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Vol. 7. Núm. 2.
Páginas 345-346 (junio 2011)
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Vol. 7. Núm. 2.
Páginas 345-346 (junio 2011)
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Nadine Vivier (Ed.): The State and Rural Societies. Policy and Education in Europa, 1750-2000. Turnhout (Bélgica), Brepols, 2008, 278 págs.
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Francisco José Medina Albaladejo
Universidad de Murcia, Murcia, España
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La sociedad rural no ha dejado de estar en el centro político, económico y social de los países europeos a lo largo de los últimos tres siglos. Es un ámbito en clara transformación y con circunstancias muy complejas que requiere de un análisis específico por áreas que permita establecer líneas generales a nivel global, ayudando así a su mejor comprensión.

Eso es precisamente lo que se pretende en esta obra, con una serie de análisis nacionales que permiten al lector sacar conclusiones a nivel europeo de las transformaciones que han experimentado las sociedades agrarias a lo largo de la historia más reciente, centrándose especialmente en el papel adoptado por el Estado como agente impulsor de una serie de cambios dirigidos a la consecución del progreso y bienestar de la sociedad rural.

Según Vivier y Petmezas, la intervención estatal en el mundo agrario europeo comienza a mediados del siglo XVIII, motivada por dos razones fundamentales: el incremento de la competencia internacional y las nuevas responsabilidades estatales relacionadas con la mejora del bienestar del ciudadano. Todo ello en el marco de las nuevas corrientes de pensamiento económico, como el cameralismo en Alemania o la fisiocracia en Francia, que apostaban por el incremento de la producción agraria como piedra angular del crecimiento económico.

En este marco, tres son los temas centrales de la obra: la modernización de la agricultura con el fin de alimentar a la población y aumentar la riqueza del agricultor, la educación de la población rural y la necesidad de los Estados de apoyarse en esta ante la peligrosidad de las nuevas clases urbanas. En esto fue crucial la ayuda de élites locales, funcionarios, administraciones e instituciones agrarias privadas que funcionaron como intermediarios, jugando un papel clave en la difusión de nuevas ideas y métodos agrarios.

Un aspecto que podía ayudar a modernizar la agricultura era la formación, mejorando la productividad y como medio de disciplina y control social. Las sociedades agrarias evolucionaron desde una educación práctica, adquirida en las propias explotaciones y basada en la tradición, hasta una formación reglada, de iniciativa privada e incentivada por el Estado, que más tarde se adjudicaría casi por completo esta función. Los resultados de la implantación de este sistema educativo parece ser que fueron moderados, hasta su consolidación en la primera mitad del siglo xx y su definitiva expansión con la «revolución verde».

Otros temas en los que la obra profundiza son: comercio internacional, derechos de propiedad o crédito. Inicialmente los Estados comenzaron a intervenir sobre los derechos de propiedad con legislaciones que reconocían la posesión única y la libertad del propietario, así como la abolición de lazos señoriales y prácticas colectivas. También es importante la elaboración de las primeras estadísticas (aspecto que trata bien Behrisch para los casos de Francia y Alemania) o la financiación, necesaria para que las explotaciones agrarias pudieran modernizarse. Se crearon instituciones financieras para este fin, ya fuera por iniciativa privada o por incentivo estatal.

En cuanto al comercio internacional, los Estados a finales del siglo xix comenzaron a imponer elevados aranceles que impidieran la entrada de productos agrarios del exterior, en un contexto de profunda crisis, y con el fin de proteger los mercados internos y asegurar los beneficios de propietarios y agricultores. Más tarde, los organismos estatales accedieron al campo de la organización de los mercados de trabajo, producto de la escasez de mano de obra tras la Primera Guerra Mundial. Se incentivó el crecimiento demográfico y se intentó evitar el éxodo del campo hacia las ciudades.

Tales procesos tuvieron lugar en varios países de Europa, de una manera más o menos temprana y tras largos procesos de debate. Los casos mejor analizados en la obra son los de Francia y Alemania, destacando el primero con la visión global que Vivier ofrece de las diferentes formas de intervención llevadas a cabo por el Estado francés. Esta autora establece una periodización de este proceso que va desde la intervención más indirecta mediante medidas legislativas, fomento de la iniciativa privada y apoyo en cuerpos intermedios que predominaron hasta 1880, hasta una acción mucho más directa desarrollada posteriormente.

