El trabajo compilado por Gabriela Cecchetto y Perla Zusman resulta de lo más interesante y generoso, en tanto que, no solo saca a la luz aportes que han permanecido ignotos a los circuitos más reconocidos del conocimiento geográfico, sino que brinda una introducción en la que en primera instancia se discuten las cavilaciones que suelen acompañar a los geógrafos a lo largo de su desempeño profesional, es decir, el objeto y utilidad de su conocimiento, así como la difusión de éste. Reflexiones, que con mayor frecuencia, si comparados con otros científicos sociales, llevan a los geógrafos a preguntarse sobre la viabilidad de su disciplina ante los problemas concretos de nuestro mundo.
Ante tales inquietudes, Zusman y Cecchetto, también en la introducción de este libro, nos hablan de cómo la geografía ha revitalizado y sustentado de mejor manera sus construcciones teóricas, ante la irrupción del denominado giro cultural en las ciencias sociales. Haciendo que la geografía, que se había mantenido al margen de los debates epistemológicos, pase a ocupar un lugar central en la construcción teórico-metodológica de lo social. Permitiendo que la amplitud temática de la geografía y la dicotomía sociedad-medio dejen de ser un impedimento a la construcción teórica de la geografía, como sucedió durante la preminencia del discurso neopositivista, ya que las relaciones espacio social-entorno dejan de concebirse de manera separada y se leen conjuntamente a través de una aproximación en la que priman cultura y teoría historiográfica (Garza, 2012:55-60).
Al continuar en la exposición introductoria de este libro, se plantea una pregunta que es eje de su exposición y que nos invita a reflexionar sobre las finalidades contemporáneas de la geografía y los ‘saberes útiles’, como Cecchetto y Zusman acotan, que sirvieron a la construcción de los estados nacionales y los imperios decimonónicos. Procesos que coadyuvaron a la institucionalización de las ciencias, cuyos subsecuentes discursos justificaron, por lo general, supremacías en la economía, la cultura y el territorio. Contrastación, por lo demás necesaria, a construcciones teóricas desde la geografía, en las que se distingan las cargas ideológicas que han definido su quehacer desde mediados del siglo xix. Discernimiento que en esta obra se nos explica desde la Argentina, a través de dos etapas, la primera en ese pasar del siglo xix al xx y la segunda en el marco de los gobiernos militares de la década de 1970. En la primera etapa las temáticas preponderantes eran la exploración, la topografía y la representación del territorio, mientras que en la segunda fueron, la implementación de imaginarios sobre el territorio que hipotéticamente fortalecerían la cohesión nacional y temas propios a la geopolítica, entendida ésta como sustento de discursos de poder político-militar y superioridad económica, racial o cultural.
Por otra parte, al leer esta obra y ver el desarrollo de la geografía en un contexto académico que no es el de la capital nacional, llama la atención lo ocurrido en México, en donde hasta la década de 1970, solo se cultivó la geografía en instituciones del Distrito Federal. Al Brasil, le es a su vez común, el caso de una institucionalización del conocimiento geográfico en diversas ciudades. Así, Cecchetto y Zusman nos brindan en la ‘escala subnacional’ el desarrollo y consolidación de la geografía desde el centro del territorio argentino, a través de los aportes de ocho autores, además de quienes coordinaron esta obra. Obra que acertadamente nos proponen en tres partes: 1. Cuestiones historiográficas, 2. Primeros pasos en la institucionalización y 3. Historia y Geografía en la última dictadura militar. Por la relevancia de los aportes teóricos brindados en la introducción y primera parte de esta obra, se da prioridad a su tratamiento en estos comentarios.
Respecto a la primera parte, dividida en los trabajos de Guillermo Cicalese y Perla Zusman, este primer autor comienza su exposición evocando la particularidad de la ciencia social que a diferencia del conocimiento físico-biológico, es capaz de releer a sus clásicos, encontrando tesis e interpretaciones que son vigentes en diversos tiempos. Cicalese nos menciona como clásicos de la geografía a Vidal de la Blache, Elisée Reclus, Friedrich Ratzel y Milton Santos, para enseguida aclararnos que conducir este tipo de recuentos resulta importante en la construcción teórica de la geografía, pero que una revisión de los aportes a escala nacional y subnacional, y las formas ideológicas como éstos se lograron, es indispensable para lograr un panorama completo y coherente de lo que es el conocimiento geográfico a principios del siglo xxi.
El texto de Cicalese revela para el caso argentino, una clara lectura del devenir geográfico a través del rigor que permite el análisis del discurso y la narrativa en la ciencia, la política y las instituciones, brindando especial énfasis al relato de las instituciones que albergaron a las diversas escuelas geográficas, siendo las más importantes, la Sociedad Argentina de Estudios Geográficos (GAEA-fundada en 1922) y la Academia Nacional de Geografía (ANG-fundada en 1956), resultando la primera hegemónica, al menos, hasta la década de 1980, siendo que ambas instituciones se han dedicado a formas convencionales de difusión que abarcan biografías, anuarios, boletines e incluso semblanzas de endémico enaltecimiento. Inercias académicas que en la Argentina, al igual que en México, comenzaron a romperse hacia la década de 1990, cuando la profesionalización del sector científico se impulsó por medio de nuevos estímulos a los académicos y mayores requisitos para obtener plazas institucionales.
