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Vol. 7. Núm. 3.
Páginas 417-418 (noviembre 2011)
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Vol. 7. Núm. 3.
Páginas 417-418 (noviembre 2011)
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Ángel Luis Velasco Sánchez: Población y sociedad en Guadalajara (siglos XVI-XVII). Toledo, Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, 2010, 491 págs.
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José Ignacio Andrés Ucendo
Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea, Bilbao, España
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Sin duda, la historia económica regional fue una de las corrientes más dinámicas de la historia económica española durante los años 60, 70 y 80 del pasado siglo. Bajo la influencia de la escuela de los Annales y de la historia serial, en ese período se realizaron numerosos trabajos acerca de la historia económica y social de diversas regiones de nuestro país a lo largo de los siglos de la Edad Moderna como, por citar solo algunas, el País Vasco, Mondoñedo, Santiago y su tierra, la Bañeza, Segovia, Cantabria, la Tierra de Campos y Soria, y a ellos habría que añadir las investigaciones sobre ciudades como Córdoba, Valladolid, Toledo y Burgos. Gracias a estos trabajos conocemos de forma fiable las principales fases en la evolución de la economía española a lo largo de los siglos de la Edad Moderna, y parece poco probable que nuevas investigaciones sobre el período modifiquen en exceso el marco general establecido en estos trabajos.

Aunque las últimas décadas han estado presididas por una notable ampliación en los temas analizados por la historia económica española, el interés por los trabajos de historia regional sigue vivo, como atestigua la reciente publicación del libro Población y sociedad en Guadalajara, (siglos XVI-XVII). Este interés se explica, entre otros factores, porque la historia regional es una de las mejores herramientas para conocer el verdadero alcance de la crisis del siglo XVII sobre la economía castellana y española y porque a pesar de la proliferación de trabajos citada al inicio todavía existen algunos territorios que, como señala Santos Madrazo en el prólogo del libro, están a la espera de recibir la atención de una monografía. Uno de los distritos que hasta la publicación del presente libro habían escapado a la atención de los investigadores era, precisamente, la provincia de Guadalajara, y sin duda uno de los méritos del trabajo de Ángel Luis Velasco reside en que gracias a su esfuerzo hoy es posible afirmar que dicho hueco ha comenzado a rellenarse.

El libro se divide en 7 capítulos. Conviene aclarar que, como señala su autor, el territorio cubierto por su estudio es el de la actual provincia de Guadalajara, motivo por el que, según se explica minuciosamente en el primer capítulo, la obra incluye dentro de la provincia alcarreña distritos que hasta la reforma de Javier de Burgos pertenecieron a otras provincias, como el partido de Zorita, incluido en la provincia de Madrid, o buena parte del viejo partido de Molina de Aragón, incluido en la provincia de Cuenca.

Los capítulos 2, 3, 4 y 5 se dedican al estudio del comportamiento demográfico de la población provincial, para lo que el autor ha manejado un amplio conjunto de fuentes, desde los conocidos recuentos de población de 1528-36, 1591 y 1631, a los libros de bautismos, matrimonios y defunciones almacenados en el archivo episcopal de Sigüenza. Del análisis desarrollado en esta parte del libro se desprende que la población provincial creció entre 1530 y 1591 a un ritmo del 0,7% anual, ligeramente por encima de la media castellana, algo explicable por la favorable relación entre la población y sus recursos. Como señala el autor, al inicio del período Guadalajara era una provincia poco poblada, lo que creaba condiciones muy favorables para un crecimiento poblacional que se prolongó hasta los años finales del siglo y los primeros momentos del XVII. Acto seguido se inició un período de retroceso, que culminó en los años de la crisis de 1631, cuya importancia en otras regiones castellanas es bien conocida. Según las estimaciones de Ángel Luis Velasco, entre 1591 y 1631 la población provincial perdió el 31% de sus efectivos, lo que constituye una buena prueba de las dimensiones de la crisis del XVII en este territorio del centro de Castilla, y aunque después se inició una recuperación parece evidente que a la altura de 1650, fecha en la que termina el trabajo, su alcance era todavía limitado y modesto y que los niveles poblacionales del conjunto provincial estaban muy por debajo de los conseguidos en los momentos culminantes de la fase expansiva.

Aunque el libro se centra en el estudio de la población de la provincia de Guadalajara, el autor también ha prestado atención al análisis de las actividades productivas, a las que dedican los capítulos 6 y 7.

