El presente libro, coordinado por María del Pilar Martínez López–Cano, es el segundo logro del seminario que reúne a los principales investigadores mexicanos que trabajan en torno a la historia económica. El inicio de dichos encuentros se dio en el año 2002 y el primer fruto de ello fue la obra Historia del pensamiento económico: del mercantilismo al liberalismo, publicada en 2007 (Martínez López-Cano y Ludlow, 2007).
Se puede decir que el objetivo del trabajo es el rescate y el aumento del conocimiento sobre diversos textos y fuentes para acercarnos, a partir de ellos, a la realidad económica tanto novohispana como mexicana, y presentarnos las ideas económicas dominantes en México durante el periodo colonial e independencia; pensamiento que se relaciona estrechamente con las corrientes occidentales que estaban de moda en aquellos tiempos.
El libro contiene trece ensayos y abarca desde la segunda mitad del siglo XVI hasta la primera mitad del siglo XIX. Se abordan problemáticas poco conocidas sobre las ideas de trabajo, rendimiento, políticas de fomento e impulsos de actividades económicas, conceptos sobre potencial económico y las riquezas de México con sus descripciones cuantitativa y estadística, programas de reconstrucción naval, iniciativas de reformas comerciales, debates sobre la fiscalidad e instituciones bancarias. Las fuentes utilizadas por los investigadores son muy variadas, desde obras calificadas propiamente de pensamiento económico, hasta peticiones y propuestas dirigidas por particulares a las autoridades, correspondencia entre funcionarios americanos y metropolitanos, discusiones legislativas, así como reglamentos y disposiciones legales.
La obra comienza con el trabajo de Pilar Martínez, quien aborda los debates sobre el repartimiento de la mano de obra en la segunda mitad del siglo XVI, el principal sistema de reclutamiento de obreros en el virreinato novohispano. La investigadora busca los argumentos a favor y en contra de dicha organización del trabajo, llegando a descubrir que la disputa sobre el repartimiento no se planteó en términos económicos, sino filosóficos, jurídicos y morales. Sin embargo, los autores de los debates no pudieron evitar en sus trabajos la amplia presentación del sistema económico de Nueva España en el siglo XVI.
Los ensayos de Iván Escamilla e Iván Valdez se refieren a los tiempos de la Guerra de Sucesión española, que permitió a las potencias europeas repartirse el imperio español entre ellas y aumentar sus participaciones en el comercio americano. Con ello, Escamilla examina las opiniones de observadores extranjeros sobre las riquezas novohispanas, cabe destacar dos de ellos, Jean de Monségur y Jaen–Baptiste Du Bos, que plasmaron sus puntos de vista sobre el potencial económico del virreinato, particularmente en plata, un potencial que juzgaban desaprovechado por España. Iván Valdez analiza las ideas, propuestas y proyectos que sustentaron programas de reactivación de la construcción naval durante el reinado de Felipe V. Este historiador muestra la interdependencia del poder naval con el comercio marítimo, su vinculación con la centralización del sistema borbónico, fuentes de financiamiento, creación de infraestructuras bajo control de la Corona y el establecimiento del astillero en La Habana, que permitió transferir una parte de los gastos de construcción naval a los virreinatos americanos.
De los análisis de diversas propuestas sobre el comercio, ya fuera para reforzar el intercambio mercantil de las colonias con la metrópoli o para estimular el comercio interno y el intercolonial, tratan los trabajos de Matilde Souto, Clara Suárez Argüello, Carmen Yuste, Guadalupe Pinzón y Johanna von Grafenstein. Así, con base en las obras económicas de la primera mitad del siglo XVIII que describen ferias de América, Matilde Souto analiza la feria de Jalapa, su origen, objetivos, funcionamiento y las coyunturas en que se realizaron. El capítulo concluye que la feria de Jalapa pasó casi sin mención en la literatura económica de la época debido a que fue un intento de implantar, o mejor dicho de reinstalar, un modelo monopolista de las flotas, mientras que los pensadores ilustres insistían cada vez más en la necesidad de hacer un comercio más accesible o libre.
La temática de las ferias, también se presenta en el ensayo de Suárez Argüello, donde dos propuestas, elaboradas a finales de la época colonial por el alcalde mayor de San Luis Potosí y el jefe de aduana de Villa de León, constituyen la base para demostrar el mecanismo de activación de la economía interna del virreinato novohispano. La primera proponía establecer una feria anual en San Luis, aprovechando la ubicación estratégica de la ciudad en las rutas hacia norte y oriente, y la segunda, el levantamiento de doce ferias que con una rotación mensual se celebrarían en diferentes puntos del virreinato. Ambas propuestas, tras pasar por manos de diversos burócratas de la corona, llegaron a concluirse en la primera década del siglo XIX.
