El pasado Julio el Dr. Alfredo Bootello Gil nos dejó. Con él se fueron más de treinta años de grata convivencia para muchos de los que colaboramos con él en el desarrollo del Servicio de Inmunología del Hospital Ramón y Cajal. Llevaba ya dos años jubilado, pero desgraciadamente sus visitas al hospital habían sido numerosas durante este tiempo debido a sus problemas de salud. Hay que reconocer que supo llevar con gran valentía y paciencia infinita las múltiples vicisitudes por las que tuvo que ir pasando durante los últimos años y que, sin embargo, su sentido del humor nunca le abandonó. Quizás su forma vitalista de entender la vida le hiciera más apto para aceptar el final sin mostrar nunca signos de desesperación o de querer arrojar la toalla.
Antes de su etapa en el Ramón y Cajal, Alfredo Bootello había demostrado sus dotes de organización y movilización de las personas. Con su entrada en el Hospital Clínica Puerta de Hierro (junto con Miguel Kreisler) se inició un quehacer que ha perdurado en el campo de la Inmunología. Eran los años sesenta y esta disciplina (después especialidad) se encontraba en mantillas tanto en nuestro país como fuera y aún se movía bajo el paraguas de la Microbiología. La aproximación de Alfredo a la Alergia y a la Inmunología Clínica mediante sus estancias en laboratorios internacionales de prestigio fue fundamental para que el grupo fuera cumpliendo con el objetivo de conseguir un laboratorio de inmunología de reconocimiento internacional. Su profunda amistad con Miguel Kreisler cohesionó el grupo, de forma tal que cuando fue propuesto para una nueva aventura a favor de la Inmunología en España no dudó en pasar al hospital de nueva creación Ramón y Cajal, ya que su trabajo en la Clínica Puerta de Hierro estaba consolidado.
En 1976 se puso de nuevo al frente de unos profesionales que, desde distintos campos de la Inmunología y fuera de ella, estaban destinados a trabajar juntos para poner a punto un nuevo Servicio de Inmunología, con el objetivo de, cuando menos, igualar a lo conseguido en Puerta de Hierro. Este objetivo se consiguió, y en pocos años el Ramón y Cajal contaba con un laboratorio de Inmunología bien dotado, perfectamente asentado y con la máxima categoría dentro del país. Pasaron casi treinta años cuando le llegó la jubilación y pudo comprobar cómo dejaba asentado un Servicio de Inmunología "puntero" fruto del mucho trabajo, empeño y conocimiento por él derrochados.
El interés del Dr. Bootello por avanzar, allí donde se encontrara, le llevó junto con otros facultativos a impulsar diversas acciones, todas del máximo interés dentro del despertar científico de nuestro país en los años 60. Así, auspició el desarrollo de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica y de la Sociedad Española de Inmunología, ocupando a lo largo de los años distintos puestos en la dirección de estas Sociedades y participando muy activamente para el reconocimiento de la especialidad de Inmunología.
Respecto a la actualización de las técnicas de laboratorio, en todo momento las apoyó, y en su Servicio se fueron estableciendo las innovaciones del momento (técnicas de ELISA, separación y fraccionamiento de proteínas por HPLC, citometría, PCR, etc). Ya antes se habían establecido el fraccionamiento de proteínas por columna, el cultivo de tejidos, la liberación de histamina, el radioinmunoensayo y las técnicas de inmunofluorescencia, además de contar con una Sección de Histocompatibilidad al servicio del trasplante de órganos, con la correspondiente licencia del Ministerio de Sanidad para desarrollar su labor. Esta tendencia a la actualización facilitó que el Servicio de Inmunología fuera reconocido como docente y recibiera dos residentes por año.
En el campo científico la participación del Dr. Bootello fue amplísima, participando en numerosas mesas redondas, dando seminarios y conferencias, organizando numerosos eventos científicos, presentando comunicaciones en numerosos congresos de la especialidad de Inmunología Clínica y Alergología y contando con más de un centenar de publicaciones nacionales e internacionales.
La institución que lo albergó tantos años se benefició de su capacidad organizativa, ya que colaboró continuamente con los distintos Servicios del hospital y se preocupó por aumentar su capacidad investigadora, sirviendo directamente a la institución durante ocho años como Subdirector de Servicios Centrales. Siempre amigo de sus amigos, facilitó que los miembros de su Servicio y de fuera del mismo progresaran en sus especialidades, y todos los estamentos del hospital recibieron su cariño y disposición para ayudar. Una prueba de su carácter humanitario y su proximidad a la gente en general es que a Alfredo Bootello (madrileño de nacimiento y riojano de vocación) el Ayuntamiento de su "pueblo" (San Vicente de la Sonsierra) le dedicó una plaza, la Plaza del Dr. Alfredo Bootello. Hay que hacer constar que esta dedicación tuvo lugar con la aprobación por unanimidad de todos los grupos políticos integrantes del Ayuntamiento (algo prácticamente insólito en nuestros días).
Alfredo, los que te hemos sucedido en el tiempo te echaremos mucho de menos, aunque tu recuerdo siempre nos acompañará.