Sin que esto signifique que los modelos establecidos sean ideales, ya que como nos acota Cicalese (2012: 28), las pautas establecidas se han fincado en las formas de evaluación concebidas desde la ciencia de los centros de poder económico y político global, en la que la ‘Cientometría’ mide la producción científica primordialmente a través de la ‘literatura científica’ y el descubrimiento de las leyes del ‘desarrollo científco’. Ante inercias institucionales y los paradigmas preponderantes en lo que deber ser la ciencia contemporánea, Cicalese reconoce el papel esclarecedor de los estudios sociales de la geografía, a través de los cuales se reconoce como la producción científica se configura a partir de las influencias y presiones de los campos sociales, políticos, económicos y/o tecnológicos (Ibid.:48).
En el segundo trabajo de esta primera parte, Perla Zusman, nos invita a situar al conocimiento científico en una escala transnacional. Análisis que pasa en primera instancia por reconocer el papel que el Estado ha tenido en la institucionalización de las diversas disciplinas científicas, las cuales han adquirido características nacionales de mayor o menor peso de acuerdo con el grado de consolidación de las comunidades académicas o de las disciplinas en cada país. Dentro del sistema mundo capitalista, los países iberoamericanos comparten situaciones similares en las formas en que los saberes de los centros de poder económico y político, se difundieron hacia ellos y las formas en que éstos fueron adaptados a sus realidades a partir de mediados del siglo xix.
Asimismo, para Zusman (2012:58) existe a la fecha una gran contradicción en cuanto a que: ‘casi todos los análisis sobre el proceso de institucionalización disciplinar han partido y siguen partiendo de considerar el contexto nacional estatal (muchas veces en formación) como el único posible y válido para estudiar estos procesos”. Siendo que esta autora nos demuestra que la producción científica contemporánea tiene un claro matiz transnacional, al ser lograda en buena medida, por medio de redes académicas fundadas en relaciones familiares, de amistad o en el conocimiento de la producción (Ibid.:59). Para esta autora ambas vertientes (la estatal y la transnacional) no son excluyentes y su yuxtaposición puede ser benéfica en el entendimiento de los procesos de producción, circulación, difusión y recepción de las ideas y ‘particularmente entender los procesos de transculturación en el campo científco’ (Ibid.:67).
De la segunda parte de esta obra, se reconoce un tratamiento excepcional de lo que se busca exponer, al ser el primer capítulo una explicación de las características políticas y sociales de la provincia de Córdoba entre 1870 y 1930, etapa que comienza en el momento que la Argentina está rompiendo con los modelos socioeconómicos y territoriales de la época colonial y Córdoba se sitúa en el extremo norponiente del corazón de esta nueva nación, que manifestará un vertiginoso desarrollo económico como consecuencia del modelo agroexportador vigente hasta la crisis de 1929. De la ciudad de Córdoba cabe destacar que fue sede de una universidad desde el periodo virreinal, por lo que no es de extrañar su autonomía intelectual. El siguiente capítulo invita acertadamente a reflexionar sobre las prácticas y saberes sobre el territorio desde esta metrópoli durante las décadas de la primera institucionalización de la ciencia, mientras que en el tercero se nos explica el contexto en que se desarrolló la carrera de ingeniero geógrafo en la Universidad Nacional de Córdoba entre 1892 y 1922. Así, esta colaboración se complementa con los aportes que desde México y España se han hecho en el estudio de los ingenieros geógrafos y su papel en la institucionalización de la geografía. En este sentido cabe recordar la tesis doctoral de Héctor Mendoza Vargas (1997), trabajo en el que se nos invita a reflexionar sobre el peso del Estado y los intríngulis burocráticos que condicionaron al conocimiento geográfico en organismos académicos y gubernamentales. Para concluir esta segunda parte con el análisis de un relato geográfico de aquellos años, la Geografía de la Provincia de Córdoba (1905) de las plumas de Manuel Río y Luis Achával.
La tercera parte nos remite a los terribles años de la última dictadura militar, cruda muestra de cómo las condiciones sociopolíticas y económicas son determinantes en el quehacer de la ciencia, que en este caso se ejemplifica con lo ocurrido en los campos de la geografía y la historia en Córdoba. Tres son los capítulos de esta parte, en los que con destreza de nuevo se nos lleva del análisis del discurso a la demostración de éste en la currícula universitaria. Por último, no puede dejar de mencionarse que esta obra será un eslabón fundamental de lograrse algún día la historia social de la geografía en Iberoamérica.