La obra que aquí se examina pone sobre la mesa de discusión una cuestión que debe ser considerada con mayor frecuencia, tanto desde la Historia como desde la Geografía: el tema de las escalas. En este caso se estudian los espacios coloniales a partir de confrontar la perspectiva de la escala colonial y de la escala imperial. La autora aclara que al referirse al espacio no únicamente intenta centrarse en cuestiones geográficas, sino también en episodios históricos que permitan analizar de mejor forma los procesos y las transformaciones gestados en aquéllos. Por otro lado, se explica que la escala colonial permite conocer procesos que afectan la evolución local de una comunidad dentro de un espacio acotado, mientras que en la escala imperial esos mismos eventos se interpretan por su impacto en ámbitos geográficos mayores. Por tanto, mientras que el espacio colonial es relativamente fácil de circunscribir a las colonias y sus alrededores, el espacio imperial hispanoamericano puede tener un rango continental, hemisférico y hasta global (Gascón, 2011:9).
Hay que decir que el tema de las escalas ha sido trabajado por diversos autores, pero desde una mirada diferente. En el caso de la Historia, se ha propuesto llevar a cabo estudios desde la perspectiva geográfica colonial. Esto se debe a que de la América colonial existen investigaciones que parten de la perspectiva peninsular, lo cual ha llevado a hacer generalizaciones sobre las colonias o a estudiar con más detalle los lazos que éstas mantuvieron con la metrópoli y descuidar los interamericanos. También se han hecho críticas a estudios de regiones específicas en los que se pierden de vista contextos mayores (Yuste y Souto, 2000:9-10; Pérez, 1992:11-13). En cuanto a la Geografía, se han lanzado propuestas sobre la necesidad de estudiar la evolución geohistórica de distintos espacios coloniales pues éstos han sido más abordados a partir de elementos o agentes externos de gran escala que han repercutido en ellos y afectado sus ámbitos geográficos y sociales, pero no de la misma manera, lo que obliga a llevar a cabo investigaciones particulares (De Ita, 2012:10-11). Así que la perspectiva y la escala colonial han permitido hacer nuevas interpretaciones y propuestas de análisis a estudios más generales desde la Historia y la Geografía, pero siempre que no se pierda de vista el contexto imperial o incluso mundial. Por tanto, esta obra nos recuerda la necesidad que existe de vincular los acontecimientos locales a los generales y a no perder de vista que desde ambas perspectivas y desde distintas escalas pueden hacerse replanteamientos novedosos. Por otro lado, el hecho de que esta investigación se base en una variada bibliografía anglosajona da pauta a repensar la necesidad que existe de dialogar más con otro tipo de historiografías.
Este estudio de Margarita Gascón se centra en zonas a las que denomina como extremos territoriales, es decir, periferias imperiales y fronteras coloniales de Hispanoamérica durante la monarquía de los Austria. Su objetivo es comprender y confrontar la forma en la que fueron percibidos esos espacios, tanto desde la perspectiva imperial como de la colonial. La autora basa principalmente su análisis en la región de la Araucanía (la parte sur de Chile), aunque establece ciertas comparaciones con La Florida. Su estudio inicia explicando cómo las fronteras coloniales nunca quedaron inertes y en gran medida fueron lugares que deben ser comprendidos como espacios interétnicos en donde hubo encuentros y desencuentros de diversos tipos que tuvieron distintas repercusiones tanto en el ámbito local como en el imperial. Por ejemplo, la militarización de la región chilena afectó a las poblaciones de alrededor, a la producción local, a las rutas de intercambio y a las poblaciones; pero si se mira desde una perspectiva más amplia, formó parte de las rivalidades existentes entre España e Inglaterra, y fue consecuencia de las medidas defensivas implementadas por la monarquía española tras las agresiones de Francis Drake en el siglo XVI.
El texto se compone de cinco capítulos, además de ocho anexos, en su mayoría documentales, que provienen tanto de fuentes primarias como de obras de época publicadas. También cuenta al final con una serie de mapas e imágenes a las que se va remitiendo a lo largo del texto.1
Respecto al contenido de la obra, en el primer capítulo se estudia la región araucana y las causas que llevaron a su militarización desde el siglo XVII por parte de autoridades hispánicas como consecuencia de la rebelión indígena de 1598-1599, así como de la presencia de navegantes ingleses y holandeses que iniciaron sus incursiones por el Mar del Sur. Gascón explica que desde la mirada local la militarización se relacionó con la ferocidad de los indígenas, mientras que desde una mirada imperial implicó el envío de fuerzas castrenses a una frontera interétnica estratégica en el borde Pacífico que era necesario proteger ante las crecientes incursiones externas. De esa situación se hace un paralelo con lo que acontecía en la frontera norte de la Nueva España, región en la que había enfrentamiento entre poblaciones de origen hispano y pueblos chichimecas, pero que además ya desde el siglo XVII era asediada por la presencia de otras potencias europeas que además afectaba las rutas caribeñas y las costas atlánticas del virreinato; de ahí la importancia de defender una zona estratégica en la ruta transatlántica como era La Florida, la cual en principio fue asediada por franceses y posteriormente por ingleses.