Plack se centra en un aspecto mucho más acotado del caso francés: la abolición de las prácticas agrarias colectivas. Esta autora nos muestra el gran esfuerzo del Estado por codificar, regular y eliminar este tipo de prácticas propias del Antiguo Régimen a lo largo de los siglos xviii, xix y xx, como medio para modernizar la agricultura frente a la oposición frontal del campesinado. Y Boulet estudia el aspecto educativo, desde su inicio temprano en los años 20 del siglo xix por iniciativa privada hasta su organización y racionalización a todos los niveles en 1848. Estas medidas tuvieron escaso éxito y un papel más bien marginal en la evolución de la agricultura francesa.

Para el caso alemán destaca el artículo de Kulhawy sobre la modernización agraria del ducado de Brunswick. En Alemania debemos tener en cuenta el hecho particular de que los agricultores tuvieron que hacer frente a los pagos compensatorios al ser abolida la servidumbre durante la primera mitad del siglo xix. Lo que llevó a los estados a incentivar la creación de instituciones especiales que financiaran este proceso, necesario para la reforma agraria, y a crear asociaciones agrarias que ofrecieran formación al agricultor. Precisamente este último aspecto es el que trata Harwood en su trabajo sobre las cámaras agrícolas prusianas.

Otro ejemplo importante es el de Bélgica, con el trabajo de Van Molle, que analiza la política agraria belga entre 1830 y 1914, país donde el rápido crecimiento demográfico hizo que se emprendieran varias medidas con el fin de aumentar la productividad de la agricultura. Con respecto al caso sueco, Nilsson y Pettersson analizan los motivos, posibilidades y acciones de los principales actores que participaron en el desarrollo de la formación agraria del país, relacionándolos con la social spending explanation o descentralization explanation de Lindert, al permitir la descentralización estatal que se implantara un sistema educativo de carácter local y privado desde época temprana como respuesta a la fuerte demanda social. Brassley nos presenta el peculiar caso británico en un capítulo más descriptivo que analítico, donde se desarrolló un sistema educacional diferente al europeo, especialmente por su carácter informal. A pesar de esto, los nuevos métodos se difundieron igualmente por la actitud favorable de los agricultores ingleses, dudando el autor de la correlación entre modernización agraria y nivel educativo formal.

En el sur de Europa se siguieron unas pautas similares. Pan-Montojo aborda el tema de la formación y el desarrollo de instituciones agrarias públicas en España entre 1847 y la Guerra Civil, mostrando cómo, a pesar de su debilidad inicial, se fueron consolidando y tuvieron un impacto cada vez mayor conforme se entraba en el siglo xx, a pesar de la fuerte oposición de los propietarios. Clar completa este caso con su análisis de las políticas agrarias llevadas a cabo por las dictaduras de Franco en España y Salazar en Portugal, mostrando cómo las políticas corporativistas iniciales tuvieron que adaptarse a los dictados del desarrollo económico como única forma de supervivencia de ambas dictaduras.

Pazzagli muestra los orígenes de la educación agraria en Italia, que surgió de forma temprana en los años 30 del siglo xix, no creándose un sistema reglado y público hasta finales de la mencionada centuria. Kurucz también enfoca su participación en la educación agraria húngara, centrándose en un estudio de caso, el Georgikon, institución que fue muy importante en la formación de profesionales y la difusión de los nuevos métodos agrícolas, en un contexto no muy propicio para ello debido a la estructura aún feudal del país.

Por tanto, la intervención estatal en las sociedades rurales es un tema hoy sometido a debate. Se muestra en esta obra la importancia de la legislación sobre los derechos de propiedad, que transformó las sociedades agrarias europeas a finales del siglo xviii, pasando a otros campos donde las medidas gubernamentales parece que tuvieron un impacto mucho más limitado y necesitaron siempre buscar el apoyo de los sectores sociales implicados ya que sino habrían estado condenadas al fracaso.

En definitiva, una obra completa donde se tratan los principales temas que centran el debate sobre la transformación de las sociedades agrarias y el papel que ha tenido el Estado en tal proceso a lo largo de la historia contemporánea europea. Debe ser mencionado el excesivo espacio dedicado a Francia y Alemania, el cual podría haber sido destinado a otros casos que hubieran dado una visión más amplia a la obra. También se echa en falta una mayor organización, integración y definición de los casos estudiados por áreas geográficas (norte, sur y este de Europa), que presentan características comunes y diferenciadas con respecto al resto de las zonas. Quizás esa habría sido una forma más adecuada de organizar los capítulos. Finalmente, destaca el primer capítulo realizado por la editora, donde se sintetiza muy bien el debate y se exponen de forma clara los puntos clave que a lo largo de los capítulos posteriores serán desarrollados.

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