En los términos propuestos por el propio Prebisch, son las relaciones centro-periferia el tema central de la extensa investigación que da como resultado este libro de Edgar J. Dosman. La vida de una referencia latinoamericana como Raúl Prebisch no solo nos otorga un viaje por la evolución del pensamiento de uno de los pocos teóricos económicos latinoamericanos, sino que adicionalmente nos brinda la posibilidad de hacer un repaso histórico a los hechos políticos y económicos más relevantes del siglo XX. Todo esto a través de una mirada privilegiada como fue la de Prebisch, una mirada cercana a la realidad latinoamericana, mucho más atenta a las necesidades y preocupaciones de la región, en síntesis, una mirada global desde un ángulo periférico.
Nacido en el interior argentino, su llegada a Buenos Aires desde su natal Tucumán marcó en Prebisch una constante durante toda su vida, plasmada en el hecho de tener que convivir y formar parte de los centros de poder, a la par que sus orígenes lo hacían sensible a las realidades lejanas y abandonadas del interior latinoamericano. Sus estudios en la Universidad de Buenos Aires, sus primeros trabajos para el sector privado y sus incursiones en la política y en el ámbito público argentino nos dan una excelente radiografía de un país que se perfilaba como la segunda potencia económica mundial a principios del siglo XX. Al tiempo que en Argentina despertaba la conciencia de una realidad profundamente centralizada en Buenos Aires, una excesiva dependencia del comercio exterior, una economía poco industrializada y un mercado interno mas bien débil.
El rápido ascenso de Prebisch a puestos relevantes lo llevó a convertirse en el artífice principal de la creación del Banco de la Nación Argentina (Banco Central). Fiel a su creencia en la necesidad que tienen los países de contar con una élite tecnocrática que diseñe la política económica, Prebisch descubrió que la institucionalización era posible, aunque siempre sujeta a los virajes políticos propios del continente. También descubrió que existía una paradoja entre la necesidad de investigación propia y la realidad de los órganos públicos argentinos, sobrecargados de trabajo y conminados a gestionar una realidad infinitamente más compleja que la de sus colegas del norte, inestabilidad constante versus necesidad de tranquilidad para la adecuada investigación.
Con la llegada del populismo de Perón a Argentina, la creación de Prebisch se vino abajo. Tuvo que enfrentarse a otra realidad aún hoy patente en el sur, la imposibilidad de realizar investigaciones científicas en ausencia de un entorno académico que propicie la discusión. Una sociedad emborrachada por la retórica nacionalista, donde las soluciones rápidas y radicales eran fácilmente aceptadas, y donde el análisis riguroso alejado de pasiones no tenía lugar.
El exilio de Argentina y la creación en Santiago de Chile, dentro del marco de la ONU, de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) dieron a Prebisch un marco de acción internacional y un canal propicio para el cuestionamiento de lo que definía como el falso sentido de universalidad de la teoría económica. Su trabajo dentro de la CEPAL dio como fruto temáticas de discusión tan importantes como: la ventaja comparativa en claro declive en contra de las economías exportadoras de productos básicos, la excesiva dependencia de las mismas de los ciclos económicos, la sustitución de importaciones o la apertura de mercados, y en retrospectiva, la necesidad de creación de una identidad regional conjunta.
El momento histórico que enfrentaba el planteamiento de Prebisch sobre la necesidad que tenía Latinoamérica de generar paradigmas de desarrollo propios se enfrentaba a afirmaciones tan contundentes y categóricas como las Kissinger, quien señalaba que: «Vienen aquí hablando de América Latina, pero eso no es importante. Nada importante puede venir del Sur. La historia nunca se ha hecho en el Sur. El eje de la historia comienza en Moscú, prosigue hasta Bonn, cruza el océano hasta Washington y después va a Tokio. Lo que sucede en el Sur carece de importancia. Están malgastando su tiempo» (Uribe, 1975, pp. 31-32). Evidentemente contrario a estas opiniones, Prebisch fundó dentro de la CEPAL el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES). Coordinó las actividades de la Alianza para el Desarrollo, estrategia de cooperación norteamericana súbitamente cortada por la muerte del presidente Kennedy. Posteriormente, dirigió el primer Comité de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), donde planteó desde la perspectiva de los países del tercer mundo el profundo desequilibrio comercial que acusaban, proponiendo un nuevo orden económico mundial sobre la base de la discusión de problemas fundamentales como: productos básicos, manufacturas, financiación del comercio y embarques internacionales. Aunque los resultados concretos de la CEPAL, el ILPES y el UNCTAD fueron poco gratificantes y desencantaron a Prebisch sobre el verdadero sentido de las grandes burocracias internacionales, abrieron la puerta para la búsqueda de autonomía e imparcialidad en la negociación frente a organismos tradicionales y parcializados como el GATT, el BM y el FMI. Así mismo, fueron el germen del Sistema de Preferencias Generalizado, cuyo papel en el desarrollo de muchas economías subdesarrolladas es innegable.
En la última etapa de su vida, Prebisch encabezó el Fondo de Operación de Emergencia de la ONU, para hacer frente a necesidades urgentes de los países más vulnerables frente a la crisis del petróleo generada por la OPEP. Paralelamente fundó y dirigió la revista de la CEPAL, en la que se abordaron, de forma pionera, las relaciones entre desigualdad social y desarrollo, el entendimiento del desarrollo mas allá del crecimiento económico, el reconocimiento de problemas estructurales internos en Latinoamérica y, de forma recurrente, la necesidad de establecer un nuevo marco de relaciones Norte – Sur.
Vivió en Chile y de primera mano lo que él consideraba como errores de gobierno de su amigo el presidente Allende, así como las atrocidades de la dictadura de Pinochet. Fue una voz pionera y desatendida cuando denunció el exceso de deuda externa que acumulaban en los años setenta gran parte de las economías del continente y que posteriormente minaría el proceso de retorno a la democracia. Ayudó de forma muy cercana al gobierno de Alfonsín para devolver la democracia a Argentina, gestionando el problema de la inflación y renegociando la deuda pública de su nación.
Sus últimos años los dedicó a la reflexión y a itinerantes conferencias por todo el mundo, poniendo sobre la mesa de las discusiones económicas temas hasta entonces ignorados por esta disciplina, identificando la exclusión social como el escollo fundamental del desarrollo en América Latina.
La investigación de Dosman para la realización de este libro es realmente encomiable. El viaje que nos propone el autor generará de forma segura más de una reflexión, independientemente del lado en que se encuentre el lector, ya sea centro o periferia. En el primer caso y citando a García Márquez (1982): «América Latina no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío, ni tiene nada de quimérico que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una aspiración occidental». En el segundo caso, del trabajo de Raúl Prebisch parte una profunda autocrítica sobre los problemas estructurales latinoamericanos y sobre la necesidad de crear paradigmas propios.