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Investigaciones de Historia Económica - Economic History Research
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Vol. 12. Núm. 3.
Páginas 196-197 (octubre 2016)
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Vol. 12. Núm. 3.
Páginas 196-197 (octubre 2016)
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Angus Deaton. The Great Escape: Health, Wealth, and the Origins of Inequality. Princeton, Princeton University Press, 2013, 376 págs., ISBN: 978-069-116-562-2.
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Héctor García Montero
Università Bocconi, Milán, Italia
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Angus Deaton, Premio Nobel de Economía 2015, ha confeccionado, en este volumen, una síntesis interpretativa de la evolución de los niveles de vida y desigualdad en la humanidad, en el muy largo plazo. Cabe precisar que, a pesar de no ser la historia económica su campo de especialización original, este libro no es el fruto de una incursión pasajera fuera de la «economía de las letras griegas», ya que Deaton ha demostrado, en su carrera académica, interés por las aplicaciones de la teoría económica al pasado reciente.

En The Great Escape, el título de una conocida película sobre la Segunda Guerra Mundial traducida al español como «La gran evasión», Angus Deaton narra «la gran evasión» que la humanidad ha logrado durante los 2 o 3 últimos siglos del azote de la pobreza, la desnutrición, la temprana mortalidad, la morbilidad y, como consecuencia de todo ello, la infelicidad. Un escape que, como el autor reconoce, ha seguido distintos ritmos y no ha estado exento de retrocesos puntuales. Es más, un escape en el que no podemos estar completamente seguros de que haya un final feliz o de que, como en la película homónima, se trate de una breve fuga que termine con un retorno de la humanidad —o de buena parte de ella— al campo de prisioneros de la pobreza, la desnutrición, la enfermedad y la muerte temprana.

El libro se divide en 3 grandes bloques, centrados cada uno de ellos en los aspectos demográficos y nutricionales, en los pecuniarios y en los de la ayuda al desarrollo. En los 2 primeros, además, se analiza la desigualdad intra e internacional en las diferentes variables. Por tanto, cabe subrayar como una primera característica importante de la obra el hecho de asumir, trascendiendo lo meramente económico, el carácter interdisciplinar del estudio de los niveles de vida.

Atendiendo a la importancia y el alcance de los temas tratados, no debe extrañar la cantidad de debates y polémicas que las interpretaciones de Deaton pueden suscitar. Por solo citar algunos, en lo que respecta a los aspectos demográficos y nutricionales, cabría señalar la explicación del origen de la caída de la mortalidad en la Inglaterra del siglo XVIII (sin que tampoco se mencionen los casos de otros países), la idea de que la esperanza de vida sigue y seguirá inexorablemente creciendo en los próximos años (aun reconociendo el autor un cierto debate entre optimistas y pesimistas), la relación entre enfermedades y nutrición o el optimismo sobre la «batalla contra el cáncer».

En lo que atañe a los aspectos pecuniarios del nivel de vida, la ya moribunda curva de Kuznets, y las causas y efectos de la creciente desigualdad económica, la relación entre el PIB y la felicidad, y la crítica a los indicadores de felicidad como indicadores de los niveles de vida, una cierta contradicción entre la caracterización de la desigualdad económica como causa o consecuencia del progreso económico o el uso estereotipado de América Latina como paradigma de las consecuencias negativas del colonialismo, obviando casi cualquier referencia al colonialismo europeo de los siglos XIX y XX en otros continentes; siendo, curiosamente, una de las pocas excepciones Guinea Ecuatorial, ex-colonia española, actualmente uno de los países más prósperos del continente africano.

