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Inicio Investigaciones Geográficas, Boletín del Instituto de Geografía El paisaje fluvial visto en campo. Comentarios al trabajo de Virginia Thiébaut
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Vol. 2013. Núm. 81.
Páginas 134-135 (agosto 2013)
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El paisaje fluvial visto en campo. Comentarios al trabajo de Virginia Thiébaut
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Federico Fernández Christlieb
Instituto de Geografía, Universidad Nacional Autónoma de México
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El paisaje fluvial visto en campo. Comentarios al trabajo de Virginia Thiébaut

El trabajo de campo es la actividad que el geógrafo o la geógrafa necesitan para afinar sus ideas obtenidas en gabinete. A veces es el origen inesperado de un nuevo proyecto que uno encuentra en el terreno mientras buscaba otra cosa. Una jornada en el campo derrumba cien días de lecturas sesudas. Pero para que haya tal derrumbe, es necesario efectivamente leer cien días y caminar por el terreno con las lecturas en la mente. Así es la vida del geógrafo y Virginia Thiébaut la asume de manera completa.

Conocemos el sólido trabajo de Thiébaut respecto de los paisajes cañeros, pero el informe de campo aborda otros temas que seguramente descubrió en el medio rural mexicano mientras lo auscultaba con sus ojos nuevos. En este sentido, la cultura, como dice Ivan Ilfich (1990), es más visible para el recién llegado, ventaja que Thiébaut aprovecha para entrar en contacto con sus informantes en la cuenca del Papaloapan. Viriginia estudió en Nancy, Francia y aunque vive desde hace mucho en el occidente de México, posee la curiosidad de una recién llegada. En el campo, confronta sus definiciones teóricas con las realidades cotidianas.

Una primera pregunta que me parece inevitable para Virginia es si su definición de paisaje ha cambiado en la cuenca del Papaloapan. En qué medida la definición de paisaje se modifica ante los ojos de una geógrafa acostumbrada a concebirlo como un territorio cañero de confines relativamente fijos, para pasar a ser un territorio que fluye y cambia en una línea de secuencia casi inasible. Ante esta pregunta no puedo dejar de pensar en los apasionados relatos de algunos viajeros que han sido transformados por paisajes fluviales: pienso en los casos de Gramont recorriendo el Congo y Forbath el Niger, dos ríos fundamentales en la explicación de África (Gramont, 2003; Forbath, 2002). En geografía, cada vez parece más claro que, según el punto de observación que se adopte, es la definición que se pueda proveer. Un paisaje fluvial, en este caso, se define de una manera particular porque se trata de un espacio alargado, móvil, escurridizo. Visto desde la ribera, lo que se mueve es el agua y las embarcaciones que pasan por él; desde la orilla, es el tiempo el que transcurre. En cambio, si el observador va en bote, el paisaje está hecho de ruidos y fragmentos conectados por un hilo líquido; desde el agua, es el espacio el que se sucede a manera de mosaico. Así pues, si la definición de paisaje cambia en la investigadora, me gustaría saber ¿cómo se la expresa a sus informantes? Dicho de otro modo: ¿cómo traduce el académico a sus interactores los términos técnicos que necesita para escribir su artículo? ¿cómo les explica lo que significa “un paisaje”, una “región”, “un territorio”, “una identidad”? Y en sentido contrario cabe preguntar: ¿hubo términos cotidianos para describir los espacios locales que la población emplea y que ha sido conveniente introducir en el análisis de la investigadora?

Otra serie de preguntas tiene que ver con la relación entre el investigador y la región o comunidad que ha estudiado. Por lo que cuenta en su informe de campo, sabemos qué ha obtenido de ellas pero: ¿qué ha dejado Virginia en las comunidades con las que ha interactuado?, ¿se ha tejido algún tipo de relación en las que aparezcan la solidaridad con sus problemas o el compromiso por ayudar a resolverlos?, ¿existe interés en regresar a las comunidades del Papaloapan para compartir con ellas? ¿Ha habido alguna información delicada que surja durante la investigación y que la autora haya tenido que dejar guardada para proteger a sus informantes?

Finalmente, dados los comentarios con los que cierra su informe, cabría preguntar si las exigencias de la burocracia académica en ocasiones obligan a acelerar la investigación hasta el límite con la mentira.

Virginia es una profesional que sabe el valor del trabajo de campo. Por ello quisiera preguntar ¿cómo debemos los geógrafos hacer frente a la presión de los evaluadores institucionales que ya no califican nuestro trabajo sino que solo lo cuantifican? En la perspectiva de la investigadora, ¿cómo resiste un geógrafo a la tentación de apurar la investigación, de restarle calidad para favorecer resultados inmediatistas que permitirán una publicación, pero no una comprensión de la complejidad espacial? ¿Qué se puede esperar de una ciencia burocratizada que apresura el trabajo de campo y con ello traiciona la esencia misma de la geografía?

Referencias
[Forbath, 2002]
Forbath P..
El río Congo. Descubrimiento, exploración y explotación del río más dramático de la Tierra, Fondo de Cultura Económica, (2002),
[Gramont, 2003]
Gramont S.D..
El dios indómito. La historia del río Niger, Fondo de Cultura Económica, (2003),
[Ilfich, 1990]
Ilfich I..
El género vernáculo, Joaquín Mortiz / Planeta, (1990),
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