Carmen Yuste en su trabajo examina las ideas de Francisco Leandro de Viana sobre el comercio entre Nueva España y Filipinas, subrayando la vigorosa defensa de esta ruta mercantil que hizo este funcionario real. En las propuestas reformatorias de Viana podemos encontrar información sobre regulación y reparto del permiso de comercio, la recaudación de almojarifazgo y propuesta de abrir una ruta directa Cádiz–Manila bajo el control de una compañía metropolitana. Yuste demuestra que, aparte de la excelente orientación de Viana, no todas sus propuestas lograron aplicarse en la vida comercial del archipiélago.
El estudio de Guadalupe Pinzón se centra en la propuesta del visitador Antonio de Areche sobre la apertura del puerto San Blas al comercio con el virreinato peruano y las polémicas que el texto provocó tanto en el contorno del comercio como en la política defensiva del Pacífico, ya que el intenso intercambio mercantil se consideraba una buena estrategia contra la expansión extranjera en el Mar del Sur. Aunque la propuesta en el primer momento fue rechazada, con el tiempo San Blas acabó abriéndose al comercio con el Perú.
Finalmente, Johanna von Grafenstein examina las exportaciones de harina de Nueva España al Caribe, en un contexto de desarrollo económico de esta región y de una fuerte competencia de este producto con las importaciones desde los Estados Unidos. Acontecimiento que estorbaba por un lado los intereses monopolistas del virreinato (productor y exportador de trigo hacia las islas) y por otro lado negocios de las poblaciones caribeñas partidarias de la apertura comercial y de medidas liberalizadoras de la importación de harina.
En las primeras décadas del siglo XIX todavía se reflejaba en el pensamiento económico el eco de las discusiones, ideas y debates de la época tardía colonial. Con base en el memorial de Zavala y el informe del Consulado de México de 1788, Ernest Sánchez Santiró presenta la investigación sobre la alcabala del último tercio del siglo XVIII, donde menciona fuertes críticas a este impuesto que frenaba la proporcionalidad tributaria, tenía costos elevados de recaudación y obstruía la circulación de mercancías.
Carlos Marichal analiza la obra de Ramón de la Sagra, escrita en una manera detallada con el propósito de reunir información confiable sobre la economía y la hacienda cubanas. El texto conformado en el estilo de una obra de consulta ofrece una gran riqueza de información estadística sobre población, agricultura, comercio y hacienda de la isla de Cuba en el siglo XVIII y las primeras décadas del siglo XIX.
José Enrique Covarrubias estudia algunos aspectos del pensamiento económico de Lucas Alemán, demostrando la filiación de muchas de sus ideas con las de Edmund Burke. Su trabajo gira alrededor de la orientación práctica de Alemán, para quien la política de un buen gobierno debería reconocer tres niveles de consideración para conseguir el progreso económico: fomento, utilidad e historia.
La presencia de los conceptos económicos heredados de la época colonial se analiza también en los dos últimos ensayos, que tratan sobre proyectos económicos en el México independiente. Así, Leonor Ludlow describe el primer debate bancario, presentando el paso del pensamiento mercantilista al liberal, donde todavía se preservaron postulados mercantilistas en un contexto tendiente al liberalismo. Examina las propuestas que se levantaron sobre la secularización y desamortización de bienes de obras pías del estado de Zacatecas, que parecían ser continuaciones de las medidas desamortizadoras borbónicas de la Constitución gaditana y del trienio liberal. Por su parte, Francisco Cervantes describe la formación de la Junta de Fomento de Comercio de Puebla de 1843, sus antecedentes y la necesidad de establecer normas e instituciones comerciales, crediticias y monetarias, lo que fue planteado varias veces por las iniciativas regionales y finalmente desembarcó en el Código de Comercio de 1854, a nivel nacional. En el ejemplo poblano se analizan algunos antecedentes de este proceso, enfocados en la constitución de grupos locales de interés. Destaca cierta continuidad con el pasado virreinal, pero también los cambios adecuados al nuevo sistema económico, con la formación de un mercado interior que se conformaba a partir de amplios intereses regionales.
Al terminar, es importante subrayar que una de las cualidades del libro Historia del pensamiento económico: testimonios, proyectos y polémicas es la claridad con la que los investigadores analizan los textos estudiados. Asimismo, después de leer la obra, se puede decir con mucha certeza que es una nueva y valiosa aportación sobre los poco conocidos aspectos de historia económica tanto del virreinato novohispano como del México independiente.