Sr. Director:
Presentamos el caso de una paciente en la que se desarrolló un cuadro de submaxilitis aguda tras la realización de una colangiopancreatografía retrógrada endoscópica (CPRE). Se trata de una paciente de 55 años, alérgica a penicilinas e intervenida de prolapso uterino, que acude al área de urgencias de nuestro centro por presentar un cuadro de cólicos biliares de repetición de una semana de evolución, acompañado de coluria e ictericia. No refería fiebre asociada. La exploración física no reveló datos de interés, salvo ictericia escleral. En la analítica de ingreso destacó una alteración del perfil hepático: bilirrubina total de 5,9mg/dl, bilirrubina directa de 4,2mg/dl, transaminasa glutamicoxalacética de 278U/l, transaminasa glutámico pirúvica de 423U/l y gammaglutamil transpeptidasa de 276U/l. Se solicitó ecografía abdominal, en la que se apreció dilatación de las vías biliares intrahepática y extrahepática con coledocolitiasis. La vesícula se encontraba distendida con un cálculo infundibular. Se le realizó una CPRE y se la premedicó con 2mg de midazolam y 100mg de meperidina intravenosa. Se realizó esfinterotomía y se extrajeron con balón 6 cálculos. A las 12h de la finalización de la CPRE, la paciente comenzó con un cuadro de tumefacción cervical bilateral, siendo valorada por el otorrinolaringólogo de guardia quien indicó ecografía cervical en la que se apreció un aumento bilateral de ambas glándulas submandibulares (4×1,5cm), así como su vascularización en relación con una submaxilitis bilateral. Se prescribió tratamiento antiinflamatorio y fue dada de alta a domicilio; a las 72h se resolvió el cuadro. Después de 6 meses de seguimiento, el cuadro no ha vuelto a recidivar.
La inflamación de las glándulas salivales es un episodio muy infrecuente tras la realización de endoscopias digestivas, si bien hay casos aislados descritos en la literatura médica en relación con la intubación orotraqueal, el empleo de mascarillas laríngeas, las fibrobroncoscopias y las endoscopias digestivas perorales1. Se describió por primera vez en 1944, tras la realización de una broncoscopia rígida a cargo de Blackford2. Las glándulas afectadas suelen ser las submaxilares y las parotídeas. En el año 1970, Reilly acuñó el término «parotiditis anestésica», caracterizado por la inflamación unilateral o bilateral de las glándulas salivales mayores durante la inducción anestésica, el mantenimiento o el postoperatorio inmediato3. Los casos descritos en relación con las endoscopias digestivas son más frecuentes a las pocas horas de la finalización del procedimiento. El cuadro clínico suele ser bilateral y transitorio, con escasa afectación del estado general, si bien se ha informado de un paciente con parotiditis aguda infecciosa tras el empleo de un enteroscopio con doble balón4,5. Aunque la etiología puede que sea multifactorial, se han postulado 3 mecanismos fisiopatológicos. El primero estaría relacionado con un reflejo parasimpático, a consecuencia de la manipulación de la orofaringe, que desencadenaría hiperemia, vasodilatación e inflamación glandular. Es posible que la tos y la tensión del endoscopio durante el procedimiento puedan ser un mecanismo coadyuvante en la congestión vascular de las glándulas. En segundo lugar, estaría el empleo de fármacos tipo opioides y parasimpaticolíticos, como la atropina, que provocarían la constricción de los conductos de drenaje de las glándulas salivales. El tercer mecanismo sería el espesamiento de las secreciones salivales por deshidratación, que originaría una obliteración de los conductos de drenaje salivales6. Recientemente se ha informado de un caso de parotiditis aguda asociada a parálisis facial periférica izquierda en relación con una reacción de hipersensibilidad a la xilocaína, originada bien por una incorrecta administración local del anestésico o bien por la posición de decúbito lateral izquierdo del paciente durante la exploración7. El diagnóstico por imagen puede complementar el diagnóstico clínico mediante una ecografía o una tomografía computarizada cervical, si bien no son necesarios para el diagnóstico. El tratamiento es conservador y consiste en la administración de antiinflamatorios. Por lo general, el cuadro se resuelve en pocos días. Para la prevención de este cuadro sumamente infrecuente, se recomienda la aplicación del spray anestésico en el centro de la orofaringe, así como la correcta manipulación del endoscopio para minimizar los traumatismos en esta localización.