La monografía de Gabriela Dalla Corte ofrece un estudio sobre la trayectoria vital y empresarial del empresario argentino de origen español Carlos Casado del Alisal (1833-1899), así como un análisis de las empresas que este impulsó, tanto en la República Argentina como en Paraguay, en la segunda mitad del siglo xix. La autora no aborda, sin embargo, el estudio de aquellas empresas como un fin en sí mismo, sino como un instrumento de análisis para abordar sus múltiples y diversos objetivos. El libro utiliza, de entrada, la historia del personaje para estudiar tanto la evolución de la economía y la política de Rosario en aquel tiempo como las múltiples conexiones empresariales articuladas desde aquella ciudad con el resto de la provincia de Santa Fe y de la República Argentina, primero, así como con Paraguay y otros países, después. El libro puede leerse, así, como una biografía empresarial (de esas que no abundan en la historia económica argentina), pero también como un texto útil para los estudiosos de la historia de la empresa, en general (y para los que buscan nuevos enfoques, en particular), así como un análisis de los agentes y de los procesos que hicieron posible la colonización de la pampa y del chaco, al norte de Rosario, en las 3 últimas décadas del siglo xix. No obstante, el libro es, por encima de todo, un texto sobre sociabilidad histórica o, si se prefiere, un análisis sobre unas determinadas redes sociales y empresariales propias del Cono Sur. Se trata, por lo tanto, de un libro que explota las sinergias producidas por una aproximación histórica que nace a la vez de preocupaciones propias del estudio de lo social y del análisis de la realidad empresarial. Un análisis, en definitiva, sobre las «lealtades firmes» de que habla la autora, entendidas como un vector fundamental para explicar el éxito empresarial del personaje.
Nacido en un pueblo de Palencia, Carlos Casado del Alisal llegó a Rosario (Argentina) en 1857, con 24 años de edad. Se empleó primero en el negocio de unos primos, lo que le permitió acumular sus primeros capitales, con los que pudo empezar una incipiente actividad prestamista por cuenta propia. Según la profesora Dalla Corte, la boda, celebrada en 1865, de Casado con Ramona Sastre Aramburu, integrante de una saga de notables argentinos, permitió al español dar el salto al mundo de los negocios a gran escala e iniciar una imparable carrera empresarial, con Rosario como punto central de operaciones. Ese mismo año fundó el Banco Carlos Casado y 9 años después, en 1874, pudo reforzar su faceta de banquero merced a su liderazgo en la creación del Banco Provincial de Santa Fe. Así, tras su boda, la trayectoria de Carlos Casado del Alisal atravesó diferentes fases: fue, primero, prestamista, y más adelante, comerciante y banquero. Pronto quiso también invertir sus capitales en la actividad inmobiliaria urbana y, más adelante, en la colonización de los territorios pampeanos de la provincia de Santa Fe (fundando, en 1870, la colonia Casilda). Esa última actividad le permitió incorporarse a la exportación a gran escala de trigo hacia Europa, a interesarse por el impulso de las redes ferroviarias y, tiempo después, a la colonización de tierras en el llamado Chaco Boreal, o sea, en territorios de un país escasamente poblado como Paraguay, que había sufrido y había perdido la guerra de la Triple Alianza. Al decir de Gabriela Dalla Corte, el español Casado del Alisal tuvo «el privilegio de ser el iniciador de la exportación de cereales del Cono Sur latinoamericano a Europa» (p. 137), pudiendo ser considerado, por lo tanto, un ejemplo de empresario schumpeteriano.
La reconstrucción de la trayectoria vital y la actividad empresarial de Carlos Casado la ha realizado la autora sin poder consultar ni el archivo familiar de los Casado ni tampoco el archivo de sus empresas. Por eso, impresiona el uso combinado que ha tenido que hacer de fuentes archivísticas de formato diferente, ubicadas en diversos lugares y países (como Argentina, Paraguay y España), para poder ofrecernos una narración documentada, rigurosa y acabada. Una narración que Gabriela Dalla Corte articula partiendo de unos argumentos presentados de forma temática y ordenados siguiendo un eje más o menos cronológico. Empieza analizando la etapa de configuración inicial del capital de Casado del Alisal y de sus primeros pasos en la actividad financiera (entre 1860 y 1870, aproximadamente), para seguir con el análisis de una segunda etapa, la que acompaña la ocupación de la pampa norte santafesina (entre 1870 y 1885, podríamos decir), y de una tercera etapa, hasta el momento de la muerte del protagonista, en 1899, centrada en este caso en la fase de consolidación del patrimonio familiar merced a la posesión de cientos de miles de hectáreas en el chaco paraguayo. Le siguen, para acabar, 2 capítulos finales dedicados al análisis del legado empresarial de Carlos Casado del Alisal en aquel territorio, especialmente en las primeras décadas del siglo xx.
Quiero destacar, especialmente, los capítulos quinto y sexto del libro. El quinto capítulo se centra en la dimensión ferroviaria propia de la actividad empresarial de Carlos Casado. Su enfoque es particularmente interesante porque aborda los proyectos ferroviarios participados por Casado no como un trabajo de historia ferroviaria tout court, sino, por el contrario, de una forma radicalmente diferente. Aunque no lo haga de forma explícita, está claro que la autora analiza la importancia del ferrocarril en la extensión de la frontera argentina, en una línea muy parecida a los clásicos trabajos de historia norteamericana que analizaban el papel del ferrocarril en la expansión de la frontera de los Estados Unidos. Entre las múltiples lecturas que ofrece un capítulo tan interesante como sugerente (en relación, sobre todo, con el Ferrocarril Central Oeste Santafesino) me quedo con tres: 1) fue aquel un ferrocarril concebido y construido no para la integración del mercado regional o nacional, sino para la roturación y puesta en cultivo de nuevas tierras, antes incultas, así como para facilitar la exportación de los frutos de esos nuevos cultivos al extranjero (y, por lo tanto, para promover la integración argentina en los mercados internacionales); 2) el negocio estuvo en la construcción del ferrocarril (asumida de forma directa y particular por Casado del Alisal), no en la explotación de una línea (traspasada en aquella fase a una nueva sociedad anónima, creada ad hoc) que fue, por el contrario, ruinosa, y 3) fue el gobierno provincial santafesino quien se encargó de expropiar y pagar las tierras atravesadas por el ferrocarril y fue Casado del Alisal quien, de forma irregular, se quedó con buena parte de las mismas, promoviendo explotaciones agrarias bien conectadas con el puerto rosarino.
El sexto capítulo está dedicado a «la proyección de un ideal empresarial: el control del Gran Chaco», y analiza una nueva dimensión schumpeteriana de Casado del Alisal capaz de convertir el Chaco Boreal «en una de las zonas productoras y exportadoras de tanino más importante del mundo» y de hacerlo tras haberse convertido «en el mayor propietario de la región» (p. 294). Cómo y por qué pudo hacerlo encuentran respuesta en un capítulo donde la profesora Dalla Corte explica, con gran detalle, las sucesivas y abundantes ilegalidades cometidas por Casado para hacerse con el control y explotación de unas tierras que alcanzaron la friolera de 5.625.000 hectáreas.
Se trata, en definitiva, de un libro interesante para lectores de diferente perfil y por diferentes razones, cuya lectura resulta imprescindible para los estudiosos de la historia económica argentina y paraguaya contemporánea y, en general, para los interesados en la historia iberoamericana.