Como se indica en el capítulo 6 la agricultura fue, con mucho, la principal actividad productiva de la provincia y su trayectoria fue muy similar a la de la población. La producción agrícola creció hasta fines del siglo, en que se inició un descenso que de nuevo culminó en los años de crisis alrededor de 1631, tras los que se inició la recuperación.

De la lectura del libro de Ángel Luis Velasco se desprende que a lo largo del siglo XVI tanto la población como la economía de la provincia de Guadalajara conocieron una expansión significativa, truncada en el tránsito hacia el siglo XVII. Los peores momentos de crisis, tanto en lo demográfico como en lo económico, llegaron a inicios de la tercera década del siglo XVII, tras la que se esbozó una recuperación cuya importancia es difícil de estimar dado que la obra termina en 1650, aunque parece evidente que, al menos en las décadas centrales del siglo, podía calificarse de moderada.

La trayectoria que acabamos de dibujar (siglo XVI expansivo y siglo XVII recesivo) tiene poco de sorprendente y se ciñe a nuestros conocimientos sobre lo sucedido en otros distritos de Castilla durante el mismo período, pero esto no debiera ocultar los méritos del presente trabajo, que se pueden resumir, a nuestro juicio, en dos.

Para realizar su trabajo, primero, el autor ha consultado una documentación que se puede calificar de ingente. Este esfuerzo se ha traducido en el rico apéndice documental del libro, en el que los lectores interesados pueden consultar los datos a partir de los cuales se ha realizado el presente trabajo. Estos datos quedan a disposición de la comunidad de investigadores, que de esta manera podrán emplearlos en trabajos posteriores, y constituyen sin duda una de las mejores aportaciones del libro.

En segundo lugar, el autor ha enfatizado los contrastes visibles en la trayectoria demográfica y poblacional de las diversas partes de la provincia. Dentro del contexto castellano, Guadalajara podía ser considerada como una provincia de pequeña importancia: un distrito básicamente rural, en el que no existían ciudades comparables a los grandes núcleos urbanos del reino y en el que tampoco se había desarrollado el comercio y la manufactura. Sin embargo, Ángel Luis Velasco tiene el indudable acierto de recordarnos la presencia de llamativos contrastes provinciales por debajo de esta aparente homogeneidad. Para comenzar, el crecimiento demográfico fue mucho más intenso en los núcleos más poblados, como Guadalajara, Sigüenza, Pastrana y Molina de Aragón. Quizá resulte exagerado calificar a las villas de Sigüenza, Pastrana y Molina de ciudades, término usado por el autor para referirse a ellas, pero es evidente que estos núcleos, junto con la ciudad de Guadalajara, estaban mucho más poblados que el resto de las localidades de la provincia y que además su estructura profesional les distinguía con claridad, lo que justifica sobradamente el interés mostrado por el autor en el estudio de su trayectoria poblacional.

Al contraste entre la evolución de los núcleos «urbanos» y rurales hay que añadir la notable diferencia entre el comportamiento de la parte más occidental de la provincia y la oriental. Este contraste preside todavía hoy la vida económica y social de la Guadalajara, pero estaba ya presente en la Edad Moderna. Las comarcas occidentales de la provincia, (Campiña y Alcarria) con una altitud media menor que las de la zona oriental, tenían mejores condiciones para el desarrollo de la agricultura cerealística y además estaban bien comunicadas con Madrid y ciudades como Alcalá de Henares, gozando además de un buen acceso a algunas de las principales vías del reino, al contrario de lo sucedido en las comarcas del norte y del este provincial, zonas de serranía con buenas condiciones para la agricultura de subsistencia y el pastoreo. El contraste entre ambas zonas es bien visible en los terrenos demográfico y económico. Como señala el autor, la expansión del siglo XVI resultó mucho más vigorosa en las comarcas occidentales que además fueron las que experimentaron los peores efectos de la crisis poblacional y agrícola del primer tercio del Seiscientos, mientras que en las zonas de serranía del norte y este de la provincia ambas fases estuvieron más atenuadas.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, puede afirmarse que el trabajo de Ángel Luis Velasco ayuda a completar y afinar nuestros conocimientos sobre la complejidad de la crisis castellana del siglo XVII, atendiendo a un espacio que tradicionalmente había estado al margen de las investigaciones, por lo que su lectura será de provecho para todos los interesados en la historia económica y social de nuestro país durante los dos primeros siglos de la Edad Moderna.

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