Pero, sin duda, la parte que podrá resultar más polémica al lector es aquella dedicada «al fracaso» de la ayuda internacional al desarrollo. No pocos lectores estarán de acuerdo en el planteamiento general de que la ayuda al desarrollo no ha significado una alteración sustancial en los patrones de crecimiento económico y desarrollo humano de los países subdesarrollados; —acaso con la salvedad de la ayuda dedicada a proyectos higiénicos y sanitarios—. Cabría, por tanto, estar de acuerdo con Deaton en que es más «la necesidad psicológica y moral de ayudar» de una parte del mundo opulento, los intereses políticos tras la ayuda —una suerte del colonialismo encubierto, especialmente evidente durante la Guerra Fría, pero no ausente en nuestros tiempos—, la mera ignorancia sobre las causas del crecimiento y el desarrollo de las naciones y/o los «intereses de la industria del desarrollo», las causas justificativas de su existencia y no la propia evidencia acerca de su éxito. Sin embargo, afirmar que cualquier tipo de ayuda al desarrollo es ineficaz y con frecuencia perniciosa, es casi tanto como decir que cualquier intervención pública en la economía y la sociedad lo es. Algo que el propio Deaton, Keynesiano confeso, probablemente no suscribiría. Cosa distinta es, en este punto será más difícil discrepar, que el verdadero y principal motor del crecimiento económico —y del desarrollo humano— de una sociedad no pueda ser otro que la liberación del potencial de crecimiento que cada país o sociedad encierra en sí mismo; como atestiguan los países que han logrado la «gran evasión» en las últimas décadas. Por otro lado, el espacio dedicado en el texto a evaluar los numerosos y crecientes intentos de mejorar el diseño y la evaluación de los efectos de los distintos programas de desarrollo es, además, comparativamente escaso. Apenas se da importancia, por ejemplo, a la Declaración de París sobre la Eficacia de la Ayuda al Desarrollo firmada por más de 100 países en 2005, la cual lenta, pero inexorablemente ha comenzado a cambiar los programas de ayuda.

¿Qué carencias observo en el trabajo? Más allá de aspectos sujetos a debate, como los ya mencionados, considero que una de las principales carencias del volumen es la escasa importancia dada al papel que la geopolítica juega en el desarrollo de las naciones. Podría no ser casualidad que, como el autor reconoce y plantea en términos interrogativos, sean en general las naciones de mayor tamaño aquellas que más han convergido en las últimas décadas en términos de renta por habitante. Parece que el tamaño importa; y quizás no solo en términos económicos sino también geopolíticos. Puede no ser tampoco casualidad que el papel fundamental que el autor otorga a los «malos gobiernos» que crean o mantienen «instituciones perversas» para el desarrollo, sea fruto en no pocos casos de la aquiescencia, la protección y la promoción directa de los grandes actores de la geopolítica mundial; y no solo una variable endógena de sus propias sociedades.

Desde una perspectiva general, el volumen está marcado por un cierto tono optimista no exento, sin embargo, de buenas dosis de honestidad intelectual al reconocer, por ejemplo, las complejas relaciones entre la esperanza de vida y la pobreza económica o el gasto sanitario, las limitaciones intrínsecas del PIB como indicador de la actividad económica —más aún como indicador de bienestar— y sus errores de medición, los problemas de medición de la paridad de poder adquisitivo y de los indicadores para medir la pobreza, las incertidumbres acerca de los problemas de muchos jóvenes para alcanzar los niveles de vida de sus padres, el desafío que la creciente desigualdad supone para el crecimiento económico, pero también para la misma democracia, el intento por parte de las élites de bloquear el «ascensor social» o el gran reto que empieza a suponer el cambio climático.

Formalmente, el volumen está escrito en un estilo elegante, claro y accesible, y cuenta con gráficos muy esclarecedores de los argumentos que se desarrollan en el texto, lo que redundará en el interés de un público más amplio que el habitual de especialistas. A este respecto tan solo mencionar que, dado que se trata en buena medida —aunque apenas se mencione explícitamente— de un libro de historia económica, aun en el más amplio sentido del término, Deaton debería haber hecho un mayor esfuerzo en reconocer —y en ocasiones conocer— las aportaciones de nuestra disciplina y sus autores; apenas un puñado de historiadores económicos anglosajones son mencionados en sus casi 400 páginas.

En definitiva, una obra que, más allá de una buena y reflexiva síntesis, quizás aporte pocas novedades a los especialistas, no es esa su intención como reconoce el autor, pero que provee de materiales y reflexiones que pueden ser de sumo interés para su uso en la docencia de la historia económica, sobre todo en niveles avanzados.

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