alargamiento del segmento QT, hipocaliemia, torsade de pointes o arritmias ventriculares, sobre todo tras la ingesta de terfenadina1 y astemizol2 en dosis elevadas, o cuando se han asociado a fármacos que enlentecen su metabolización y eliminación, inhibiendo el citocromo P450, como ketoconazol y macrólidos. Además de estos efectos cardiotóxicos, también se han descrito casos anecdóticos de hepatotoxicidad, alguno de ellos también relacionado con el uso concomitante de fluconazol3.
Se describe el caso de una paciente que presentó una alteración de la bioquímica hepática tras 2 semanas de tratamiento oral con ebastina 20 mg/día. En la bibliografía revisada (Comprehensive Medline 1980-2007) no se hallaron casos descritos de hepatotoxicidad con este antihistamínico.
Mujer de 48 años de edad, sin hábitos tóxicos ni toma previa de medicación y antecedentes de colescistectomía hace años, que inicia tratamiento oral con ebastina 20 mg/día por presentar lesiones de dermatitis seborreica en la cara y el cuello. Tras 2 semanas de tratamiento la paciente refiere náuseas, malestar general y astenia, sin dolor abdominal, vómitos, ni alteración del ritmo intestinal. En la exploración física presenta una normocoloración de piel y las mucosas sin visceromegalias ni adenopatías. Se realiza una analítica donde se pone de manifiesto una alteración de la bioquímica hepática en los siguientes parámetros: AST 91 U/ml (valores normales, 0-37); ALT 183 U/ml (0-40); GGT 179 U/ml (11-40) y fosfatasa alcalina 384 U/ml (0-175); las cifras de bilirrubina permanecían dentro de la normalidad, así como las de glucemia, coles terol, triglicéridos, ácido úrico, urea, creatinina, sodio, potasio, cloro, calcio, hemograma, proteínas totales, proteinograma, gonadotropina menopáusica humana, tiempo de protrombina y tromboplastina. Las determinaciones de cobre sérico, ceruloplasmina, índice de saturación transferrina (IST) y ferritina, la serología para el virus de Epstein-Barr, citomegalovirus, herpes simple, hepatitis A, B y C, anticuerpos antinucleares, anticuerpos antimúsculo liso, anticuerpos antimitocondriales y anti-KLM fueron también negativos. La ecografía abdominal no mostró hallazgos significativos. Ante la sospecha de una hepatitis tóxica medicamentosa se decide suspender dicho tratamiento, objetivándose una mejoría clínica y analítica de la paciente. En el control analítico realizado 3 semanas después se evidencia una mejoría en la bioquímica hepática (AST 24 U/ml; ALT 32 U/ml y GGT 123 U/ml; fosfatasa alcalina 84 U/ml), que se normalizó completamente 3 meses más tarde.
La ebastina es un antihistamínico H1 de segunda generación y, como la mayoría, exceptuando la cetirizina y la levocabastina, se metaboliza por oxidación y/o glucuronidación dentro del sistema del citocromo P450 hepático, que da lugar a un metabolito (carebastina) con un potente efecto antihistamínico4. El margen de seguridad de la ebastina es elevado, y no se han detectado efectos sobre el sistema nervioso central ni cardiovascular incluso tras la administración de dosis altas por vía oral4.
En los últimos años se han descrito algunos casos de hepatotoxicidad con el uso de distintos antihistamínicos de segunda generación, como la mizolastina5 y la terfenadina6, o incluso reacciones más graves, como el fallo hepático subfulminante con loratadina7 o la hepatitis grave y recurrente con el uso de cetirizina8,9. El mecanismo desencadenante de esta reacción por los diferentes antihistamínicos es desconocido. En nuestro caso, siguiendo las directrices de la escala diagnóstica de hepatotoxicidad de María y Victorino10, la relación causa-efecto entre la ingesta de ebastina y la aparición de los síntomas, las alteraciones en los valores de la bioquímica hepática a expensas de las enzimas de citólisis, la posterior mejoría clínica y analítica tras la retirada de la medicación y la exclusión de otras causas de hepatitis sugieren, con una alta posibilidad, el diagnóstico de hepatotoxicidad inducida por ebastina. Aunque no se han descrito casos previos de hepatotoxicidad con este fármaco, sí se han observado estas reacciones adversas con otros antihistamínicos cuya farmacodinámica es similar. Por tanto, aunque su incidencia es ocasional, la hepatotoxicidad debe tenerse en cuenta como una posible reacción adversa de los antihistamínicos de segunda generación, incluida la ebastina.