En el segundo capítulo se aborda la conformación de frontera sur en relación con el virreinato peruano; esto sobre todo analizando su papel de espacio a defender ante las agresiones indígenas pero principalmente de las incursiones de navegantes ingleses y holandeses. Lo anterior debido a que tras los viajes de los ingleses Francis Drake, Tomas Cavendish y John Hawkins a fines del siglo XVI, así como de varios holandeses a inicios del XVII que arribaron y agredieron con mayor frecuencia las costas chilenas, se hizo necesario establecer patrullajes marítimos regulares entre Chile y Perú, lo cual desde la perspectiva imperial Gascón indica que derivó en la conformación de una armada real en los litorales coloniales.
En la tercera parte la autora explica la forma en la que se establecieron redes de conexión trasandina que, además de formar parte del desarrollo local y significar la explotación e intercambio de diversos géneros ahí producidos, también tuvo implicaciones en el espacio imperial. Lo anterior debido a que las encomiendas establecidas, los caminos creados y los abastos realizados, permitieron que paulatinamente se conformara la ruta que conectó a Santiago y a Buenos Aires; ésta no únicamente implicó contactos locales, sino también la creación de lugares estratégicos intermedios (como fue el caso de San Luis) y que se convirtieron en la mejor ruta para enviar armamento a la Araucanía, además de conectar a Chile con el circuito atlántico.
El cuarto apartado se centra en explicar cómo las fronteras coloniales fueron sometidas a los intereses imperiales, lo cual se evidencia con la conformación de fuerzas defensivas más profesionales en Chile. Su conformación derivó en mayores asignaciones de recursos y alimentos, en gran medida extraídos de las poblaciones coloniales, lo cual generó redes de intercambio y abasto que se ajustaron a los requerimientos imperiales pero que además permitieron que esas zonas llegaran a vincularse con otras más allá de los límites coloniales. Por otro lado, la frontera interétnica en cierta forma quedó enturbiada pues a nivel local implicó la inclusión de algunos indígenas en las fuerzas defensivas con las que se contaba, mientras que desde una mirada más amplia, hubo varios grupos que hasta comerciaron con holandeses y de ellos lograron proveerse de armas.
En el quinto capítulo se retoma la perspectiva comparativa con el caso de La Florida para mostrar cómo eventos coloniales afectaron la defensa imperial, lo cual se vio con levantamientos indígenas o con la convivencia en esas fronteras interétnicas. Finalmente, la autora concluye que el estudio de diversas regiones desde la perspectiva local y los cambios de rangos de análisis más generales, dejan ver que las periferias coloniales que parecían descuidadas desde el ámbito colonial, en realidad estaban inmersas en la vigilancia y protección del imperio español, lo cual se manifestó con estrategias diversas implementadas como su ocupación o su militarización.
A lo largo de la obra se deja ver que Margarita Gascón domina muy bien la historia colonial de la región sur de Hispanoamérica; no obstante, en el caso novohispano hay algunos puntos que valdría la pena observar; por ejemplo, cuando se habla de que la frontera norte de Nueva España (virreinato que la autora refere como México) y de su “desmilitarización” (Gascón, 2011:24), es necesario aclarar que inició un proceso de ocupación del territorio a través del sistema de presidios y misiones muchos de los cuales fueron financiados por situados provenientes de la Real Hacienda novohispana, y que ese financiamiento no fue menor pues implicaba proteger la ruta de la plata; por tanto no puede hablarse de una desmilitarización (Velázquez, 1997[1974]; Ortega y Río, 2010 [1993]). Por otro lado, cuando se menciona que la ruta que conectaba a Perú con la metrópoli iba desde Tierra Firme por tierra hasta la costa Atlántica de Nueva España para desde ahí continuar por mar hasta Cuba (Gascón, 2011:32); no hay que olvidar que Tierra Firme (y en especial Nombre de Dios y luego Portobelo) se conectó directamente por mar con la Española, Puerto Rico y Cuba, lo que dio paso a la ruta de los Galeones de Tierra Firme (Haring, 1988[1939]; Stein y Stein, 2002). Y cuando se indica que los galeones de Manila cargaban 2 000 toneladas (Gascón, 2011:41), hay que mencionar que legalmente solo tenían permitido entre 500 y 600, aunque ilegalmente llegaban a cargar hasta mil (Yuste, 2007). Por otro lado, cuando se habla de que los indígenas pehuenches se enlistaron como soldados para proteger la región araucana (Ibid.:107), esto en realidad no era extraño en otros territorios, pues en Nueva España fue un proceso que se dio desde la Conquista y las fuerzas indígenas no se desarticularon del todo, sino que dieron pauta a la creación de milicias de indios (muchos de ellos conocidos como flecheros) que sobre todo actuaron en el septentrión, es decir, donde había carencia de población blanca o mestiza, y muchas veces lucharon contra indígenas no sometidos y ocasionalmente fueron usados para defender las costas del Pacífico (Mirafuentes, 1993; Anguiano, 1992).
En general, podría decirse que entre los aportes de esta obra están el recordarnos la necesidad que existe de recurrir a las escalas en las investigaciones tanto históricas como geográficas, lo cual permitirá llevar a cabo replanteamientos en torno a los procesos acaecidos en diversos territorios coloniales y con ello lanzar nuevas propuestas de interpretación o enriquecer los conocimientos existentes sobre ellos. Por otro lado, no hay que perder de vista que esta obra también se convierte en una sugerencia acerca de lo importante que es llevar a cabo estudios comparativos, así como de establecer más diálogos entre las historiografías hispanoamericanas.