Las sociedades humanas conviven, de continuo y desde siempre, con los fenómenos naturales extremos. De esta interacción surgen los desastres naturales, que implican importantes disrupciones en el funcionamiento de las comunidades a las que afectan que, en respuesta, desencadenan toda una serie de ajustes que se manifiestan en el plano sociológico, económico, político, territorial y artístico, entre otros. Este libro aborda las relaciones entre las fuerzas de la naturaleza y la cultura humana, cuando estas se expresan en forma de desastre, desde la Edad Antigua hasta nuestros días.
La interdisciplinariedad, un rasgo característico de la actual investigación sobre desastres, queda patente en la dispar experiencia académica de sus autores y autoras —procedentes de disciplinas tan variadas como la geografía, la sociología, la historia, la economía, la meteorología, las ciencias ambientales, la antropología o la psicología—, pero también en las colaboraciones que se establecen en algunos capítulos. En este sentido, los geógrafos se muestran como pivote en torno al cual se establecen las coautorías más fructíferas, destacando la de Graham A. Tobin y Linda M. Whiteford, geógrafo y antropóloga que estudian aspectos relacionados con la vulnerabilidad y la resiliencia en un contexto de riesgo natural continuado, o la del arquitecto Khanin Hutanuwatr, con los geógrafos Bob Bolin y David Pijawka, que da como resultado en un interesante abordaje de las dinámicas de recuperación de las regiones costeras de Tailandia tras el tsunami de 2004.
El libro se estructura a través de cuatro secciones, con una introducción magistralmente hilvanada por el matrimonio formado por Katrin y Niki Pfeifer, editores del volumen, pedagoga e historiadora ella, psicólogo él, interesados ambos en explorar la percepción e interpretación de losdesastres naturales históricos, lo cual hacen desde las universidades de Groningen y Tilburg, Países Bajos, respectivamente. Aunque la temática de fondo es común, respuesta cultural ante fenómenos de origen natural, cada uno de los capítulos que integran las diferentes secciones son autónomas entre sí, conteniendo su propio enfoque temático y metodológico. Es de agradecer la inclusión de numerosas tablas que ayudan a estructurar la información, así como la calidad de las imágenes incluidas, si bien el tratamiento gráfico es ciertamente desigual, pues mientras algunos capítulos incluyen gran cantidad de fotografías, esquemas y gráficos, otros apenas los hacen. Del mismo modo, como geógrafa, he echado de menos un mayor número de mapas y considero que, salvo excepciones, el volumen adolece de información cartográfica. Esto resulta especialmente llamativo si pensamos en el enorme interés que este recurso tiene para su utilización en el ámbito del estudio de desastres y sus efectos. En este sentido, los mapas temáticos son especialmente útiles, pues permiten representar de forma muy flexible el modo en que cualquier fenómeno se distribuye en el espacio -mostrando cambios en su intensidad, revelando la convivencia espacial y/o temporal de varios fenómenos, aludiendo a la gradación temporal de su distribución, etc.-. De este modo, no incluir un apartado cartográfico implica, en el caso de la obra que nos ocupa, renunciar a una herramienta didáctica imprescindible para ilustrar el modo en que las diferentes respuestas culturales se han articulado en el espacio y a través del tiempo respondiendo a fenómenos que, necesariamente, han tenido un determinado impacto territorial. Sin embargo, tan sólo los trabajos expuestos por Adriaan de Kraker, “Two Floods Compared: Perception of and Response to the 1682 and 1715 Flooding Disasters in the Low Countries”, y por
John Lynham e Ilan Noy, “Disaster in Paradise: A Preliminary Investigation of the Socioeconomic Aftermaths of two Coastal Disasters in Hawaii”, incluyen este tipo de mapas.
Por otra parte, destacaría como punto especialmente positivo la amplia y actualizada bibliografía incluida en cada capítulo, algo que constituye un valor añadido si consideramos lo peculiar y específico de algunos de los temas que se tratan. Un buen ejemplo de esa especificidad lo conforman los dos capítulos que integran la primera sección, Ball Lightning, en la que se aborda la problemática empírica y epistemológica que suscita la investigación de los rayos globulares. Ambos trabajos basan sus conclusiones en los resultados de una profunda revisión bibliográfica sobre el tema, en combinación con la consulta de archivos de prensa e información recogida por otros medios de comunicación. Alexander G. Keul, miembro del Departamento de Psicología de la Universidad de Salzburgo, en su trabajo “The Ball Lightning Controversy: Empirical Case Studies”, profundiza en la problemática de clasificación, documentación y reproducción simulada en ambientes de laboratorio de este fenómeno. Se trata de un asunto controvertido sobre el que Robert K. Doe, miembro de la Tornado and Storm Research Organisation y autor del segundo capítulo, titulado “Ball lightning: An Elusive Force Of Nature”, concluye: “No hay duda de que el fenómeno existe, pero tampoco de que es uno de los más difíciles de tratar desde el punto de vista científico”.
