A lo largo de su historia España ha sido un país propenso a las crisis de deuda pública. Aunque en las últimas décadas del siglo pasado la situación cambió de forma radical, pudiendo afirmarse que nuestro país había sido capaz, por fin, de desarrollar un sistema de deuda pública comparable con el de las economías más avanzadas, el estallido de la crisis internacional de 2007-8 y el vertiginoso aumento de la deuda pública desde entonces hacen que la afirmación anterior parezca demasiado optimista. Los viejos temores han reaparecido, y con ellos la preocupación por la sostenibilidad de los actuales niveles de deuda pública, que pudieran provocar en el futuro una crisis de endeudamiento comparable a las del pasado, algo que creíamos haber evitado.
Lo anterior ha impulsado al autor a escribir una historia sobre las crisis de la deuda soberana en España desde 1500 hasta el presente, lo que constituye, de entrada, uno de los grandes atractivos del libro. No faltan trabajos, precisamente, acerca de las finanzas públicas españolas de la Edad Moderna y Contemporánea, obra de autores entre los que han destacado Ramón Carande, Felipe Ruiz Martín, Miguel Artola y Josep Fontana, por citar solo algunos de los nombres más señeros. Sin embargo, a lo largo de las últimas décadas, los investigadores interesados en la historia de las finanzas públicas españolas han tendido a especializarse en el análisis de períodos concretos, gracias a lo cual se han incrementado de forma más que notable nuestros conocimientos, aunque a costa de prestar menos atención a una visión de conjunto. El libro de Francisco Comín intenta evitar este problema y ofrece al lector una visión a largo plazo de las crisis de deuda pública en España a lo largo de un período de 6 siglos, que completa la aparecida previamente en la Historia de la deuda pública en España (siglos XVI-XXI), editada por el propio Francisco Comín y Carlos Álvarez Nogal1.
El autor remarca a lo largo del trabajo las continuidades que han presidido las crisis de deuda en España. Una de las principales ha sido la insuficiencia de los ingresos fiscales, junto con la tradicional proclividad del Estado a no respetar sus compromisos con los deudores (recuérdese el rechazo de los Borbones a asumir la deuda heredada de los Austrias). Los remedios adoptados para resolver las crisis de deuda han sido conversiones de la deuda flotante en consolidada, lo que explica la acumulación de enormes volúmenes de endeudamiento que han constituido una losa para los gobiernos obligados a pagarlos. Otro remedio ha sido la enajenación de activos públicos, como sucedió con los Austrias y a lo largo del siglo xix. Estas enajenaciones estaban acompañadas de un trato preferencial a los acreedores, con frecuencia extranjeros, en virtud del cual estos últimos han disfrutado de enormes ventajas en la economía española. Por lo general, estas medidas han sido incapaces de resolver las crisis de deuda, lo que explica el desprestigio de la deuda pública española entre los extranjeros, que huyeron de la misma a lo largo del siglo xviii y la mayor parte del xx.
La presencia de permanencias no debiera hacernos ignorar el relieve de cambios de alcance, a los que Francisco Comín también presta gran atención. La peor crisis de la deuda pública española fue la de la primera mitad del siglo xix. Durante este período, las autoridades fueron incapaces de atender el pago de los gastos ordinarios del Estado y ni siquiera conocían con precisión el monto del endeudamiento público. Cuando se tiene en cuenta lo anterior, podemos comprender mejor la labor de Mendizábal y Bravo Murillo. Las reformas de este último permitieron introducir notables mejoras administrativas y que el Estado pudiera atender el pago de sus gastos ordinarios, condición fundamental para el arreglo de la deuda. También fueron importantes las aportaciones de Fernández Villaverde a fines del siglo xix en este terreno.
Claro que no todos los cambios fueron positivos. En las primeras décadas del siglo xx los títulos de deuda española estaban completamente desprestigiados, tanto entre los inversores nacionales como los internacionales y esto incentivó el recurso a la represión financiera y la inflación. Desde 1918 las entidades bancarias se convirtieron en las principales tenedoras de deuda pública, algo que prosiguió durante el franquismo, y el mercado de deuda en nuestro país desapareció por el simple hecho de que los compradores de títulos fueron reemplazos por Bancos y Cajas. Esto último ayuda a comprender mejor la magnitud del problema al que se tuvieron que enfrentar los gobiernos de la democracia después de 1975: la creación, prácticamente de la nada, de un mercado de deuda moderno en el que el Estado pudiera emitir sus títulos para ser adquiridos por inversores privados.
Al escribir una historia de las crisis de deuda pública en España durante los últimos 5 siglos se corre el riesgo de que los detalles oscurezcan lo esencial y de que el lector termine sepultado bajo una montaña de fechas y datos. Sin embargo, este no es el caso del libro del profesor Comín, que describe de forma minuciosa las crisis de endeudamiento público sufridas por nuestro país, enfatizando las continuidades y cambios habidos en cada una ellas. Esto constituye uno de los grandes atractivos de un libro que nos ayuda a conocer mejor una parte esencial de nuestro pasado y presente, por lo que su lectura resultará de gran utilidad a todos los interesados en la Historia económica, política y social de España en las edades Moderna y Contemporánea.