Elena Gallego muestra, en este libro, las principales aportaciones de la teoría económica a la economía laboral. Siguiendo un análisis cronológico y temático a la par, sintetiza e interpreta las ideas de los principales pensadores económicos sobre el funcionamiento del mercado de trabajo. Inicia su estudio en el siglo xviii con los mercantilistas y lo finaliza en el siglo xx con el neomarginalismo y el keynesianismo. El libro es fruto de la tesis doctoral de la autora, leída en el año 2004 en la Universidad Complutense de Madrid, donde Elena ha continuado su carrera docente e investigadora.
Uno de los méritos de esta monografía es que sintetiza muy bien como se ha ido configurando la teoría económica laboral en la historia contemporánea. Aunque varios especialistas en el campo de historia del pensamiento económico habían tratado distintos aspectos del mercado laboral —Mark Blaug, Denis O’Brien, entre otros—, no había ninguna publicación que abarcase ni un período tan amplio ni tan ingente cantidad de autores, concentrando sus ideas en un libro breve de calidad. Otro de los principales valores de esta obra es que contribuye a entender las bases de la formación de un mercado de trabajo industrial, complementando los conocimientos aportados por otras áreas de conocimiento como la sociología del trabajo y de las relaciones laborales, la historia del trabajo, o, desde una perspectiva de empresa, la historia de la gestión de los recursos humanos. Añado más activos de la obra: orden, concisión, estructura clara, redacción fluida, todo ello es fruto de la notable capacidad de interpretación y de síntesis de la autora, que facilitan enormemente la lectura del texto. Elena Gallego presenta sus principales objetivos en la introducción y los cumple. Cada capítulo lleva consigo, a su vez, una pequeña presentación preliminar, seguida de las principales aportaciones de los distintos autores y escuelas a la construcción de la teoría económica laboral, así como un resumen de estas ideas al final del capítulo.
La autora identifica e interpreta, de cada pensador y su obra, aspectos clave en el funcionamiento del mercado de trabajo: oferta, demanda, determinación de salarios, productividad, comportamiento de las instituciones. En el capítulo primero del libro se explican los orígenes de las teorías laborales en los siglos xvii y xviii: de los mercantilistas la autora destaca que la productividad del trabajo y el control del coste salarial eran elementos clave para aumentar las exportaciones, la riqueza de las naciones y el nivel de empleo.
En el segundo capítulo, el más extenso y clave para entender la formación de un mercado de trabajo industrial en el siglo xix, la autora introduce las reflexiones de los clásicos. Precisamente por su relevancia vale la pena apuntar algunas de sus fortalezas y debilidades. Gallego explica muy bien aquí, y a lo largo de todo el libro, la estructura analítica seguida por los autores tratados. También apunta la importancia de la actividad de mujeres y niños, necesaria para mantener la renta familiar cuando los salarios bajaban y los precios de los alimentos subían (McCulloch). De la mano de John Stuart Mill explica las diferencias salariales entre hombres y mujeres. Aunque no lo hace en este libro, en otras investigaciones suyas, como (Gallego, 2011), insiste en la influencia que tuvo en Stuart Mill su esposa y colaboradora, Harriet Taylor, gran pensadora que reivindicaba los derechos de la mujer y que condujo a Mill a considerar que los salarios de ambos sexos debían ser iguales si ejecutaban las mismas tareas. Sin embargo, se echa en falta el marco institucional y un análisis más profundo de las relaciones entre obreros y empresarios, aspectos que no escaparon a los clásicos, como Smith, que desarrolla una teoría de la negociación colectiva según la cual el salario dependía de la fuerza negociadora de cada grupo, pero los obreros se hallaban en situación de debilidad respecto a los empresarios, especialmente ante una huelga. Si bien la autora hace algunas referencias sobre el efecto que el incipiente sindicalismo podía ejercer sobre los salarios (Robert Torrens), se podría reflexionar más sobre este tema, que preocupaba enormemente a los economistas, especialmente en la segunda mitad del siglo xix, cuando el sindicato de oficio deja paso al gran sindicato industrial.
El capítulo tercero es el más corto y trata el desarrollo teórico de los primeros marginalistas (Jevons, Menger y Walras), que explican el comportamiento de la demanda, de la maximización de bienestar por parte de los individuos y del beneficio de las empresas a través de una metodología novedosa, basada en la aplicación de las matemáticas al análisis del trabajo y demás factores productivos. Sus ideas se erigen en pilares básicos para el desarrollo de la microeconomía y de la macroeconomía laborales en el siglo xx.
El capítulo cuarto se centra en el análisis de la productividad marginal y en la teoría de la distribución. Como en los capítulos anteriores, la presentación de los modelos teóricos de los autores tratados es impecable, pero ganaría la explicación de los aspectos institucionales si se prestase más atención al contexto histórico, a los conflictos sociales, a la evolución del movimiento obrero, a la actuación de los distintos agentes sociales (Estado, sindicatos y empresarios), aspectos que, en mayor o menor medida, fueron tenidos en cuenta por los autores estudiados en el capítulo. Por ejemplo, Marshall no solo sentía simpatía por los sindicatos, como señala la autora, sino que contemplaba la posibilidad de que algunos de sus principales objetivos —aumentar salarios, mejorar las condiciones de vida y ocupación— pudiesen obtenerse mediante negociación. También se entendería mejor la consideración de Hicks de que una mayor productividad podía ir acompañada de un salario más elevado, lo que más tarde serían los salarios de eficiencia, si se asociase esta idea a la implementación de la organización científica del trabajo en Europa en las primeras décadas del siglo xx.
El último capítulo es de conclusiones: en él la autora integra las ideas clave presentadas en los anteriores, pero además expone las aportaciones de la escuela neoclásica y otras en el siglo xx: la competencia imperfecta en la demanda de factores de producción de Chamberlain y Robinson, la teoría del capital humano de Becker, los mercados internos de trabajo y la teoría de la segmentación (Doeringer y Piore, Osterman). El libro se cierra señalando algunas de las dificultades con las que se encuentra la modelización teórica del mercado de trabajo, especialmente cuando se trata de plasmar el comportamiento real de los agentes sociales.
Poco más tengo que añadir, es un libro bien escrito, breve, que sintetiza e interpreta muy bien las principales teorías laborales de la historia del pensamiento económico contemporáneo, especialmente hasta la Segunda Guerra Mundial. En definitiva, considero que es una obra de referencia para los especialistas en economía laboral, historia y sociología del trabajo, historia de las relaciones laborales y de las organizaciones.