El impacto socioeconómico y psicológico de terremotos, huracanes y tsunamis, así como el desarrollo de los procesos de recuperación asociados, tanto a nivel individual como comunitario, son tratados en los tres capítulos que conforman la segunda sección, Earthquakes and Tsunamis. En el primer capítulo, “How Does a Series Of Earthquakes Affect Academic Performance”, el equipo de psicólogos de la Universidad de Canterbury, Nueva Zelanda, conformado por Simon Kemp, William S. Helton, Jessica J. Richardson y Neville M. Blampied, colabora con el sociólogo Michael Grimshaw en el desarrollo de dos estudios sobre el impacto que, en el desempeño académico del alumnado de dicha universidad, produjo el terremoto que afectó a Nueva Zelanda en 2011. Ambos estudios se basan en el seguimiento y evaluación de las calificaciones obtenidas tras el terremoto por el alumnado de dicho centro. A continuación, Khanin Hutanuwatr, Bob Bolin y David Pijawka discuten sobre las estrategias de recuperación promovidas por diversas entidades locales de las regiones costeras de Tailandia -residentes desplazados, agencias gubernamentales, líderes locales y ONG- a raíz del tsunami de 2004, en el capítulo “Vulnerability and Disaster in Thailand: Scale, Power, and Collaboration in Post-tsunami Recovery”. Los autores, que establecen sus conclusiones a partir de los resultados de 100 entrevistas personales y la realización de trabajo de campo en el área afectada, destacan el importante papel que, sobre la vulnerabilidad de los espacios perjudicados, desempeñó el desarrollo territorial previo a los hechos. En el tercer capítulo de esta sección, “Disaster in Paradise: A Preliminary Investigation of the Socioeconomic Aftermaths of two Coastal Disasters in Hawaii”, John Lynham e Ilan Noy, ambos procedentes del Departamento de Economía de la Universidad de Hawai’i en Manoa, abordan las consecuencias socioeconómicas de dos desastres que afectaron a la costa de Hawái, el tsunami de 1960 y el huracán de 1992, mediante el análisis de los datos facilitados por diversas instituciones públicas de carácter militar, académico y administrativo, y los comparan con otros desastres costeros y sus consecuencias a largo plazo.
El profesor emérito de la Universidad de Denver, Donald Hughes, abre la tercera sección Volcanic Eruptions and Plagues con un capítulo titulado “Responses to Natural Disasters in the Greek and Roman World” en el que analiza, a través de las fuentes clásicas, dos de los desastres más famosos de la Edad Antigua: la plaga que asoló Atenas en el año 430 a.C. y la erupción del Vesubio en el 79 de nuestra era. El veterano historiador y ambientólogo es pesimista en sus conclusiones acerca de nuestra capacidad de aprender de los desastres pasados: “Imaginar a la población actual de Nápoles enfrentándose a una nueva erupción pliniana ofrece una espeluznante perspectiva en la que uno se pregunta si nuestro incremento de conocimiento ha mejorado nuestra sabiduría y habilidad para lidiar [con los desastres]”. Cierran la sección Graham A. Tobin yLinda M. Whiteford con su estudio “Provisioning Capacity: A Critical Component of Vulnerability and Resilience Under Chronic Volcanic Eruptions” en el que, recurriendo a la realización de entrevistas personales, cuestionarios y análisis en grupos de trabajo durante los meses de mayo a agosto de 2004, indagan sobre las implicaciones ambientales, económicas y sociosanitarias del sometimiento crónico de dos comunidades ecuatorianas a las erupciones del volcán Tungurahua.
La última sección, dedicada a huracanes e inundaciones y titulada literalmente Hurricanes and Floods, comienza con un trabajo en el que se analiza la influencia del huracán Katrina sobre la escena jazzística de Nueva Orleans, “Jamming with Disaster: New Orleans Jazz in the Aftermath of Hurricane Katrina”. En él, el historiador del jazz Bruce Boyd Raeburn examina el modo en el que el jazz contribuyó a lidiar con las consecuencias del desastre en Nueva Orleans, pues la resiliencia de los propios músicos, para los que el Katrina fue un revulsivo artístico que reimpulsó la escena musical, se constituyó en una suerte de barómetro de la recuperación de la ciudad. En el segundo capítulo, “Two Floods Compared: Perception of and Response to the 1682 and 1715 Flooding Disasters in the Low Countries”, con el que se clausuran la sección y el volumen, el geógrafo Adriaan de Kraker se sirve de los datos extraídos a partir de un minucioso examen de fuentes documentales procedentes de archivos públicos de carácter regional, el Archivo de Zelanda, Archivo Nacional de La Haya (nacional), entre otros, así como interna- cional, fundamentalmente la Biblioteca Alberto I de Bruselas, para establecer la diferencia entre las consecuencias de las inundaciones que en 1682 y 1715 afectaron a los Países Bajos. El autor destaca entre sus conclusiones la importante capacidad de las sociedades humanas para aprender de los desastres pasados, y nos permite cerrar el libro con un sentimiento optimista, a la par que contradictorio, con respecto a las conclusiones obtenidas por Hughes en “Responses to Natural Disasters in the Greek and Roman World”. No es extraño, sin embargo, que esto ocurra en ciencias sociales, incluso cuando estas conectan con las ciencias naturales para tratar de explicar un fenómeno tan amplio como complejo. Y tal vez sea en esta contradicción donde encontremos la principal conclusión a la que llegamos tras la lectura de este volumen: se hace necesario el estudio de los desastres del pasado, tanto para constatar que a través de su acertado análisis se logra un impagable aprendizaje como para verificar que, cuando este no se produce, la historia siempre vuelve a repetirse. Debemos echar la vista atrás y hacerlo en perspectiva multidimensional, siendo la dimensión cultural una de aquellas a las que debemos atender necesariamente pues, después de todo, las estrategias de prevención y mitigación de riesgos naturales, su análisis científico y esta reseña en sí misma, no son sino respuestas culturales ante las manifestaciones de las fuerzas de la naturaleza.